COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

Cuarto de Pascua, Ciclo C – Domingo del Buen Pastor

Evangelio según San Juan 10,27-30

Jesús dijo: “mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa.”

NADIE PODRÁ ARREBATARNOS DE LAS MANOS DEL PADRE

En primer lugar, Jesús es el Buen Pastor, nosotros, los fieles, somos sus ovejas. Hay un diálogo, una participación, una iniciativa que es suya, donde Dios se ha presentado, nos busca, nos acompaña, camina con nosotros y no sólo eso sino que dio su vida por nosotros; eso le da a Jesús autoridad: la autoridad del testimonio, la autoridad del respaldo de su vida.

Estas no son meras palabras, ni grandilocuentes discursos, ni posturas mediáticas para convencer al público de turno sino que, fundamentalmente, el Señor dio su vida por cada uno de nosotros. Esto provoca conocimiento, provoca amor, también provoca reconocimiento, seguimiento, discipulado y termina con el testimonio.

Jesús nos da la vida eterna, esa vida que no perece jamás y nos llena el alma, dando sentido a nuestra existencia. El mundo no tiene fuerza propia y, sin Dios, el mundo carece de sentido; por eso el Señor nos da aquello que no terminará jamás.

En segundo lugar, Jesús afirma que nadie nos arrebatará de sus manos porque estamos enlazados, unidos, sostenidos por la Sangre del Cordero, por Jesucristo el Hijo de Dios. Nadie podrá arrebatarnos de las manos del Padre ya que “el Padre y Yo somos una misma realidad”

Pidamos al Buen Pastor que esté presente en tantos jóvenes, tantas familias, tantas personas aisladas, abandonadas, desanimadas, desilusionadas, destruidas, rotas, quebradas, que a veces no tienen referencia a nada ni a nadie.

Tomemos conciencia que no sólo somos depositarios de un don, sino que también tenemos una misión que cumplir. Demos luz a los jóvenes, pero con el testimonio, con la autoridad de la vida. Demos testimonio. Pidamos también por los niños porque si no hablamos de Dios, si no lo tenemos presente, si no vivimos y encarnamos los valores ¿qué presente damos?, ¿qué futuro dejamos?

Que el Buen Pastor guie nuestras vidas y que muchos jóvenes escuchen su llamado.

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén