Andinismo en el espíritu

 

Para ascender a la cima, los andinistas van bordeando según fuerzas, experiencias, visiones, anhelos. Pueden algunos escoger lo más escarpado y difícil. Otros lo irán vadeando sin prisa en disfrute total. Y algunos necesitarán guía, mapas, brújulas. Todos cargan sus vituallas  y muy dentro, la majestad de la montaña. Cada uno lo va haciendo a su ritmo. Y por caminos diferentes. Lo importante es la meta.

Al Dios cristiano le gustan las montañas. “Es el Dios de la montaña”. Es lo que en teología llamamos  Teofanías o manifestación de Dios en el silencio, en las alturas donde la belleza y el entorno se confunden, donde la luz se hace resplandor. Jesús también amaba la montaña. Digamos que es el andinista del Espíritu. Y nos va invitando a subir, a ascender. La meta es el encuentro con lo sublime en éxtasis perenne.

Estando en la montaña, confluyen en Jesús, lo nuevo y lo antiguo; la voz del Padre y el asombro de sus discípulos; el diálogo sobre su muerte y el encuentro con la vida definitiva. Voz y silencio. Profundidad y altura. Una muestra de exaltación y lo efímero hecho nube y sombra. Son pinceladas diferentes de los caminos plurales que conducen a Dios y se hacen encontradizos en la luz y en la altura.

Jesús quiere mostrarles a sus discípulos un rayito siquiera de su intimidad y relación con el  Padre y uno de los muchos caminos que pueden llevarnos a Él. Que nos quede claro: 1. Que Dios está más allá, pero camina con nosotros. 2. Que la altura y majestad de Dios están dentro de nosotros. 3. Que todos los caminos son válidos y posibles para avanzar hacia la teofanía o revelación de Dios en nuestras vidas.

Cochabamba 17.03.19

jesús e. osorno g. mxy

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