XVII
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La
oración misericordiosa de Jesús
El regateo
de la misericordia divina y la oración de Jesús en la cruz
Las lecturas de este domingo en la Iglesia proclaman la excelencia de la
oración como mediación única del triunfo de la misericordia divina sobre toda
la miseria humana. Al regateo de la misericordia protagonizado en el libro del
Génesis por Abrahán ante Dios por las culpas de la humanidad irredenta (Gn 18,20-32) le faltaba un último paso. Abrahán se quedó en
cinco, apelando a la justicia y a la misericordia de Dios, pero por si no
hubiera ni siquiera cinco justos en las ciudades del mundo, que es donde se quedó
Abrahán, Jesús mismo aparece como el hombre realmente justo en la cruz, tal
como reconoce el centurión pagano al pie de la cruz en el evangelio de Lucas, y
así aquel regateo de la historia culmina en Jesús, por quien Dios ha perdonado
los pecados de todos. En Jesús, el único justo, todos los injustos tienen
acceso a la salvación. Y por eso Jesús intercede por todos en la cruz orando:
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc
23,34). Con este perdón de Cristo, pedido y concedido en la cruz, con la
oración misericordiosa de Jesús empezó la nueva humanidad.
La oración
es clave para vivir la fe
En el camino a Jerusalén Jesús enseńa hoy que la clave para vivir en la
fe es la vida de oración, en la que insiste el evangelio de Lucas, especialmente
hoy, cuando Jesús enseńa a los discípulos cómo tienen que orar. El texto abarca
tres partes: la enseńanza de la oración dominical, la parábola del amigo
inoportuno y la invitación a pedir al Padre, sobre todo, el don del Espíritu
Santo (Lc 11,1-13). La parte central, la de la
parábola, es exclusiva de Lucas, mientras que la oración dirigida al Padre y la
insistencia en la petición están también en Mateo y, desde una perspectiva
histórico-literaria de la formación de los evangelios, se puede decir que ambas
proceden de la fuente de los dichos del Seńor (la fuente Q).
La oración
de Jesús al Padre
En Lucas, el evangelio de la oración, la oración de Jesús, de la cual
hace partícipes a los discípulos, es más breve que en Mateo y se concentra aún
más en el Padre, sin las notas eclesiales, propias de Mateo. En Lucas podríamos
decir que no se trata específicamente del Padrenuestro, sino de la oración al
Padre Dios, cuyo Reino y nombre se invocan para hacer hincapié en la petición
del pan para cada día, del perdón de los pecados y de la liberación de la
tentación. Así la petición del pan constituye en Lucas el tema central de la
oración del Seńor y el hilo conductor de las tres partes del relato lucano.
El pan
siempre es invocado como “pan nuestro”, solidario y para todos
El pan es un elemento esencial para la vida humana y se refiere a todo
lo que es necesario para el sustento de la misma. A diferencia de las otras
peticiones de la misma oración, la petición del pan antepone la palabra pan al
verbo correspondiente, resaltando así el énfasis puesto en el mismo. El pan es
reconocido como un don que viene de Dios y por eso se pide, pero no sólo para
el individuo, sino para la comunidad humana. Con el pan se introduce la palabra
“nuestro”, de modo que queda de manifiesto la conciencia y corresponsabilidad
de los discípulos en el compartir los bienes, reconociendo el don de Dios en
ellos y el compromiso solidario con toda la humanidad. Rezar hoy la oración del
Seńor es comprometer la vida en un pan compartido, especialmente entre los que
no tienen lo necesario para vivir. También esta oración es verdadero Evangelio
que nos enseńa a llamar a Dios Padre e implorar su Reino en el que no falte el
pan y que éste sea siempre compartido como pan “nuestro”. La confianza en el
Padre es tan grande que el pan necesario se pide cada día, sin necesidad de
acumular para el mańana, ni de empacharse en el hoy, pues el Padre es quien
cuida de nosotros.
Pidan y se
les dará el pan del Espíritu Santo
La parábola del amigo inoportuno que pide pan de noche muestra el valor
de oración y de la petición, a tiempo y a destiempo, pues todo lo que es
necesario se le dará al que confía en Dios. Por eso “pidan y se les
dará”. Sin embargo, el final de la enseńanza revela que lo que verdaderamente
hay que pedir al Padre, lo que realmente es esencial para la vida es el Pan del
Espíritu Santo, ese pan que en la comunidad cristiana se vive en cada
Eucaristía como Pan transformado y que transforma.
