PASCUA
– DOMINGO III C
(5-mayo-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
La
Eucaristía como lugar de encuentro con el Señor y los hermanos
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 5, 27b-32- 40b-41
o Apocalipsis
5, 11-14
o Juan
21, 1-14
ü En
estos domingos de Pascua, la liturgia propone a nuestra meditación unos textos
que nos permiten conocer experiencias y momentos vividos por las primeras comunidades
cristianas. El objeto de estas lecturas no es simplemente informarnos sobre lo
que ocurrió hace dos mil años, sino interiorizarlas y apropiarnos del entusiasmo
con que anunciaban al Señor resucitado. La fe que proclamamos hoy es la que nos
han trasmitido los testigos presenciales que recibieron la plenitud de los
dones del Espíritu Santo en Pentecostés. Al leer estos textos en este III
domingo de Pascua debemos preguntarnos qué nos dicen hoy.
ü El
relato de los Hechos de los Apóstoles nos permite asistir virtualmente, con
gran realismo, a un encuentro muy tenso entre el sumo sacerdote y los apóstoles.
¿Qué acusación les hacía? “¿No les habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre
de ése? En cambio, han llenado Jerusalén con su enseñanza y ustedes quieren hacernos
responsables de la sangre de ese hombre”.
ü Durante
su vida pública, Jesús tuvo serios enfrentamientos con los escribas y fariseos.
Sus enseñanzas pusieron al descubierto la hipocresía y las manipulaciones de los
dirigentes religiosos. Los seguidores de Jesús, fieles a sus enseñanzas, siguen
por este mismo camino de enfrentamientos. Y así seguirá sucediendo hasta el fin
de los tiempos. Con mucha frecuencia, se manifiesta una profunda incompatibilidad
entre los valores del Reino de Dios y determinadas agendas políticas.
ü Ante
esta acusación del sumo sacerdote, ¿cómo responden los apóstoles? Pedro, líder
del grupo, toma la palabra; su respuesta tiene dos partes:
o La
primera parte de su respuesta es enfática: “Hay que obedecer a Dios antes que a
los hombres”. Los apóstoles hablaban en nombre del Señor y anunciaban lo que Él
les había ordenado proclamar; por el contrario, el sumo sacerdote representaba
los intereses de un grupo.
o La
segunda parte de la respuesta fue muy astuta, ya que Pedro aprovechó esta
oportunidad única que se le presentaba para catequizar al sumo sacerdote y al
séquito que lo acompañaba. Así, de mala gana, el sumo sacerdote tuvo que
aceptar ser alumno de Pedro y oírle su catequesis.
ü ¿Cómo
terminó este encuentro? Los Hechos de los Apóstoles son muy escuetos en la
narración: “Azotaron a los apóstoles, les prohibieron hablar en nombre de Jesús
y los soltaron”. La reacción de los apóstoles debió sorprender al sumo
sacerdote; nos dice la narración que “los apóstoles salieron del Consejo, contentos
de haber recibido aquel ultraje por el nombre de Jesús”. La alegría de los apóstoles
no debe interpretarse como la reacción de unos masoquistas felices por haber
sido azotados. Su alegría es muy profunda; se sienten totalmente identificados
con el camino recorrido por su amado Maestro.
ü Meditemos
ahora en esta aparición del Señor resucitado en el lago de Tiberíades. En este
relato llama la atención la forma tan pormenorizada como se describe la escena:
número de los presentes y sus respectivos nombres; las instrucciones precisas
dadas por el Señor; el volumen de la pesca obtenida; la disposición de la
hoguera; los gestos y las palabras del Señor. En este relato, podemos
identificar claramente dos partes: la pesca y la cena con el resucitado.
ü Respecto a la pesca,
es notable la frustración de los apóstoles pues habían trabajado toda la noche
sin obtener ningún resultado. Estando en este profundo desánimo, se hace
presente el Señor, quien hace una sugerencia: “Echen la red a la derecha de la
barca y encontrarán”. Efectivamente, “la echaron, y no tenían fuerzas para
sacarla, por la multitud de peces”.
ü Esta
escena debería ser meditada, una y mil veces, por los que trabajamos en
pastoral. ¿Cuál es su simbolismo?¡Muchas veces nos hemos sentido desmoralizados
por los escasos resultados después de haber hecho grandes esfuerzos para sacar adelante
un determinado proyecto apostólico! Estos fracasos son un llamado a la humildad
para recordarnos que somos simples instrumentos en manos de Dios. El resultado
es obra de la gracia.
ü Ignacio
de Loyola nos hace una sabia sugerencia para la vida espiritual: Pongamos todos
los medios como si el resultado dependiera de nosotros; después dejemos todo en
manos de Dios…
ü Respecto a la cena,
el relato del evangelista Juan, testigo presencial, manifiesta una particular
intimidad: “Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y
pan. Jesús les dice: Traigan algunos de los peces que acaban de coger”. El
autor de este relato nos sugiere la emoción que embargaba a los apóstoles, y
nos dice: “Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque
sabían bien que era el Señor”. En esta cena íntima alrededor de una hoguera sobre
la playa, se repiten los mismos gestos del Señor en la última Cena; escribe Juan:
“Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado”.
ü Estos
encuentros con el Señor resucitado transformaron el ser y el actuar de su más
cercanos seguidores. Por eso el anuncio que harán no es la repetición de un
discurso aprendido de antemano; ellos trasmiten una experiencia que supera todo
lenguaje humano. Por eso comunicarán su vivencia del Señor resucitado a todo
aquel que quiera oírlos, y no habrá autoridad religiosa o civil que los pueda
callar. Ellos han visto al Resucitado, han comido y bebido con Él.
ü Las
lecturas de este III domingo de Pascua nos dejan unos mensajes muy claros para quienes
hemos sido bautizados y así participamos de la Pascua del Señor:
o El
anuncio de la Palabra de Dios no puede ser limitado por las autoridades ni puede
subordinarse a unos intereses particulares.
o Muchos
de los fracasos que nos mortifican es porque hemos confiado ciegamente en los
medios humanos y nos hemos olvidado de Dios. Pongamos nuestra confianza en Él. Dejémonos
llevar por el Señor, quien nos sugerirá dónde debemos lanzar las redes.
o Vivamos
la Eucaristía dominical, no como una obligación, sino como un encuentro particularmente
cercano e íntimo con el Señor, a quien encontraremos en medio de la comunidad.