PASCUA
– DOMINGO IV C
(12-mayo-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
El
Buen Pastor
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 13, 14. 43-52
o Apocalipsis
7, 9. 14b-17
o Juan
10, 27-30
ü En
este IV domingo de Pascua, la figura del Buen Pastor es el foco de nuestra
atención. Es interesante recordar que, durante los primeros siglos de la
Iglesia, la figura del Buen Pastor tocaba fibras muy hondas del corazón de los
fieles. La encontramos en los sepulcros cristianos y en los lugares de culto.
Al representar a Jesús como Buen Pastor estaban expresando una Cristología que subrayaba
la cercanía del Señor con cada una de las ovejas del rebaño y su voluntad de
ayudar a los más débiles. Es la llamada ética
del cuidado, tan valorada hoy en día, en su más sublime expresión.
ü Esta
imagen del Pastor tiene una larga tradición bíblica. Los profetas y el autor de
los Salmos se refieren a Yahvé como el Pastor de Israel para significar el amor
y la cercanía del Señor con el pueblo de la Alianza. Esta imagen del pastor que
cuida a su rebaño es mejor comprendida por aquellos que están familiarizados
con la vida del campo, y es menos expresiva para los habitantes de la gran ciudad,
cuyo escenario preferido de descanso son los centros comerciales.
ü ¿Qué
elementos nos ofrece el evangelista Juan cuando nos presenta la imagen del Buen
Pastor? Aunque el texto es muy breve, tiene un hondo contenido teológico:
o “Mis ovejas me obedecen
cuando yo las llamo”. Con estas palabras, el
Señor se refiere a la relación de confianza entre Él y cada uno de nosotros.
Recordemos que la fe no consiste en una lista de principios doctrinales y
morales, los cuales acogemos con nuestra inteligencia y los ponemos en práctica.
La fe, por encima de todo, es un acto de confianza en Jesucristo, que asumió nuestra
condición humana para revelarnos el misterio del Padre y conducirnos hacia Él,
y tuvo el máximo gesto de amor que lo llevó a dar la vida por nuestra
salvación. Por eso el verbo obedecer
tiene un sentido muy particular: no se trata del acto que ejecuta el soldado
ante una orden de su superior jerárquico; es la respuesta gozosa de quien sabe
que el Señor es camino, verdad y vida.
o “Yo las conozco y ellas
me siguen”. Estas palabras nos deben llenar de
alegría y son fuente de seguridad. No somos unos seres insignificantes perdidos
en la inmensidad del universo. El Señor nos conoce por nuestro nombre; para Él somos
un libro abierto en el que no hay secretos. Además, es un conocimiento que
fluye en ambas direcciones: su vida, pasión, muerte y resurrección nos ha
permitido conocer las intimidades de su Corazón, y Él conoce nuestras fragilidades
y así nos acepta.
o “Yo les doy la vida
eterna”. Para poder comprender el alcance de esta
afirmación de Jesucristo, Buen Pastor, tenemos que tomar conciencia de nuestra
pequeñez y de nuestra condición como creaturas. Este regalo (Yo les doy la vida
eterna) sobrepasa cualquier aspiración humana. Sólo nos queda agradecer este
don y pedirle que no nos apartemos del camino del bien.
o “No se perderán jamás;
nadie las arrebatará de mis manos”.
Meditemos con profunda humildad estas palabras del Buen Pastor. Recordemos que
la tentación es compañera inseparable en el camino de la vida. Desde los
albores de la humanidad tenemos la tentación de querer ser como Dios,
inclinación que es magistralmente desarrollada en el libro del Génesis en ese diálogo
entre Eva y la serpiente, lleno de símbolos. La ambición y el orgullo nos
separan del rebaño y nos conducen al abismo.
ü Después
de estas reflexiones sobre el relato evangélico, hagamos una breve referencia
al libro del Apocalipsis, escrito en un lenguaje lleno de símbolos, cuyo
significado se nos escapa muchas veces. Recordemos que este libro contiene las
visiones del evangelista Juan, exiliado en la isla de Patmos, que escribe para las
iglesias de la provincia de Asía, golpeadas duramente por las persecuciones de
las autoridades romanas. Juan quiere confirmarlos en la fe e infundirles
optimismo.
ü En
el texto que nos propone la liturgia de este domingo, Juan utiliza las imágenes
del rebaño, Cordero y Pastor. Leámoslo con atención: “El que está sentado en el
trono los admitirá a su presencia y los protegerá: nunca más padecerán hambre
ni sed, y no los agobiará el sol ni el calor. Porque el Cordero que está en el
centro, frente al trono, los apacentará y los guiará a los manantiales de las
aguas de la vida”.
ü Esta
fiesta del Buen Pastor es motivo de hondas reflexiones para quienes tienen responsabilidades
muy serias en la conducción de la Iglesia. Los obispos, sacerdotes y bautizados
que han hecho una opción por la vida consagrada, encontramos en el Buen Pastor
el modelo por excelencia de lo que se espera de nosotros. Por eso el Papa Francisco,
en una de sus frases de gran impacto, nos recuerda que “el pastor debe oler a
oveja”. Con esta imagen el Papa describe la relación de cercanía y comunicación
que debe existir entre los pastores y sus comunidades. Los pastores debemos conocer
y compartir los gozos y esperanzas, los temores y las incertidumbres de las comunidades
a las que acompañamos.
ü Así
como encontramos estas inspiradoras palabras para quienes prestamos este
servicio eclesial, también debemos recordar las durísimas palabras de Jesús sobre
aquellos pastores que han traicionado su vocación y se han aprovechado del reconocimiento
que tienen ante sus comunidades para satisfacer sus apetitos personales de
dinero, poder y sexo. Es el pecado del escándalo que tanto dolor causa en el
cuerpo de la Iglesia.
ü En
esta fiesta del Buen Pastor oremos por el Papa Francisco, quien es el Pastor
universal de la Iglesia en un momento tan oscuro, y que es objeto de críticas despiadadas
de los enemigos internos y externos. Pidamos por los obispos y sacerdotes para
que sean fieles a su misión y sigan el ejemplo del Buen Pastor. Oremos al Espíritu
Santo para que suscite numerosas y santas vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa;
jóvenes generosos, con una motivación transparente para el servicio eclesial, y
con una afectividad sana que les permita vivir el celibato con alegría y paz.