TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XVII C
(28-julio-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
¡Señor,
enséñanos a orar!
ü Lecturas:
o Génesis
18, 20-32
o Carta
de san Pablo a los Colosenses 2, 12-14
o Lucas
11, 1-13
ü Desde
la más remota antigüedad, los seres humanos hemos deseado comunicarnos con la divinidad,
como lo documenta la antropología. Las diversas expresiones de los ritos
funerarios, los altares construidos en la cima de las montañas, las ofrendas de
los frutos de la tierra y los sacrificios de animales son iniciativas humanas
para comunicarnos con la trascendencia. Las manifestaciones son múltiples, todas
ellas con el mismo propósito: alabar, dar gracias y pedir protección.
ü Teniendo
presente esta constante cultural, nos parece muy natural la petición que los
discípulos le hacen a Jesús: “Señor, enséñanos a orar como les enseñó Juan el
Bautista a sus discípulos”. Esta misma petición la hacen los fieles a los
sacerdotes, pues desean ser iniciados en el camino de la oración y de la vida interior.
ü El tema central de esta
liturgia dominical es la oración, y encontraremos elementos
muy inspiradores en el relato del libro del Génesis y las enseñanzas de Jesús
que nos han llegado a través del evangelista Lucas. En nuestra meditación, exploraremos
tres puntos: 1) la oración de Abrahán; 2) la oración del Padrenuestro; 3) la invitación
que nos hace Jesús para perseverar en la oración.
ü Empecemos
por la oración del patriarca Abrahán.
Recordemos el escenario al que nos referimos el domingo anterior: tres jóvenes
se aproximan a la tienda que Abrahán y su esposa Sara habían levantado en un
acogedor sombrío, con agua y pastos abundantes para sus rebaños.
ü El
libro del Génesis reproduce el diálogo entre uno de estos jóvenes visitantes,
identificado como el Señor, es decir, como mensajero de Yahvé, y el anciano pastor.
Este diálogo no es otra cosa que una bellísima oración de súplica del viejo
Abrahán, quien pretendía salvar a Sodoma y Gomorra de la destrucción, pues los
pecados de sus habitantes habían causado la ira de Dios.
ü En
esta oración de súplica, llaman la atención
la forma y el contenido. Sorprende el lenguaje coloquial utilizado por los
dos interlocutores. Siempre mostrando un profundo respeto, Abrahán avanza sus propuestas
que nos parecen muy arriesgadas, y que son aceptadas por su interlocutor, a
quien Abrahán llama Señor. Esta hermosa oración de súplica que hace el
patriarca es manifestación de una infinita confianza en el amor misericordioso
de Yahvé. Sabe que su misericordia no conoce límites, y por eso se expresa con total
libertad de espíritu. La forma y el contenido de esta oración nos dejan
profundas lecciones.
ü Después
de haber explorado brevemente las palabras que usa Abrahán en su oración de
súplica, vayamos al texto del evangelista Lucas. Cuando los discípulos le piden
al Maestro que les enseñe a orar, Jesús les responde con la oración del Padrenuestro, que es la síntesis
perfecta de todo lo que podemos decirle a Dios. Deberíamos recitarla varias
veces a lo largo del día, permitiendo que cada una de estas plegarias resuene
en nuestro interior.
ü Nos
hemos familiarizado con la palabra Padre
para dirigirnos a Dios, pero cada vez nos deberíamos sorprender pues, ¿quiénes
somos nosotros, seres insignificantes, para conversar así con la plenitud del Ser
y de la Sabiduría?
ü Ese
abismo entre el Creador y las creaturas es superado por la Pascua de Jesucristo;
por Él podemos llamar Padre a Dios.
Por eso son tan profundas las palabras que sirven de introducción a la oración
del Padrenuestro durante la celebración de la eucaristía: “Fieles a la
recomendación de Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
Padre nuestro…”.
ü El Padrenuestro es
oración de alabanza. Es frecuente que nos
acordemos de Dios en los momentos difíciles, cuando nos sentimos desprotegidos
y vulnerables. También deberíamos acordarnos de Él en los momentos de alegría,
cuando disfrutamos del afecto de la familia y de los amigos, cuando
contemplamos las maravillas de la naturaleza. La vida es un regalo que nos ha
sido dado sin méritos de nuestra parte. Toda la creación es una inmensa partitura
que celebra la infinitud de Dios y deberíamos permanecer unidos a ese ininterrumpido
concierto que entona la Creación. Los salmos expresan poéticamente este
sentimiento de alabanza. San Francisco de Asís compuso el Himno de las Creaturas
y nos invita a establecer unos profundos vínculos de solidaridad y comunión con
el hermano sol, la hermana luna, el hermano lobo… El Papa Francisco retoma este
enfoque de la espiritualidad en su encíclica
Laudato si sobre El cuidado de la casa común. San Ignacio de Loyola nos muestra
el camino para la contemplación para alcanzar amor, un modo de oración que nos
permite buscar y hallar a Dios en todas las cosas.
ü El Padrenuestro es
oración de acción de gracias. Es el sentimiento que nace
de un corazón agradecido que reconoce que todo lo que nos rodea es un regalo.
Cuando nacemos, somos unos seres indefensos; y la muerte nos despoja de todo lo
que hayamos podido acumular. Por eso debemos viajar ligeros de equipaje celebrando
cada día la fiesta de la vida.
ü El Padrenuestro es
oración de petición. En él expresamos las necesidades
básicas: el pan de cada día, el perdón y la protección de Dios. Como Dios nos conoce
mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos, debemos abandonar la ridícula
pretensión de querer escribirle la agenda a Dios y decirle cuáles son nuestras
necesidades. Pongámonos totalmente en sus manos: “Hágase tu voluntad en la tierra
como en el cielo”.
ü Después
de haber enseñado a los discípulos la oración del Padrenuestro, Jesús les da
unos consejos sobre la perseverancia en
la oración: “Así también les digo a ustedes: Pidan y recibirán; busquen y encontrarán;
llamen a la puerta y les abrirán”. El Señor nos invita a que nuestros tiempos
de oración sean pausados, le abramos nuestro corazón y le expresemos con
confianza nuestras expectativas y temores. La oración debe ser un diálogo reposado,
con una actitud de querer escuchar lo que nos dice el Señor, y no puede
reducirse a una lista de bienes y servicios que se solicitan como si estuviéramos
en un supermercado.
ü La
liturgia de este domingo es una invitación a descubrir el lugar de la oración
dentro de nuestra experiencia de fe. La relación con Dios pide espacios de
recogimiento, donde tomamos distancia de los afanes diarios para encontrarnos
con el Señor con el fin de alabarlo, darle gracias y pedirle que nos acompañe y
proteja en el caminar de cada día. La hermosa oración del patriarca Abrahán, absolutamente
espontánea y confiada, las plegarias contenidas en el Padrenuestro y la
motivación para perseverar en la oración son un rico mensaje espiritual que nos
transmite la liturgia de este domingo y que nos podrá acompañar a lo largo de
la semana.