COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

 

Domingo de Ramos

 

Evangelio según San Lucas 19, 29 -40

 

Jesús siguió caminando y cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ¿Por qué lo desatan?”, respondan: “El Señor lo necesita”». Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?». Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita». Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar.  Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!». Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero él respondió: «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras».

 

EL AMOR VENCE AL ODIO

 

Lo que es claro, para ubicarnos en este contexto: primero, el Señor sabe perfectamente hacia dónde va; va a Jerusalén para dar cumplimiento al misterio de su muerte y resurrección. Seguirlo hasta la cruz para ser partícipes de su resurrección: esa es la fuerza y el motivo de la Pascua.

 

Fijémonos cómo el Señor sabe, cómo está todo anticipadamente sabido, cómo el Señor viene a cumplir la voluntad del Padre, cómo se somete a los peores vejámenes de la ignominia, del atrevimiento, de la violencia, de la injusticia, de la maldad. Y cómo el Señor recorre todo y acepta todo.

 

Uno podría preguntarse ¿por qué?, ¿por qué tanto sufrimiento, tanto dolor?, ¿por qué Jesús es el que va a ser crucificado?, ¿dónde está la omnipotencia de Dios?, ¿dónde está su perfección?, ¿dónde está su justicia? Y sin embargo ante todos estos misterios, el Señor se entrega con libertad soberana por amor; no quita el dolor, lo asume y le da sentido. Y el vencido que perdona al vencedor y lo libera de su agresividad mortal, mostrándole cómo el amor vence el odio.

 

¿No nos hará falta esto hoy?, ¿más fe y más amor para poder subsanar tantas heridas entre nosotros?, ¿tantas grietas, tantos enconos, tantas divisiones? La cruz -lugar no de la derrota sino de la victoria- es una cruz cargada de novedad; es el inicio de un nuevo orden de cosas.

 

Pidamos en esta Pascua que nos adentremos a este misterio; este misterio de la muerte que se transforma en misterio de vida y de triunfo. El amor tiene que estar más presente, el odio tiene que desaparecer; la comprensión, el diálogo, el respeto ante las opiniones distintas, la aceptación de la gente diferente.

 

Todo lo que significa aquello que nos pueda oponer, tiene que ser superado por la fuerza de Cristo, la fuerza del Amor. La fe ocupa un lugar central para sanear nuestros corazones, nuestras familias, nuestra Iglesia y nuestra patria.

 

Que la victoria de Cristo esté muy presente en este año.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén