COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos)
Domingo
sexto de Pascua, Ciclo C
Evangelio
según San Juan 14,23-29.
Durante
la última cena, Jesús dijo a sus discípulos: "El que me ama será fiel a mi
palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama
no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre
que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará
todo y les recordará lo que les he dicho.” Les dejo la paz, les doy mi paz,
pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: 'Me
voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al
Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que
suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
NO
NOS INQUIETEMOS NI TENGAMOS MIEDO
Jesús, en la Ultima Cena, nos está
dejando su Testamento por medio de los Apóstoles; son las últimas
recomendaciones: “el que me ama debe ser fiel a su palabra” porque si es fiel a
la palabra, el Padre también lo amará y estará presente.
Esto es algo que muchas veces no
pensamos; cuando recibimos a Jesús estamos recibiendo al Padre y al Espíritu
Santo; entramos en la Comunión con la Santísima Trinidad: el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo son una misma realidad, distintas misiones, distintas
manifestaciones, tres personas pero un solo Dios verdadero.
Esta in-habitación -este “entrar
dentro”, ser invitado- es porque nosotros también tenemos un llamado a una vida
trinitaria; entramos en una verdadera comunión. Esa comunión que nos hace
entrar en comunión con todos los demás; esa sinodalidad
que hoy está fuertemente expresada en el caminar juntos. Caminaremos juntos en
la medida que Dios esté presente en cada uno de nosotros.
Es muy importante abrirnos a la
presencia de Dios. Recibir la Palabra, guardarla, revestirse de Ella.
Tener criterios, no sólo individuales,
personales, institucionales, y que estén presentes en todos los ámbitos de
nuestra vida social, nuestra vida eclesial.
Así la fuerza del Paráclito -el
Espíritu Santo- nos va a enseñar pero nos va a recordar todo lo que Jesús hizo
y dijo para nosotros. De esa forma se avivará el Espíritu en nosotros, por eso
estamos adorando al DIOS VIVO, no al muerto; al que está PRESENTE, al que ha
TRIUNFADO, al que ha VENCIDO al pecado y la muerte, ¡no al vencido! Él es quien
ha vencido al pecado y la muerte. No nos inquietemos, no tengamos miedo, pero
alegrémonos porque tenemos el amor en Él, tenemos la seguridad y la certeza que
Él está en medio de nosotros.
En estos tiempos difíciles, en este mundo
tan complejo, tan perplejo, donde pareciera que todo se viene abajo, se
derrumba o se destruye, confiemos en el Señor que nos asegura su presencia, su
fuerza y su amor.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén