TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XIV C
(7-julio-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Un
manual de buenas prácticas evangelizadoras
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 66, 10-14c
o Carta
de san Pablo a los Gálatas 6, 14-18
o Lucas
10, 1-12. 17-20
ü El
texto del evangelista Lucas sintetiza una conversación de Jesús con un grupo de
sus discípulos a quienes da las instrucciones sobre una misión que les confiaba
para que prepararan el terreno de una salida apostólica que Él se disponía a
realizar. En términos de hoy, hablaríamos de un trabajo de campo, donde podrían aplicar lo que habían aprendido del
Maestro. Estas instrucciones del Señor constituyen un pequeño Manual de buenas prácticas evangelizadoras,
que conservan su validez a través de los siglos.
ü El
evangelista Lucas hace una descripción muy genérica de los misioneros. Sin
mayores precisiones, nos dice que “designó otros setenta y dos discípulos y los
mandó de dos en dos para que fueran delante de Él”. La redacción sugiere que
antes de estos setenta y dos discípulos, había enviado a otros. ¿A quiénes se
refiere? Podemos suponer que las primeras salidas apostólicas fueron realizadas
por los doce Apóstoles. Este segundo grupo estaría constituido por hombres y
mujeres de buena voluntad, que habían acogido con entusiasmo las palabras de
Jesús y querían compartirlas con sus familiares y vecinos. Esta misión de los
“otros setenta y dos discípulos” es un llamado a profundizar en nuestras responsabilidades
como anunciadores de la buena noticia. Todos los bautizados, y no solo los
obispos y sacerdotes, debemos anunciar el gozo del Evangelio, en el contexto
concreto en el que realizamos nuestras actividades: la familia, los vecinos, el
trabajo.
ü Como
motivación para la misión, les recuerda que “la cosecha es abundante, pero los
obreros son pocos; pidan al dueño de la cosecha que mande obreros a recogerla”.
Si miramos a nuestro alrededor, tomaremos conciencia de las grandes necesidades
espirituales de tantas personas que se sienten agobiadas por la lucha diaria, carecen
de una motivación para vivir y se preguntan qué es la felicidad.
ü Después
de esta motivación inicial, les da la señal de partida: “Pónganse, pues, en
camino”. Hay que abandonar la zona de confort que nos ofrece seguridad, donde interactuamos
con personas con las que compartimos valores y creencias, para tender puentes
de comunicación con otras personas que tienen principios muy distintos. Estos
misioneros que hacen sus primeras experiencias apostólicas saben que tendrán
que afrontar serias dificultades. El Señor les pide que estén vigilantes porque
los envía “como ovejas entre lobos”.
ü A
continuación, el Señor les describe, en términos generales, cómo será la
acogida que les espera: en unos casos, los recibirán con amabilidad y les
abrirán sus puertas; en otros casos, deberán enfrentar una abierta hostilidad.
¿Qué instrucciones les da para manejar estos dos escenarios? Las instrucciones
de Jesús son muy pragmáticas: si se sienten acogidos, permanecerán allí; si los
reciben mal, deberán continuar y procurar establecer contacto con otras
personas.
ü Jesús
hace una recomendación muy valiosa pues pide acompañar el anuncio del Evangelio
con el trabajo en favor de los enfermos y necesitados. Les dice: “Curen a los
enfermos que haya y díganles: Ya llega Dios a reinar sobre ustedes”. A lo largo
de su historia, la Iglesia ha tomado muy en serio esta recomendación del Señor
y como Madre misericordiosa se ha hecho presente allí donde el dolor humano
clama por la solidaridad: hospitales, ancianatos, hogares para adolescentes
embarazadas, albergues para migrantes y refugiados. Es impresionante la lista
de las instituciones de la Iglesia que sirven a los más necesitados. Así da
testimonio de cómo trabajar por la redención del ser humano integral, atendiendo
sus necesidades físicas como espirituales. La Iglesia hace presencia en
apartados rincones del mundo donde no se hace presente el Estado y que son
ignorados por los grandes grupos económicos.
ü Atender
las necesidades de los más pobres exige cuantiosos recursos. Por eso sorprende que,
en este Manual de buenas prácticas evangelizadoras,
les diga a sus discípulos: “No carguen dinero, provisiones ni calzado”. Esta orientación
no solo sorprende, sino que tiene visos de irresponsabilidad. ¿Cómo lanzarse
por los caminos del mundo a anunciar la Buena Nueva sin contar con los recursos
básicos? ¿Qué pretendía Jesús al dar esta orientación? Una Iglesia en salida
misionera debe entender que sembrar la semilla de la fe no es un proyecto humano,
sino que es la obra de Dios. El impacto de una obra apostólica no puede medirse
por la calidad de sus instalaciones ni por la solidez de su presupuesto ni por
la sofisticación de los equipos audio-visuales que se usan en la catequesis.
ü ¡Excelente
contar con todos los recursos, pero tengamos presente que son simples medios o
herramientas! El crecimiento de la semilla de la fe es obra de la gracia. Por
eso los agentes pastorales debemos nutrir nuestra acción apostólica con la
oración y la participación eucarística. Si descuidamos la espiritualidad, terminaremos
convertidos en simples funcionarios de una ONG, entre las miles de
instituciones que proliferan en todos los continentes. No perdamos de vista que
el anuncio del Evangelio no es un emprendimiento personal sino una misión que
el Señor nos confía como miembros de la comunidad eclesial.
ü Que
estas sencillas reflexiones, inspiradas en las instrucciones del Señor a este
grupo de discípulos, nos dé un renovado impulso como miembros de una Iglesia en
salida misionera.