Ver lo invisible
Hemos olvidado la riqueza del
microcosmos. Nos gusta lo grande, lo vistoso, lo plausible. También lo
que hace ruido, lo que se impone a la fuerza y nos lleva a experimentar nuestra debilidad en sus raíces
más hondas. Lo pequeño hoy es el elemento fundante de la tecnología. Ha sido
también la energía constitutiva de los valores del Espíritu, lo que eleva y
dignifica al ser humano.
En la escuela del discipulado se nos va entrenando en las realidades de la
luz, del espíritu con el lenguaje del corazón. Es un proceso largo que exige
constancia y fidelidad. Vamos hasta lo secreto, hasta lo hondo. Lo llamaríamos
la lección del ‘detalle’, de lo simple y pequeño que lleva al acto de fe. Y
allí nos quedarnos estáticos frente a lo invisible que se apodera de nosotros
con su luz.
La carta a los Hebreos nos aproxima a la fe como la visión de lo invisible.
Así escuetamente. Es con el “ojo del corazón” como podemos captar esta
realidad. La fe comienza capacitándonos en la aceptación gozosa de nuestra
pobreza. Y a partir de esa toma de conciencia, establecemos la relación con el
“Otro” en diálogo contemplativo, en esto que hoy en lenguaje juvenil,
llamaríamos la “seducción de Dios”.
“La fe, añade el texto bíblico, es el fundamento de la esperanza”. Somos
caminantes y el ritmo lo define la esperanza. Los que han perdido la esperanza
se quedan quietos. Y quienes la asumimos como la pasión y la fuerza de nuestras
vidas, vamos airosos adelante. ¿Hacia dónde? Es la fe la que define la meta y
la razón de esa meta va en proporción de asumir lo invisible en nuestras vidas.
Cochabamba 11.08.19
jesús e.osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com