La oración
misericordiosa de Jesús al Padre
Mas la enseńanza de Jesús sobre la
oración y sobre la misericordia culmina con sus propias palabras en la cruz
donde él nos da
ejemplo y abre su boca como un nińo inocente para orar al “Padre” y suplicar su
perdón. En realidad el Padre fue el motivo de toda la existencia de Jesús, de
su predicación y de su reino. En la oración dominical, hemos visto que Jesús
concentra su atención en el Padre y en la venida de su Reino, que constituyen
el motivo de su alabanza. Pero la Pasión de Cristo en Lucas es, toda ella, una
oración, es decir, el momento por excelencia de la apertura al Padre para
recibir el don del Espíritu. Una de sus plegarias constituye su oración más
misericordiosa.
ˇPadre! ˇPerdónalos!
Jesús pronunció en la cruz una
súplica sorprendente y reveladora: ˇPerdónalos! El que no cometió pecado
alguno, el que no hizo mal a nadie, pidió perdón en la cruz. Pero
implorar el perdón para sus propios verdugos es el colmo de la misericordia. Dios,
Padre de misericordia, quedó retratado en la parábola del hijo pródigo. A este
Padre misericordioso se dirige este Hijo, misericordioso como el Padre, pero no
para pedir perdón por él sino por sus hermanos y hermanas, por todos los seres
humanos, también por los criminales, asesinos, ladrones, embusteros, corruptos,
de aquel momento y de toda la historia. Por los que jamás pedirán perdón a
Dios, Jesús pronunció una palabra en nombre de ellos e intercediendo por ellos
porque esta palabra es más necesaria que cualquier otra. Jesús anticipó en la
cruz su perdón para quienes lo mataron, cumpliendo lo que había dicho en su
enseńanza sobre el amor a los enemigos. Éste es el plus de la gratuidad, del
amor indebido al otro, que Jesús enseńó y ahora consuma en la cruz. Jesús es la
misericordia hecha carne.
La petición de perdón por parte de
Jesús era necesaria
Jesús en la cruz es como el Padre,
pero hace de hijo por el resto de los hijos, sobre todo, por los que no
pidieron ni pedirán perdón jamás. La petición de perdón del Hijo es una palabra
necesaria, que nosotros repetimos en el padrenuestro, porque el Dios de la
misericordia entrańable y el Dios de la justicia no pueden entrar en
contradicción con el Dios del amor que se goza en la verdad. Al decir
“perdónalos”, Jesús dejó abierta para siempre la puerta de la verdad. Una
verdad sin tiempo, que él dejó dicha, en nombre de los que, ni entonces ni
ahora, son capaces de reconocer la verdad de su culpa. Sin embargo, él sí
percibió esa verdad de la culpa y, como auténtico samaritano de todos los hijos
pródigos de la historia, dejó un saldo abierto ante el mesonero mayor del mundo
y Padre de todos.
Jesús, el justo e inocente, ganó el
regateo de Abrahán de la misericordia divina
La verdad de todas las heridas de
las víctimas humanas ha quedado saldada y pagada de una vez por todas en virtud
de esta palabra mediadora de Jesús, que no oculta la verdad del pecado humano y
que intercede por todos. Sólo de un justo e inocente como Jesús se puede
esperar una bondad que nos supera de esta manera tan desbordante. Aquel regateo
pendiente desde Abrahán lo ganó Jesús para siempre. Jesús es el mediador de una
Alianza Nueva. Al contemplar a Jesús en su misericordia infinita, que él nos
ayude a perdonar siempre y a seguir intercediendo por los que jamás reconocerán
sus culpas: ˇPadre, perdónanos y perdónalos!
Con la
muerte y resurrección de Cristo nuestros pecados son perdonados
La tradición paulina expresa con categorías propias la fuerza enorme de
la fe, que nos hace partícipes de la vida con
Cristo, pues con él fuimos sepultados, con él fuimos resucitados y con él
fuimos vivificados, habiendo sido perdonados de todos nuestros pecados (Col
2,12-14). El autor de la carta lo dice con términos sumamente potentes, pues
mediante el prefijo con- antepuesto
a los verbos sepultar,
resucitar y vivificar vincula la identidad nueva de los creyentes al
acontecimiento histórico de la muerte y resurrección de Cristo, momento en el
que comenzó realmente una nueva creación que tiene la misma vida de Cristo
resucitado. Es la transformación más importante que la obra de Cristo llevó a
cabo, pues por medio de la fe en él, ya somos capaces de vencer, con la fuerza
de su Espíritu, toda fuerza mortífera, destructora o aniquiladora del ser
humano.
Pidamos al Padre el Pan y el
Espíritu Santo
Pidamos también al Padre que del Pan Eucarístico venga el don del
Espíritu Santo y que nos impulse a todos los creyentes a ser testigos
convincentes del amor de Cristo.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada
Escritura.