Domingo
de Pascua de la Resurrección del Señor
¡Aleluya!
¡Exultemos por el Resucitado!
¡Exulten!
En el pregón pascual resuena como
una auténtica explosión de alegría y júbilo su primera palabra: “Exulten”. Con
ella el pregonero de las fiestas de Pascua marca la actitud fundamental que
debe llenar el corazón de los fieles en el Pueblo de Dios. Es una palabra que
procede del latín, traduce el “exsultet” del canto
gregoriano y apenas se conoce fuera del ámbito litúrgico. Por medio de ella se
convoca al universo entero, celeste y terrestre, a hacer fiesta por el
Resucitado, en esa noche en que Jesús ha vencido la muerte, el pecado y la
culpa de la humanidad. Exultar es mostrar alegría y gozo de manera desbordante.
Exultar es el grado supremo de la alegría. Es la alegría espiritual que nace
del fondo del alma y suscita emociones sin cálculo. Es casi imposible cantarla
con fe en una celebración sin que se produzca un escalofrío vibrante de gozo,
también físico. Es el comienzo del estado de “plenitud” y de “dicha” al que nos
llama Jesús en las Bienaventuranzas y en la felicitación universal del
Resucitado en el evangelio de Juan al decir: “Dichosos los que creen sin haber
visto”. A esta alegría es a la que se invita a toda la Iglesia y al mundo por
asistir a la proclamación de la gran buena noticia por antonomasia para la
humanidad: Cristo ha
resucitado.
¡Aleluya!
Esta demostración de alegría
exultante, especialmente con motivo de Pascua, es la que contiene la palabra ¡Aleluya! Este término de
origen hebreo es prácticamente intraducible y por eso en nuestras lenguas sólo
se transcribe y lo pronunciamos como en hebreo: Hallelujah, en
el cual la j es una yod y su pronunciación es la de la “ye” o “y griega”. Hallelujah es
un término hebreo que aparece muy frecuentemente en el Antiguo Testamento,
especialmente en el libro de los Salmos y en el Nuevo Testamento, donde aparece
cuatro veces en el Apocalipsis (Apoc 19,1.3.4.6). La
versión griega es también una transcripción del hebreo. La forma hebrea es la
de un verbo (hll) en la segunda persona del plural
del imperativo piel (que
es el aspecto intensivo de un verbo), “hallelu” y
significa “alabar” o “dar gracias” con gran alegría. Pero la palabra Hallelujah contiene
al final el sufijo “jah”,
que es la forma alternativa y abreviada del nombre de Dios, YaHWeH, que
se puede traducir como “Señor”.
“Éste es el día en que actuó el
Señor”
Por ello la palabra Hallelujah significa
dar gracias al Señor, alabándolo, cantando, tocando instrumentos o danzando,
con alegría exultante y manifiesta, que tiene su origen, su motivo y su destino
en el Señor Dios y sólo en Señor. Se canta Hallelujah por
el Señor Dios y para el Señor Dios. Y al introducir su nombre en la palabra
tenemos que hacer referencia al carácter personal de Dios, como el Tú, el Otro,
el totalmente Otro, el Señor que ha tenido a bien, por pura gracia suya, manifestarse
a los seres humanos en la historia. No es un Dios abstracto y difuso,
indeterminado o pura proyección de la religiosidad humana necesitada muchas
veces de una deidad, sino que se trata de un Dios que se ha revelado a los
hombres como Señor y lo ha hecho interviniendo en la historia, pues el nombre
de YaHWeH, significa no sólo “yo soy el que soy” sino
“yo soy el que está actuando”. El Salmo117 lo proclama: “Éste es el día en que actuó el
Señor” y nosotros lo cantamos durante toda la Pascua.
¡Resucitó el Señor!
Teniendo en cuenta esta dimensión
de relación gozosa, inherente a “Hallelujah”, relación
de agradecimiento y alabanza a un Dios personal, que ha actuado a largo de la
historia de Israel, liberando a su pueblo de la esclavitud, conduciéndolo a la
tierra prometida, manteniendo su alianza por siempre y a quien podemos llamar
el Señor, la fe de los cristianos sostiene que ese Dios personal se ha
manifestado plenamente en Jesús, resucitando de entre los muertos y
consiguiendo para los seres humanos la liberación más definitiva y profunda: la
salvación de la muerte y de la muerte, pues la victoria de Jesús, cuyo nombre
indica que El Señor es el salvador, ha sido compartida y comunicada a sus
hermanos los hombres: ¡Resucitó el Señor! Esta maravillosa realidad de la
victoria sobre el pecado, ya conseguida por Jesús es transmitida a los
creyentes en Él, y por ello tenemos la gran alegría de alabar a Dios exultantes
de gozo en este día de la Resurrección de Cristo proclamando al mundo entero la
palabra de la plenitud de la alegría que es Hallelujah, anunciando
así el estado de dicha permanente de los creyentes por la actuación salvífica,
liberadora y definitiva del Señor Dios.
Cristo ha resucitado
Hasta la resurrección de Cristo
nadie había podido oír ni pronunciar nunca esta singularísima, excelente y
genuina Buena Noticia del Evangelio: que el Señor ha resucitado. Por eso Pablo
la destaca poniendo el artículo determinado a la palabra: El Evangelio”. No es
comparable a cualquier otra Buena Noticia. Es tan especial que a ella se
reserva la categoría de Evangelio.
El Nuevo Testamento la transmite recogiendo el testimonio de la predicación
cristiana primitiva: Cristo
ha resucitado. Y ésta es la gran noticia del domingo de Pascua como
mensaje de alegría que resuena por toda la tierra y hace exultar a la
humanidad. Hace veinte siglos que sucedió, pero constituye una novedad
permanente en la historia de la humanidad. Cristo ha sido resucitado para no
morir nunca más. No es comparable su resurrección definitiva a las
resucitaciones realizadas por él en su vida histórica como milagros que eran
sólo señales de su resurrección escatológica.
Ha sido resucitado por Dios y para
siempre
Precisamente por ello la tradición
primigenia del mensaje pascual, recogida por Pablo en 1Cor 15,3-4, transmite el
acontecimiento de la resurrección de Cristo con la morfología del pretérito
perfecto en voz pasiva. De este modo el texto bíblico pone de relieve no sólo
que se trata de un hecho ya ocurrido, sino de un acontecimiento ya acaecido
cuya repercusión en el presente está vigente y se deja notar permanentemente.
La resurrección no es ya sólo un hecho puntual del pasado sino más bien una
realidad de consecuencias extraordinarias para la vida humana, pues, a partir
de Cristo resucitado y vencedor de la muerte, la existencia humana se abre a
una esperanza inédita. El horizonte al que podemos mirar los seres humanos va
más allá de la muerte porque, igual que Jesús ha sido resucitado de la muerte,
todos con él recibirán la vida en virtud de su Espíritu. La resurrección de
Cristo es, por tanto, el comienzo de la nueva humanidad. Hoy es el primer día
de la nueva creación. Éste es el motivo de la exultación universal.
Los Evangelios anuncian al
Resucitado
Los evangelios transmiten dos datos
diferentes acerca del Resucitado: el sepulcro abierto sin el cuerpo de Jesús y
las apariciones del resucitado a las mujeres y a los discípulos. Los relatos
evangélicos del sepulcro de Jesús, abierto y vacío, no son pruebas de la
resurrección sino signos que ayudan a las mujeres, a los discípulos y a los
creyentes de toda la historia, a entender ese mensaje de alegría y de
esperanza: Cristo ha
resucitado. Dios ha sellado la vida del crucificado con una victoria
decisiva. Las señales corporales de Jesús, las marcas de su crucifixión en las
manos y el costado muestran que el resucitado no es otro que el crucificado.
