Proximidad y convivialidad
La palabra “muro” está haciendo carrera en la actualidad. Generalmente
proviene de mentes estrechas, oscuras, cavernarias. Se trata de ignorar al
“otro” llámese hombre, mujer, país, etnia, color, religión, sexo, ideología. Y
se dictan normas que alejan, separan, encierran en moldes de egoísmo a quienes
no participan de nuestro bienestar o lo amenazan. Es una manera de decir: “no
te quiero”.
¿Qué es lo que nos permite pensar y crear una sociedad en proximidad y
convivialidad? O dicho de otra manera: ¿Quién es mi prójimo? El evangelio lo
resume así: “Quien me necesita, quien sufre, quien grita de dolor”. Y ahí se
establecen las diferencias: La religión puritana pasa de largo. Los políticos
crean los muros. Los poderosos se sienten amenazados, todo egoísta se vuelve
sordo, mudo, indiferente. El dolor no tiene eco.
“Y pasa un samaritano”…aquel que es ‘enemigo’, de otro religión, de otro
signo político, de otra cultura y se compadece de quien está apaleado y abatido
en su dolor. ¡Qué ingenuidad, qué miseria mental, qué desafecto emocional
preguntar a quien padece sufrimiento, por su religión o política para querer
ayudar y tender la mano! Entonces los muros se inventan y recrean del tamaño
del corazón…
Y este hombre unge con aceites y con vino lava las heridas… y paga el tratamiento. Es como tender la mesa,
convivialidad, romper las fronteras, derruir todo muro y levantar la bandera de
la solidaridad en construcción permanente de una nueva fraternidad, de una
humanidad en plena aceptación de diversidades y pluralidades que saben
compartir y construir futuro sin alambradas, sin mezquindades y solo en el
amor.
Cochabamba 14.07.19
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com