V Domingo de Cuaresma, Ciclo C
Como Jesús,
no damos a nadie por perdido
Jesús concede la
salvación sin condiciones
Cuando hablamos de Dios
frecuentemente se dice sólo que Dios es nuestro Padre, que está en los cielos,
que premia a los buenos y castiga a los malos. Dios es ciertamente juez de la
conducta de los seres humanos. Pero esa no es ni toda ni la única verdad sobre
Dios. Jesucristo, rostro de la misericordia del Padre, se ha encargado de
corregirnos y de matizarnos sobremanera esa idea de Dios. Y a ello contribuyen
también las lecturas bíblicas de este quinto domingo del itinerario cuaresmal
hacia la Pascua en el cual la Iglesia vuelve a ofrecer un mensaje radicalmente
nuevo respecto al Dios que Jesús nos presenta. Es el Dios que, por amor al ser
humano, concede gratuitamente la salvación, y lo hace de forma incondicional.
Es un Dios que desborda la imaginación y los sentimientos humanos al acoger a
los oprimidos y pecadores, a los marginados y condenados.
La situación de los
niños que viven en la calle
Entre los marginados de nuestro
tiempo hay un sector de población muy concreto que es víctima de la desatención
por parte de las familias y de la sociedad en que vivimos: Son los niños en
situación de calle. A ellos nos dedicamos en este quinto domingo de la Cuaresma
en la Arquidiócesis de Santa Cruz, tendiendo hacia ellos nuestro corazón
solidario y nuestra ayuda concreta y generosa. Por eso nos unimos con la
colecta de hoy a las organizaciones y hogares de la Iglesia católica dedicados
a los menores en nuestra ciudad de Santa Cruz (de los cuales podemos mencionar
algunos, como Oikía, CalleCruz,
Mano Amiga, Techo Pinardi, Patio Don Bosco, Granja Moglia….).
¡La calle no es mi
casa… vivo en ella!
Con el lema “¡La
calle no es mi casa… Vivo en ella!” queremos tomar
conciencia de la existencia de estos menores que viven a la intemperie en
nuestra calle y en nuestros canales. Estos menores viven, de hecho, sin
familia, sin hogar, sin comida, sin ropa, sin educación y sin salud y están
expuestos a todo lo que en la calle mata, la droga, el alcohol, la
delincuencia, la violencia, los robos y los asesinatos. Pero ellos son, sobre
todo, víctimas sociales, marginados y maltratados hasta por su propia familia.
El fenómeno de los niños en situación de calle, tal como dice el papa
Francisco, pone de manifiesto “la injusticia y el fracaso de esta sociedad”,
pero, sobre todo, estos niños nos hacen presente en su rostro el rostro de
Cristo sufriente. Por eso hemos de atenderlos con amor en esta semana de
Pasión.
La sorprendente
conversión de Dios
En el tiempo de la cuaresma uno de
los grandes temas de la predicación cristiana es la conversión. Pero este
domingo parece que más que de la conversión humana habría que hablar de la
conversión de Dios hacia los pecadores para concederles, por su gran
misericordia, el regalo de su amor. Y es que la iniciativa de la salvación la
tiene siempre Dios. El Evangelio es la excepcional, singularísima e
incomparable buena noticia de que “Dios no nos trata como merecen nuestros
pecados ni nos paga según nuestras culpas” (Sal 103,10). Éste fue el anuncio de
Jesús, y por eso él mismo es el Evangelio, la Buena Noticia acerca de un Dios
que rompe las ideas preconcebidas acerca de él como un Dios castigador,
justiciero y legalista.
En la Pasión de Cristo
está brotando algo nuevo
Las palabras poéticas del segundo
Isaías anuncian el gran motivo de la esperanza en Dios para un pueblo que está
en el destierro. Abrir caminos en el mar y ríos en el desierto son imágenes de
liberación y de vida nueva para ese pueblo oprimido que un día estuvo esclavo
en Egipto y ahora está en Babilonia (Is 43 16-21). El
Señor liberador de antaño es el mismo que ahora sigue abriendo camino para su
pueblo, pero ahora lo hace mostrando una gran novedad: “Miren que
realizo algo nuevo; ya está brotando ¿no lo notan?”. La novedad de
Dios es a veces casi imperceptible, pero real. En la Pasión de Cristo, que muy
pronto celebraremos, está brotando algo nuevo. Es la transformación paradójica
de la muerte en vida.
Cristo transforma
la muerte en vida
Esa transformación llevada a cabo por
el amor de Cristo a la humanidad irá abriendo camino en la historia humana con
la lentitud propia de los seres humanos pero con la firmeza propia de Dios.
Cristo es el protagonista de esta transformación y el que realiza con su muerte
y resurrección la conversión definitiva de Dios al hombre proporcionando una
salvación irrevocable e irreversible. Por eso es mediador de una Alianza nueva
y eterna.
Jesús condena el
pecado y salva al pecador
El evangelio de la adúltera (Jn 8,1-11), condenada a lapidación por el sistema legalista
de la interpretación farisea de la ley en una sociedad patriarcal y machista,
es la ocasión para revelar una vez más la novedad del Dios de Jesús: Un Dios
que no condena a los pecadores, sino sólo el pecado, y por eso los salva
siempre redimiéndolos del pecado. Jesús no es sólo hoy el intercesor que da una
oportunidad más para la conversión, como a aquella higuera que no daba fruto,
ni el que espera el regreso del hijo perdido, cuyo recuerdo del padre
posibilita su retorno. Hoy Jesús se encuentra con la mujer condenada por
adulterio y, sin mediar ningún tipo de petición ni de iniciativa por parte de
ella, le concede el perdón gratuito, la amnistía radical, el indulto
general: “Tampoco yo te condeno”. Con Jesús ha empezado algo nuevo
en la historia que no conocíamos todavía de Dios.
Con Jesús no
podemos dar a nadie por perdido
Para los niños y adolescentes que
viven en la calle no es que la calle sea su casa, sino que tienen que vivir a
la intemperie por motivos diversos, casi siempre vinculados a la desintegración
familiar, a los malos tratos sufridos en la propia casa y a la caída en los
vicios sociales que los destrozan, tales como las drogas, el alcohol, la violencia,
y los hábitos de la mentira, la corrupción y el robo. A pesar del estigma
social que sufren y aunque parecen niños perdidos y condenados a la mala vida,
sin embargo, por ser víctimas sociales todos ellos deben escuchar hoy de cada
uno de nosotros lo mismo que escuchó aquella mujer adúltera de Jesús: “Tampoco
yo te condeno”. Así puede empezar para ellos algo nuevo en su historia.
Jesús revela el
amor gratuito e incondicional de Dios
La mujer adúltera no había hecho
todavía nada positivo, pero, además de ser pecadora, como todos de un modo u
otro, era una víctima a todas luces. Jesús está siempre con las víctimas por el
mero hecho de ser tales. La presencia liberadora de Cristo abre una nueva
página en la historia humana y restablece la dignidad de la mujer. Él muestra
la misericordia de Dios poniéndose de parte de las víctimas y revela el amor
gratuito e incondicional de Dios hacia los pecadores. Al mismo tiempo Jesús
desenmascara la mentira de un sistema religioso legalista y libera a la mujer
del mismo, aprovecha la oportunidad para interpelar a cada uno según su culpa y
finalmente, tras conceder el indulto a la mujer, a ella le muestra el camino
nuevo abierto por él en el desierto de su vida, al decirle: “Anda, y en
adelante no peques más”.
Dios está en la
vida de toda persona
El papa Francisco nos dice que “Dios
nos supera infinitamente, siempre es una sorpresa y no somos nosotros los que
decidimos en qué circunstancia histórica encontrarlo” (GE 41). Y prosigue el
Papa: “Tampoco se puede pretender definir dónde no está Dios, porque él está
misteriosamente en la vida de toda persona, está en la vida de cada uno como él
quiere, y no podemos negarlo con nuestras supuestas certezas. Aun cuando la
existencia de alguien haya sido un desastre, aun cuando lo veamos destruido por
los vicios o las adicciones, Dios está en su vida. Si nos dejamos guiar por el
Espíritu más que por nuestros razonamientos, podemos y debemos buscar al Señor
en toda vida humana. Esto es parte del misterio que las mentalidades gnósticas
terminan rechazando, porque no lo pueden controlar” (GE 42). Dios está también
en todos y cada uno de los niños en situación de calle.
Con el indulto de
Jesús, en la mujer adúltera está brotando algo nuevo
A la mujer adúltera y perdonada del
evangelio de hoy se le indica que algo nuevo está brotando en su vida, de modo
que la nueva conducta, alejada del pecado, es consecuencia, no condición, de
haber obtenido el perdón y la rehabilitación. En esto consiste la novedad de
Dios. Si la mujer fuera capaz de reconocer, ante tanto amor de Jesús, algo de
su verdad personal y lograse formularla, entonces, como en la parábola de la
gran alegría con el hijo pródigo, se podría celebrar la gran fiesta del abrazo
donde la misericordia y la verdad se besan. Pero independientemente de que lo
reconozca o no, para ella Jesús, con su indulto, ha abierto un camino nuevo de
vida y dignidad.
Con la atención de
la Iglesia a los niños que viven en la calle, empieza algo nuevo para ellos
De igual manera, para los niños que,
como víctimas sociales, viven en la calle, y son atendidos por la Iglesia en
los canales subterráneos de la ciudad y en nuestras calles y plazas, en los
hogares y centros de acogida de la Iglesia, empieza algo realmente nuevo, una
vida más humana y más digna. Para eso es preciso sacarlos de la marginación,
del desprecio, del menosprecio y de la persecución real que experimentan de
parte de la sociedad. Con la ayuda de todos los católicos en este quinto de
cuaresma, como apoyo organizado en la Iglesia que practica la caridad y el amor
fraterno, queremos ayudar a estos niños para que encuentren en los centros de
la Iglesia católica la casa y el hogar, la atención de las necesidades
primarias en alimentación, salud y educación que su familia y la sociedad un
día les negó. Dios le pague a cada uno de ustedes su gran generosidad con los
niños que viven en la calle.
José Cervantes
Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura