Gente de paz

 

Ser humanos, vivir humanamente, respetarnos, valorarnos, tolerarnos siguen siendo tareas pendientes en nuestro mundo actual. Somos un mundo enfermo, “una enfermedad mental”, “un síndrome”, nos está comiendo el miedo, nos están matando el futuro, se lo están comiendo los más vivos y hemos llegado a recrear una niñez y adolescencia sin esperanza. Son los des-esperanzados quienes rechazan la esperanza de los mayores.

Necesitamos “gentes de paz”. No pueden convivir la guerra y la paz. Y tampoco se obtiene la paz solamente silenciando los cañones. ¡No, jamás! La paz es un estado del alma, un ritmo propio del corazón, una manera de entendimiento,  mesa y mantel tendidos donde la palabra se hace vianda y fortaleza y comunión. También camino. “No hay caminos para la paz… La paz es el camino”…

Jesús envía a sus discípulos y lo único que pueden llevar en sus mochilas es la paz. Si la gente recibe este presente, es porque son gentes de paz. Y si no, la paz regresará al corazón de los discípulos. Se conoce a la gente de paz: Desde su mirada, la diafanidad de su rostro, la sonrisa, el apretón de manos y la sinceridad que brota a borbotones contagiando así a quienes se vuelven encontradizos es este caminar pacífico.

¿Será que entre los derechos humanos podemos reclamar el ‘derecho a la paz’? ¿Cuándo hablamos de derechos ‘humanos’, qué es ese ‘humano’ en derecho? Simplemente nos hemos des-humanizado. Este ‘animal humano’ ha ido perdiendo sus valores, sus dimensiones, sus proyecciones. Está ardiendo la casa, ¿Será que no lo notamos? Abramos los ojos, limpiemos el corazón, abramos las manos y volvamos a la realidad: El hermano y la hermana nos necesitan, todos y todas constructores de la paz…

Cochabamba 07.07.19

jesús e. osorno g. mxy

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