CUARESMA
– DOMINGO V C
(7-abril-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
¿Quién
soy yo para juzgar?
ü Lecturas:
o Libro
de Isaías 43, 16-21
o Carta
de san Pablo a los Filipenses 3, 8-14
o Juan
8, 1-11
ü El
evangelio de este domingo nos relata el encuentro de Jesús con una mujer
sorprendida en adulterio. Tal como nos lo dice el evangelista Juan, se trataba
de una trampa orquestada por los enemigos de Jesús “para ponerlo en
dificultades y tener de qué acusarlo”. El encuentro de Jesús con esta mujer,
leído en el contexto del siglo XXI, suscita en nosotros reflexiones sobre un
tema complejo en una sociedad pluralista: ¿cómo debe manejar la Iglesia los espinosos
asuntos en los que se ve comprometida la moral pública? En épocas anteriores,
las excomuniones eran una herramienta frecuentemente usada por los pastores. ¿Cuál
debe ser el lenguaje pastoral más adecuado? Se trata de algo que suscita apasionadas
discusiones.
ü Los
invito a leer pausadamente el texto, deteniéndonos en aquellos puntos que más
llaman nuestra atención. El primero de ellos se refiere a los promotores de la
discusión: Los escribas y fariseos asumieron el papel de fiscales, acusaron a
la mujer y dijeron cuál era la sentencia que le correspondía: debía morir apedreada
por la multitud (esta bárbara costumbre todavía existe en países en los que se
aplica el Corán de manera fundamentalista). Estos personajes se habían auto-nombrado
defensores de las buenas costumbres, determinaban quiénes eran los buenos y quiénes
eran los pecadores que debían ser castigados.
ü Esta
pretensión de clasificar a los ciudadanos entre buenos y malos es sumamente
peligrosa, y conduce a graves violaciones de los derechos humanos. Buenos son
los que piensan como yo pienso, y actúan de acuerdo con mis convicciones; los demás
están equivocados y sus opiniones no merecen ser tenidas en cuenta. Esta
lectura simplista del comportamiento humano genera apasionadas polarizaciones:
los buenos frente a los malos, los patriotas y los traidores, los fieles a la
Iglesia y sus enemigos, los partidarios de la paz y los partidarios de la
guerra.
ü Nadie
puede considerarse dueño de la verdad, nadie puede auto-proclamarse garante de
la democracia, nadie puede constituirse en inquisidor que define quiénes están en
el error y quiénes están en la verdad. Recordemos las sabias palabras del Papa Francisco
cuando un periodista le preguntó su opinión sobre los homosexuales; el Papa
respondió: ¿Quién soy yo para juzgar?
ü Otro
aspecto que llama la atención en el relato evangélico de hoy es la acusación
que hacen: “Maestro, a esta mujer la sorprendimos en el momento mismo de
cometer adulterio. Y en la Ley nos mandó Moisés que a esas personas hay que
darles muerte apedreándolas”. La Ley condenaba a muerte a las mujeres infieles.
Y ¿qué pasaba con los hombres adúlteros? Hay que reconocer que, históricamente,
han existido dos códigos éticos: uno muy estricto para las mujeres; otro
tolerante y complaciente para los varones. Es como si la valoración ética
cambiase según el género.
ü Hay
que reconocer que, en nuestros tiempos, en razón de la Ley del Péndulo, hemos
pasado de un riguroso control social de las costumbres, particularmente en el
ámbito del matrimonio, a la aceptación de las llamadas relacionas abiertas en las que los miembros de la pareja se conceden
licencia para tener relaciones extra-conyugales, y las justifican afirmando que
tales relaciones rescatan de la rutina y refrescan la relación… Esta
justificación de la infidelidad es como jugar a la ruleta rusa y terminará
matando la relación. La fidelidad es un componente esencial de la relación; sin
ella se destruye la familia.
ü En
este relato encontramos dos breves intervenciones
de Jesús que constituyen iluminadoras lecciones de Ética y de Pastoral: La primera intervención va dirigida a
la multitud que se había agolpado alrededor de la mujer y quería lapidarla: “¡El
que no tenga pecado, que le tire la primera piedra! Ellos, al oír esto, se
fueron retirando uno por uno comenzando por los más viejos”. Es un duro
cuestionamiento de Jesús, quien arrebata la máscara de hipocresía con la que
muchos inquisidores ocultan su historia personal de pecado; critican la paja en
el ojo ajeno y son incapaces de reconocer la viga que tienen en su propio ojo.
ü La segunda intervención
de Jesús está dirigida a la acusada de adulterio: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie
te condenó? Pues tampoco yo te condeno. Vete, y de ahora en adelante no peques
más”. Es el corazón misericordioso de Jesús que acoge la miseria humana,
perdona y muestra un camino de esperanza.
ü Estas
dos intervenciones de Jesús son unas iluminadoras
lecciones de Ética y Pastoral, y nos invitan a una revisión del estilo con
que algunos miembros de la Iglesia (pastores y laicos) denuncian comportamientos
que lesionan los valores éticos y amenazan la vida familiar. La firmeza y la
claridad de la denuncia deben evitar expresiones que sugieran que nos sentimos
dueños de la verdad y de la virtud. Los dolorosos escándalos que en este
momento estremecen a la Iglesia nos deben hacer meditar en las palabras de
Jesús: “¡El que no tenga pecado, que tire la primera piedra”! La conciencia de nuestros
pecados y la gravedad de los escándalos de muchos pastores nos hacen humildes y
exigen profundas transformaciones en el lenguaje pastoral de la Iglesia, que
debe llevar la impronta de la misericordia. ¡Tantos fieles que quedaron profundamente
heridos porque un sacerdote los condenó y les negó la absolución!
ü No
podemos terminar esta meditación dominical sin hacer referencia al testimonio
que da el apóstol Pablo sobre lo que ha significado para él el conocimiento de Cristo, que le cambió
radicalmente su vida y sus valores: “Hermanos, ahora que tengo el privilegio de
conocer a Cristo Jesús, mi Señor, considero que ninguna otra ventaja vale nada.
Por Él acepté perderlo todo: ganándolo a Él, para mí el resto es basura”. Se
trata de un testimonio impactante sobre la profundidad de su experiencia de fe;
conocer a Cristo supera infinitamente lo que es el conocimiento intelectual y
sensible del mundo que nos rodea. Se trata de una apropiación de la persona de
Jesús y de su mensaje que transformó su manera de ser, leer la realidad, ponderar
los valores y tomar decisiones. “Ganándolo a Él, para mí el resto es basura”.
ü Al
finalizar la eucaristía dominical y regresar a nuestros hogares, despojémonos
del orgullo que nos hace sentir los mejores maridos, las mejores esposas, los
hijos más dedicados y los ciudadanos más cumplidores. Reconozcamos que somos
pecadores. Y anunciemos los valores sin discursos y ataques, hagámoslo con
humildad y dando testimonio de ellos. Seamos presencia del amor misericordioso
de Jesucristo.