«testigos DE LA PROMESA DE DIOS»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el cuarto domingo de Pascua
[12 de mayo de 2019]
En este cuarto domingo de Pascua,
rezamos especialmente por las vocaciones, porque es el domingo del buen Pastor.
El texto que leemos en el Evangelio (Jn 10,27-30),
nos ayuda a comprender la importancia de rezar por las vocaciones sacerdotales
y consagradas y ahondar en esta imagen de Jesús, como Buen Pastor: «Mis ovejas escuchan mi voz,
Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida Eterna». Hoy también seguimos
necesitando que haya jóvenes que escuchen la voz del Señor, sean testigos de
sus promesas y decidan con valentía donar su vida a Dios y a sus hermanos,
respondiendo al llamado que Dios les hace a la vida sacerdotal o consagrada.
El Papa Francisco nos envía cada año una
carta para este domingo. Este año se titula: «La valentía de arriesgar por la
promesa de Dios».
Allí nos dice:
«La llamada del Señor, por tanto, no es
una intromisión de Dios en nuestra libertad; no es una “jaula” o un peso que se
nos carga encima. Por el contrario, es la iniciativa amorosa con la que Dios
viene a nuestro encuentro y nos invita a entrar en un gran proyecto, del que
quiere que participemos, mostrándonos en el horizonte un mar más amplio y una
pesca sobreabundante.
El deseo de Dios es que nuestra vida
no acabe siendo prisionera de lo obvio, que no se vea arrastrada por la inercia
de los hábitos diarios y no quede inerte frente a esas elecciones que podrían
darle sentido. El Señor no quiere que nos resignemos a vivir la jornada
pensando que, a fin de cuentas, no hay nada por lo que valga la pena
comprometerse con pasión y extinguiendo la inquietud interna de buscar nuevas
rutas para nuestra navegación. Si alguna vez nos hace experimentar una “pesca
milagrosa”, es porque quiere que descubramos que cada uno de nosotros está
llamado –de diferentes maneras–, a algo grande, y que la vida no debe quedar
atrapada en las redes de lo absurdo y de lo que anestesia el corazón [...] Por
supuesto, abrazar esta promesa requiere el valor de arriesgarse a decidir. […] En
definitiva, cuando estamos ante el vasto mar de la vocación, no podemos
quedarnos a reparar nuestras redes, en la barca que nos da seguridad, sino que
debemos fiarnos de la promesa del Señor.
En el encuentro con el Señor, alguno
puede sentir la fascinación de la llamada a la vida consagrada o al sacerdocio
ordenado. Es un descubrimiento que entusiasma y al mismo tiempo asusta, cuando
uno se siente llamado a convertirse en “pescador de hombres” en la barca de la
Iglesia a través de la donación total de sí mismo y empeñándose en un servicio
fiel al Evangelio y a los hermanos. Esta elección implica el riesgo de dejar
todo para seguir al Señor y consagrarse completamente a él, para convertirse en
colaboradores de su obra. Muchas resistencias interiores pueden obstaculizar
una decisión semejante, así como en ciertos ambientes muy secularizados, en los
que parece que ya no hay espacio para Dios y para el Evangelio, se puede caer
en el desaliento y en el cansancio de la esperanza.
Y, sin embargo, no hay mayor gozo que
arriesgar la vida por el Señor. En particular a ustedes, jóvenes, me gustaría
decirles: No sean sordos a la llamada del Señor. Si él los llama por este
camino no recojan los remos en la barca y confíen en él. No se dejen contagiar
por el miedo, que nos paraliza ante las altas cumbres que el Señor nos propone.
Recuerden siempre que, a los que dejan las redes y la barca para seguir al
Señor, él les promete la alegría de una vida nueva, que llena el corazón y
anima el camino» (Mensaje del Papa
Francisco para la LVI Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones).
En este domingo rezamos por las
vocaciones sacerdotales y consagradas, y pedimos a Dios rezando como Él mismo
nos indicó porque la mies es abundante y los operarios son pocos. Quiero
agradecer a Dios especialmente por nuestro Seminario Diocesanos «Santo Cura de Ars». Allí están 36
seminaristas de las tres diócesis de Misiones. Esto también nos anima, como
Pueblo de Dios, a seguir comprometidos en la oración por las vocaciones. Desde
ya agradezco a nuestra gente el cariño y cercanía que demuestran con nuestro
Seminario que es el corazón de la Diócesis, y es un signo de esperanza en la
tarea evangelizadora de la Iglesia
Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo.
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas