PASCUA
– DOMINGO DE PENTECOSTÉS C
(9-junio-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Una
meditación sobre los Dones del Espíritu Santo
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 2, 1-11
o I
Carta de san Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13
o Juan
20, 19-23
ü Cincuenta
días después de la Pascua, se celebra la fiesta de Pentecostés. Antes de su
Ascensión a los cielos, el Señor les había prometido que les enviaría al
Espíritu Santo para que acompañara a la Iglesia hasta el fin de los tiempos. En
Pentecostés se cumple esta promesa, y los discípulos experimentan una profunda
transformación, pues los tímidos e ignorantes pescadores se convierten en
elocuentes testigos de la Resurrección, capaces de debatir con los doctores de
la Ley.
ü En
el relato de los Hechos de los Apóstoles, se da particular importancia al don
de lenguas. Vayamos al texto: “Llenos de asombro y admiración decían: ¿No son
galileos todos esos que están hablando? ¿Entonces por qué los oímos hablar cada
uno en nuestra propia lengua?”
ü Esta
sorpresa que manifiestan los judíos provenientes de otros países que se encontraban
en Jerusalén para celebrar la Pascua, contiene un poderoso mensaje teológico
sobre la universalidad de la Iglesia. El mandato de Jesucristo es anunciar la
Buena Nueva a todas las naciones. Y esa apertura se empieza a vivir desde los inicios
de la Iglesia.
ü Una
persona del siglo XXI que lea este pasaje de los Hechos de los Apóstoles podrá pensar:
el don de lenguas es algo muy especial concedido a los discípulos el día de
Pentecostés, pero ¿qué me dice hoy este relato? Debemos procurar que el anuncio
del Evangelio se lleve a cabo “según personas, tiempos y lugares”, como diría
san Ignacio de Loyola, es decir, hay que tener en cuenta el contexto cultural.
ü Aunque
el contenido de la Evangelización es el mismo a lo largo de los siglos, el lenguaje
debe ser diferente dependiendo de los interlocutores que tengamos: una cosa es
catequizar a unos pescadores del Pacífico y otra muy diferente si se trata de
unos estudiantes universitarios. Al final de estas conversaciones, todos ellos
– pescadores y universitarios – deberían decir: ¿Por qué los oímos hablar cada
uno en nuestra propia lengua?
ü Esto
significa un enorme desafío para la Iglesia. Debemos conocer el contexto
cultural de las comunidades a las que acompañamos y evangelizamos: su modo de comunicarse,
sus valores, sus símbolos, su folclor, su manera de pensar sobre la familia, el
rol de la mujer, la educación de los hijos, etc. En esto tenemos mucho que
aprender del Papa Francisco, quien es maestro consumado en el arte de la comunicación;
sus palabras son comprensibles y tocan el corazón de todos los que lo escuchan.
ü Después
de estas consideraciones generales sobre la fiesta de Pentecostés, vayamos a la
experiencia vivida por los discípulos del Señor, quienes recibieron los dones
del Espíritu Santo. La predicación de la Iglesia nos enseña son 7 los dones que
recibimos en el bautismo y que se van incrementando en nosotros mediante la participación
en los sacramentos. Ellos son: Sabiduría,
Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.
ü El don de Sabiduría
es la gracia que nos permite ver la realidad que nos rodea con los ojos de
Dios. Esta mirada penetrante nos permite reconocer la presencia de Dios Creador
en el canto del pájaro, en la belleza de la flor, en la sonrisa de un niño.
Para el científico positivista, todo eso es simplemente una organización de
átomos fruto del azar en millones de años de evolución. Para el creyente, la
evolución no es un juego de azar, sino que hace parte del plan creador de
Dios-amor.
ü El don de Inteligencia o
Entendimiento nos es concedido para avanzar en la comprensión
de las enseñanzas de Jesucristo. El alcance de este don se comprende al leer el
relato de los discípulos de Emaús; ellos iban tristes y desanimados por lo que había
sucedido en Jerusalén el Viernes Santo, cuando había sido crucificado su Maestro,
y se habían derrumbado todas sus ilusiones. A través del diálogo sostenido con
un caminante desconocido, que después resultó ser el Señor resucitado, sus
mentes se abrieron y en su corazón volvió a renacer la esperanza. A través de esta
conversación, comprendieron el sentido de los últimos acontecimientos. El don
de Inteligencia o Entendimiento nos permite comprender la lógica salvífica de
los acontecimientos, que es diferente de la lógica humana que se mueve entre
los polos del éxito y fracaso.
ü La
experiencia nos muestra que antes de tomar una decisión importante, es prudente
escuchar el consejo de personas experimentadas que seguramente aportarán
elementos muy útiles para tomar una decisión acertada. Pues bien, el don de Consejo es una gracia que nos
permite avanzar en fidelidad a los mandatos y enseñanzas del Señor. Es importante
favorecer un clima de oración y de silencio interior para escudar la voz del
Espíritu en nosotros. En la tradición espiritual de los jesuitas, hablamos del discernimiento como esta sensibilidad
espiritual para leer las mociones del Espíritu en nuestro interior.
ü El don de Fortaleza
es el que nos sostiene en los momentos difíciles. Pensemos, por ejemplo, en el
heroísmo de aquellas personas que dan testimonio de su fe en medio de condiciones
de persecución o desprecio de los valores religiosos; admiremos la fortaleza
que necesitan tantos padres y madres de familia, asfixiados por la estrechez
económica, que son tentados por la ilegalidad para obtener recursos económicos.
Se necesita una voluntad de acero para no sucumbir.
ü El don de Ciencia
nos ayuda a percibir la grandeza de Dios a través de la creación y nos enseña a
custodiar este regalo para beneficio de todos. Nos ayuda a asumir nuestras
responsabilidades como administradores de la casa común con una motivación que
va más allá de lo puramente ecológico y que se alimenta de la mística expresada
por san Francisco de Asís en su Himno a las creaturas.
ü El don de Piedad
genera en nosotros un sentimiento de intimidad con Dios que nos permite hablarle
con sencillez y humildad, como hijos que le abrimos el corazón a nuestro Padre
común.
ü El don de Temor de Dios
no debe asociarse con una visión terrorífica de la trascendencia, lo cual iría
en contra de lo que Jesús nos ha revelado en la parábola del hijo pródigo. Este
don nos da la luz interior que nos ayuda a tomar conciencia del abismo infinito
entre Dios, siempre fiel a pesar de nuestras infidelidades. Este contraste no
es para conducirnos a la desesperanza y al pesimismo, sino que es fuente de
agradecimiento por el amor misericordioso de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo,
que dio su vida por nuestra salvación.
ü Vivamos
con devoción esta fiesta de Pentecostés, que marca el comienzo de la acción evangelizadora
de la Iglesia. Pidamos al Espíritu Santo que renueve a la Iglesia, tan golpeada
y abatida en este momento y que nos regale sus 7 dones.