El Resucitado en el Evangelio de
Lucas
La narración lucana del sepulcro
abierto y sin el cuerpo de Jesús (Lc 24,1-11) permite
destacar varios elementos singulares del relato. Las mujeres encontraron
removida la piedra ya había sido removida, con lo cual se indica, igual que en
Marcos, que el acontecimiento de la resurrección es una obra divina. Las
mujeres no encuentran el cuerpo del Señor Jesús. En la búsqueda de Jesús, que
había sido crucificado y sepultado, las mujeres se encuentran la sorpresa de
que no está donde lo buscaban, pero reciben un mensaje de dos hombres se
presentan con ropa relampagueante como mensajeros de Dios. El mensaje que ellas
reciben va precedido de una interpelación profunda convertida casi en un
reproche: “¿Por qué buscan ustedes al viviente entre los muertos? No está aquí,
sino que resucitó”. Es una indicación genuina de Lucas. Parece que las
discípulas, que habían perseverado hasta el final, más allá de la muerte de
Cristo, y firmes en su amor inquebrantable al Señor, a pesar de su fidelidad no
habían entendido quién era Jesús ni la vida que él transmitía.
El Resucitado como triunfo del amor
sacrificial
El resucitado marca una
discontinuidad con la historia del común de los mortales, ya que la novedad de
vida que él tiene y que comunica a los humanos ya no está sometida a la muerte y
es eterna. Así se pone de relieve que el espíritu de amor y de entrega que
vivió Jesús en su vida mortal, su mensaje de verdad y de justicia, de perdón y
de paz no podía quedar retenido en la tumba de la muerte. Por eso Dios lo
resucitó de entre los muertos y a través de él sigue generando y comunicando
vida, alegría, paz y fraternidad entre los hombres.
El recuerdo de la palabra de Jesús
actualiza el dinamismo de la resurrección
Por eso la misión de las mujeres y
de la Iglesia es recordar, haciendo memoria de lo escuchado en Galilea. Para
encontrarse con el Resucitado no es necesaria ni siquiera una aparición
prodigiosa. Con recordar las palabras de Jesús basta. Al hacer memoria del plan
de Dios sobre el Hijo del Hombre y de su entrega por amor en manos de los
pecadores, pero a favor de ellos, recordando su crucifixión como justo y la
resurrección como culmen del proceso de la manifestación de Dios en Cristo, ya
se siente la fuerza y la presencia del Resucitado, que impulsa a comunicar la
noticia pascual, cambiando de rumbo la existencia. Finalmente las mujeres,
protagonistas de la misión inicial y permanente de la Iglesia, lo cuentan a los
demás, pero sólo las cree Pedro, que comprueba, admirado, lo sucedido. La
misión actual de la Iglesia consiste en avivar la fuerza de la Palabra de
Jesús, cuyo recuerdo la actualiza y cuya proclamación la celebra como palabra
regeneradora de una nueva humanidad, para vivir en el amor fraterno y en la
gran alegría de que el amor de Dios ha triunfado sobre la injusticia, sobre el
pecado y sobre la muerte en este mundo.
El Espíritu del Resucitado en el
mundo
Injertados en Cristo Jesús por el
bautismo, los creyentes experimentamos que, con Él y por Él, hemos dado muerte
a todo pecado y podemos vivir en la permanente alegría de la gracia con la
capacidad irrevocable de no pecar. Por eso en nosotros se ha generado una
personalidad nueva para caminar en la novedad de vida en el Espíritu. También
es misión primordial de la Iglesia recordar y anunciar la presencia del Espíritu
en toda persona que haciendo el bien y estando cerca de los que sufren la
miseria, la injusticia, la opresión y la violencia, dan testimonio de la
fraternidad universal de la familia humana, encaminada irreversiblemente hacia
el Padre por el crucificado y resucitado.
¡Feliz Pascua de Resurrección!
Desde Bolivia, con los niños y el
personal de Oikía, nuestra casa de acogida a los
niños de la calle, tras vivir intensamente los días de la Pasión y Muerte del
Señor, exultantes por el Resucitado, les invitamos a cantar de todo corazón: Hallelujah. ¡Feliz
Pascua de Resurrección!
José
Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura