COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
VII
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Evangelio
según San Lucas 6,27-38.
Jesús
dijo a sus discípulos: «Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus
enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen,
rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale
también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo
el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo
que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman,
¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si
hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo
hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan
recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores,
para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten
sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y
serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los
malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No
juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y
serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena
medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes
midan también se usará para ustedes».
RESPONDER
DE UNA FORMA CONCRETA
Queridos hermanos; hay algo que el
Señor nos recuerda y su Evangelio “choca” contra los criterios de este mundo.
Estaba la famosa Ley del Talión -ojo por ojo, diente por diente-, no había que
responder de más ni tampoco de menos: el que las hizo…que las pague, que reciba
el mismo castigo que él hizo con otra persona.
Esto es así, pero hay un lenguaje más
revolucionario, más profundo, más total, donde uno tiene que vivir en las
privaciones, uno tiene que expresarse en aquellas cosas que son profundas y
esenciales: el amor de Dios, el amor a los demás. Esto también llega a los
enemigos.
Hoy hay tanta impaciencia, tanta
exacerbación, tanto enojo, tanto encono; hoy todo el mundo está en contra del
otro. Y no hablemos de las ideologías, ni de las brechas, las famosas brechas
sociales, las brechas culturales, donde a veces hay gente que “echa leña al
fuego” y las aumenta, haciéndolas aún mayores. Y así no se resuelven las cosas.
El Evangelio tiene actualidad en este
mundo y nos sigue enseñando; donde uno tiene que seguir amando a todos, también
a nuestros enemigos. Lo que enseñó Jesús aún en la cruz. Él crucificado es
capaz de pedir “Padre, no tengas en cuenta el pecado de estos hombres.” Pide el
perdón, da el perdón, otorga el perdón, concede el perdón. Pero conceder el
perdón, darlo, otorgarlo, para que se transformen las personas, para que
vuelvan a ser humanas, vuelvan a ser felices, vuelvan a ser simples y lleguen a
ser brillantes y transparentes.
Hermanos, hay que tomarse en serio el
Evangelio, hay que hacerlo carne. ¡Nos falta mucho! Tenemos que pasar de un estadío infantil a un estadío de
personas maduras. Madurez en la objetividad. Madurez en el amor. Madurez en la
respuesta.
Que la fuerza de Dios nos ayude a
darnos cuenta de que debe haber una correspondencia entre lo que Dios ha hecho
y aquello que aun el hombre debe hacer. Esa es nuestra respuesta. Dios ya lo ha
hecho y ahora nosotros tenemos que responder, pero no de una forma abstracta
sino de un modo concreto.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén