III Domingo de Cuaresma, Ciclo C.
SER FIELES AL MISTERIO
Padre Pedrojosé Ynaraja
1.- La escena de la zarza que ardía
sin consumirse, en el desierto, próxima a donde se encontraba Moisés, es un
episodio muy atractivo. Estéticamente, enormemente pintoresco. Enigmático
también. Leeréis, mis queridos jóvenes lectores, muchas interpretaciones o
explicaciones del fenómeno descrito en el libro del Éxodo, como si se tratase
de una combustión cualquiera.
Cuando en una chimenea hogareña
contemplamos el fuego que brota por encima de las brasas, no se nos ocurre
analizar la composición de los gases que se desprenden o la estructura de las
partículas que no llegan a arder del todo y se tornan incandescentes. Os gusta
el fuego y os calienta y ya es suficiente. El rato pasado allí os suscitará
ideas, sacaréis conclusiones, imaginaréis proyectos. Es fuego, este chiquito,
fuego amaestrado que arde en un rincón acogedor de la casa, siempre es
sugerente.
2.- El Sinaí es un desierto de
montañas. Montañas ariscas y rocosas, de escasísima vegetación, de poquísimos
hábitats humanos. Los beduinos, de cuando en cuando, a veces muy lejanos unos
de otros, levantan por entre los wadis sus haimas, procurando que estén cercanas a alguna humedad,
felices si encuentran que brota algún hilillo de agua por entre las rocas. (os confieso, mis queridos jóvenes lectores, que palmeras
rodeando un humedal he visto bastantes, que emergiera un chorrito tratando de
alejarse, en una sola ocasión)
El desierto es soledad, meditación,
elevación del espíritu, por eso fue el lugar apropiado para comunicarse Dios
con su escogido. Llama la atención de Moisés el fuego, le inicia en el diálogo
sobrenatural la advertencia de una voz que le exige se descalce, ya que está
pisando tierra santa. Atento el Señor se manifiesta, no con teorías o
demostraciones. Le habla de experiencias, de historias de sus ancestros. No
arguye con teorías, ni discute opiniones. La Fe no es nunca erudición, por
diplomas que pueda merecer.
3.- Pese a la explicación que no
exige discusiones, el Señor se mantiene atento y amable. Le pregunta Moisés su
nombre, le pide ayuda para cumplir la misión que le ha encargado y Dios le da
una explicación que podrá entender un poco, más bien aceptará y es suficiente.
El nombre, en la concepción semítica, es la explicación de su ser, la
definición de su identidad, cosa imposible de abarcar un ser humano, respecto a
la realidad divina. Pero no se lo quita de encima diciendo que Él ordena y
manda y a su confidente le toca exclusivamente obedecer. La enigmática
explicación que de sí mismo le da, ya es elocuente. Dios es misterio, algo así
como lo es el fuego, pero a lo grande.
4.- En la historia humana también
interviene el misterio. Un misterio pequeñito en comparación con lo que es el
otro. Pero un misterio que acuciantemente molesta muchas veces. Aparece
súbitamente un diagnóstico clínico fatal y el hombre reclama explicaciones. Si
este muere, se dice a sí mismo, alguna razón debe existir. Tal vez sea
consecuencia de su maldad, opina. O de la ineptitud culpable del médico que le
atiende. La muerte incomoda, hasta la del suicida. Debemos estar preparados
para admitirlo. La muerte no es el final, mis queridos jóvenes lectores, es el
inicio de otra existencia para la que debemos prepararnos. Es preciso que como
a las plantas, cavemos el terreno donde vayan a crecer, protejamos de las
posibles granizadas que destruyan sus brotes, abonemos la tierra, solo así, sin
saber del todo cómo, tendremos la esperanza futura de que nos será propicio.
5.- Como bien sabéis que me gusta
daros explicaciones de acontecimientos que lo propician, os comentaré algún
detalle. Se referiría Jesús a algunos terroristas galileos que el gobernador
había condenado a muerte y cuya sangre, brotada de la herida de la espada, la
mezcló con la que manó de una víctima animal apuñalada y juntas quedaron en el
ara. La gente de aquel tiempo nada sabían de plasma,
leucocitos y hematíes. La sangre era vida y la vida de unos humanos la
autoridad extranjera la había condenado a mezclarse, a hacerse vida animal.
Terrible sentencia. No da el Maestro explicaciones biológicas, que tampoco
hubieran entendido, se limita a sentenciar que lo importante es la buena
conducta, el bien obrar ciudadano, la fidelidad a la Ley recibida en el Sinaí.
6.- En aquel tiempo como ahora, no
se podía evitar del todo la posibilidad del accidente laboral. No hay que
buscar explicaciones o culpabilidades a las piedras. Causas habrá sin duda,
pero no hay que buscarlas en la bondad o maldad de la persona-víctima. Dios no
tiene prisa y si un comportamiento merece castigo, dispone de la eternidad para
imponerlo. Hay que ser bueno sin miedo, por pura fidelidad. Se había pensado
que el percance del derrumbe de la torre hubiera ocurrido donde hasta hace poco
tiempo se situaba la antigua piscina de Siloé. Hoy se
sabe y se han descubierto las ruinas de la auténtica, aguas abajo y no muy
lejana. Alguien había supuesto que la base de un minarete que hoy vemos pudiera
haber sido la torre de la que habla el fragmento del evangelio de hoy, pero no
fue así. Las investigaciones arqueológicamente lo demuestran