DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO CICLO C 

CONFIDENTES DE DIOS PARA SERVIR

Hace una semana Abraham había hospedado a tres peregrinos en su tienda de Mambré y los huéspedes se revelan como Dios, don de la vida y promesa del nacimiento de un hijo de Sara.

Hoy nos encontramos con tres personajes: Dios, el justo; Abraham, el hombre recto y obediente; y Sodoma y Gomorra, personalización de todas las maldades.

El texto no disculpa al pueblo, sino que subraya el poder de la mediación y hace de Abraham un modelo de creyente por la súplica. El amor de Dios no se manifiesta en el exterminio de los culpables sino en perdón de los inocentes.

La intercesión de Abrahán se presenta también como expresión de una solidaridad y cuidado que se extiende a los que no pertenecen a nuestro ámbito cultural, religioso o ético: “pídale a Dios por mí, téngame en cuenta en sus oraciones, no se olvide de nosotros en sus oraciones, ore por mi porque necesito tanto de que Dios me oiga; usted si se ha acordado de seguirle pidiendo a Dios por mí”. La oración tiene cuidado del otro en cuanto persona humana. Mucha gente dice no saber orar; y otros han sufrido tanto que se cansaron de pedir, o no se interesan en orar; hasta allá puede llegar la suficiencia. La intercesión puede ser una oración de súplica desinteresa por quien quiere asumir o acompañar a otro en su sufrimiento. Por el hecho de ser a un mismo padre, Dios, refuerza la fraternidad de nosotros sus hijos cuando intercedemos o agradecemos a Dios como padre.

LA ORACIÓN, UNA RESPONSABILIDAD MUTUA

Por ser intercesor, Abraham es el amigo y confidente de Dios; y Éste le revela a Abraham sus secretos, la destrucción de Sodoma y Gomorra.

A Abraham le cabía en su corazón, no solo gente en particular sino la sociedad, Sodoma y Gomorra, que pasaban por un mal momento, pero podría salvarse si se encontraba en ella personas hechas de acuerdo al corazón de Dios, justos. Seguro que Dios consideraba a su amigo Abraham como parte de ese grupo; por la apertura a Dios, el pasado domingo por la acogida, y ahora por servir a los demás en la oración. Ese es un problema de Dios porque él es el único justo que puede hacer al hombre justo o compasivo, de manera gratuita.

HAGAMOS PARTE DE LOS DIEZ

Al inicio Abraham pide a Dios que no destruya a Sodoma si hay cincuenta justos, hasta llegar su petición a diez justos. Esta petición es espontánea y decidida. Abraham en su humildad se había definido como: “polvo y ceniza” Contestó el Señor, por compasión a esos diez, no destruyo la ciudad (primera lectura). Así de extensiva y profunda es la responsabilidad de los creyentes con la gente de la vereda, la familia, las parroquias, las ciudades, el país, el mundo, el colegio, la empresa, los oficios y profesiones que Dios nos ha confiado. Para cumplir la responsabilidad de tener compasión con los demás en la oración; los discípulos de hoy hijos de Dios y hermanos de Jesús necesitamos como los primeros suplicar: “Señor ensénanos a orar”; y luego antes de padre mío “padre nuestro”.

EN LO NUESTRO ESTA “LO MÍO”

Del padre nuestro todo creyente debe hacer una experiencia antes que una devoción rutinaria. El padre nuestro nos saca de nuestras pequeñas preocupaciones para que compartamos las preocupaciones que Él tiene con nosotros; el reino, es decir Él mismo, es quien primero debe estar en nuestro corazón; eso es santificar el nombre de Dios para experimentar la paz como signo de la presencia de Dios. “venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad”, es saber que quiere Dios de mí, antes de saber que quiero yo de Dios. Le pedimos el pan de hoy, con todo lo que puede significar “pan” para agradecerle el de mañana. El pan es un camino de perdón para que luego nos perdone Dios. No pedimos estar exentos de la tentación sino no caer en ella; pero aun cayendo en la tentación, renovamos la paternidad de Dios desde nuestro bautismo.

¿QUÉ NOS PASÓ EN EL BAUTISMO?

La posibilidad de que la primera lectura, la compasión; y el Padre nuestro, evangelio, se realicen en nuestro corazón; lo confirma diciendo Pablo en la segunda lectura “en el Bautismo fuimos sepultados con Cristo” “a los pecados de Sodoma y Gomorra, el incumplimiento a la Alianza”, hoy al evangelio y con Él resucitados, puesto que hemos creído en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos. “Dios nos perdonó todos los pecados, para darnos una nueva vida con Cristo. Esos pecados eran la deuda que pesaba sobre nosotros pero Dios la anuló apoderándose de ella y llevándola en la cruz”