DOMINGO  XIV    (C)    (Lucas, 10, 1-12 y 17-20)

  Sintámonos y vivamos como miembros vivos de Cristo y de la Iglesia.

-  El Evangelio de hoy nos recuerda una verdad, frecuentemente olvidada por muchos cristianos: “Que todos los cristianos, por el Bautismo, somos igualmente hijos de Dios y miembros de la Iglesia. Y por ese denominador común, todos tenemos una misma vocación a la santidad y al apostolado. Pero, _ Dios no nos ha creado “en serie”_ A ese común denominador hemos de sumar un múltiple numerador, que  lo determina la rica variedad de situaciones personales, que corresponden a cada miembro  y, a través de las cuales, cada uno, hemos de realizar en la Iglesia, nuestra específica vocación a la santidad y al apostolado.

- En la Iglesia no hay “clases pasivas, como en las corridas de toros, donde unos pocos: los toreros, los banderilleros ect..., se juegan la vida y los demás:

¡A disfrutar,  a criticar, a gritar y a exigir que el torero se arrime!.

-  Cristo hoy, con el envío de 72 discípulos, deja claro, a quienes pudieran pensar que la Iglesia la formaban sólo, los doce Apóstoles y unas cuantas mujeres que les acompañaban, ¡que esto no es así!

 - Hay que sacar del error a muchos cristianos que, todavía, siguen  pensando que la Iglesia es: el Vaticano, el Papa, los Obispos y los Sacerdotes.

  Según Cristo, todos los bautizados estamos  llamados,” a tirarnos al ruedo” y a tratar de “contagiar” a los demás, (con el ejemplo y la palabra) de la grandeza de nuestra Fe. "Cada uno, desde su condición laical y secular, debe convertirse en mensajero de su Fe en los ambientes donde Dios ha colocado a cada uno".  (El Papa Francisco)

-  Y, según nos amonesta el Señor, es apremiante esta tarea porque:

              "La mies es mucha y los operarios pocos"

-  Hoy tienen especial vigencia estas palabras del Señor porque, ¡a todas luces!, es inmensa la tarea  y escaso el número de cristianos responsables, convencidos de que, el Bautismo implica, no sólo ser buenos hijos de Dios, sino el compromiso: de “transformar el mundo según la mente de Cristo”.

- ¡Haz de ser protagonista en la obra de la Redención! "El que te creó  sin ti,   – nos recordó, en frase feliz, el gran San Agustín –  no  te salvará sin ti”.

- Que duda cabe que Dios podría haber realizado la Redención sin nuestra  intervención. Pero la realidad es que ha querido nuestra colaboración humana para llevarla a cabo. Ha querido que sea indispensable nuestra voluntaria adhesión a sus planes porque, quiere salvarnos desde nuestra condición de criaturas libres, y porque así, con esa colaboración libre, nos da la oportunidad de hacer meritoria nuestra personal salvación.

- ¡Manos a la obra en esa doble dirección que el Señor nos señala a todos!

            - Oración: “Rogad al dueño de la mies......” 

            - Acción: Y viviendo, con responsabilidad, la específica misión de hijos suyos en el lugar donde Dios nos ha colocado a cada uno. Guillermo Soto