Cuando el camino se angosta
La sociedad de consumo, la tecnología van despertando en el ser humano
angustias existenciales de ansiedad y frustración que pueden terminar
fácilmente en el suicidio. En algunos países de América Latina se ha
suscitado un crecimiento vertiginoso de
suicidio en la población infantil (10-14 años). Se les ha convencido de que la
vida es una autopista, aquella de la facilidad y de la comodidad. Y les han
ocultado que es una carrera con obstáculos.
Esto ha ido formando la ideología del facilismo alimentada por el
inmediatismo. A esto se añade la comodidad que va proporcionando la técnica con
ayuda de la ciencia. Pero aquí hay un vacío: La despersonalización. Ya no somos
gente. Somos veletas al vaivén de los más fuertes, de los más ricos, de los
creadores de fantasías. El camino es ancho, pero no llega a ninguna parte.
Jesús habla del camino ‘estrecho’. Aquel en el que los moldes de la
personalidad son iguales a la capacidad de servir y compartir y amar. Un camino
de humanización plena. Allí la felicidad no es hedonismo, es solidaridad,
generosidad, fraternidad. La alegría está en el dar o darse. La recompensa es
volver a dar y dar más hasta la última gota de la vida entera. Y no parar. Las
huellas indican que no hay pérdida. Adelante va el Señor.
Se nos invita a pasar la ‘puerta estrecha’. Estrechez acá no es espacio. Es
actitud. Es decir, solamente pasamos esta puerta cuando hemos ensanchado el
corazón abriendo los horizontes de nuestra mente, venciendo toda mezquindad,
superando todo cálculo y dándole a nuestras vidas las dimensiones de
universalidad y pluralidad comprensivas y generosas.
Cochabamba 25.08.19
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com