Paz en construcción

 

Se ha hecho viral el gesto del Papa Francisco besando los pies a los líderes enemigos de Sudán del Sur, en su visita el mes pasado al Vaticano. Y el Papa les dice: “Construyan la Paz”. Todo ser humano debe ser constructor de paz. La guerra la llevamos dentro. Lo esquivo y difícil es la paz. La mesa o centro de convenciones y diálogo para la paz debe ser el corazón humano. Allí están los elementos más sensibles que arman las guerras.

El regalo más grande del Jesús Resucitado, es decir, del Dios viviente, es la Paz. La vida y la Paz se fortalecen, se encuentran, se enamoran. Y es un enamoramiento que prende los corazones. Se vive con mayor intensidad en tiempos de paz. Pareciera que la armonía entre la madre naturaleza y los seres humanos es un fruto de la paz. En cambio, la zozobra, la angustia, el desorden institucionalizado son el hábitat de la guerra.

La fuerza de atracción y contagio del cristianismo está en la bondad, en la ternura del corazón y el respecto por los demás. La aspereza y el mal trato no se compadecen con el evangelio y, mucho menos, son signos los seguidores de Jesús. Nuestra tarea y gran responsabilidad están en ser constructores de paz. Antes de romper los diálogos de paz y disparar un arma, tendríamos que apaciguar la desazón de los corazones.

Jesús nos invita a superar el miedo. El caparazón del miedo es la cobardía. Y la cobardía  nos lleva a crear fantasmas allí donde la realidad es un desafío apasionante. La misión del  seguidor de Jesús es la de transformar la realidad  en hábitat propio de convivencia; derribar las fronteras de los egoísmos reconcentrados y convertir los campos de concentración en paraísos de gozo, de felicidad en comunión y fraternidad universal.

Cochabamba 26.06.19

jesús e. osorno g. mxy

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