COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

 

XVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

 

Evangelio según San Lucas 12,13-21

 

En aquel tiempo: Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas". Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".

 

PONER LOS BIENES AL SERVICIO DE LOS DEMAS

 

El Señor tiene una sabiduría extraordinaria y nos habla de algo muy concreto: la riqueza. La riqueza no es mala en sí misma, lo malo es cuando esa riqueza guarda para sí, egoísta e interesadamente, todos sus beneficios. Esto es lo delicado.

 

Uno tiene que saber que los bienes que adquiere, que desarrolla o que cultiva, son también para el servicio, para el desarrollo, para dar trabajo y también para producir el bien a los demás. ¿Por qué? Porque los bienes de la tierra tienen un destino universal, no solamente para algunos “beneficiarios” o beneficiados por distintas razones, que no es necesario analizar aquí. Las cosas que se nos han dado tenemos que transmitirlas y volcarlas en servicio.

 

Luego, hay un momento en el que uno puede pensar “sí, pongo el corazón en las riquezas”, pero sepamos que las riquezas pueden resolver muchas cosas pero nunca resuelve las cosas del corazón, nunca, porque sería una indebida sustitución; parecería que el que tiene riquezas ya no tiene problemas, pero es falsa esta conclusión. No es así.

 

El tema está en cómo uno vive la vida, qué calidad de vida uno tiene, cómo la desarrolla, cómo la cultiva, cómo la transmite y comunica a los demás. Hay gente que se queda atrapada en esa avaricia, en esa codicia, y no se da cuenta que en algún momento tendrá que rendir cuentas ¿y saben por qué? Porque ninguno es patrón de su vida, todos somos administradores de nuestra vida. En nuestra vida tenemos que administrar, rendir cuentas de todo lo que hemos recibido y poseído.

 

Pidamos al Señor ser más libres, porque cuando uno está atado es una esclavitud por más poder que tenga, o por más riqueza que tenga, seguirá siendo una esclavitud. La soga quizá es más larga pero igualmente uno permanece y sigue atado.

 

Que el Señor nos de fuerza para que los bienes que Dios nos da, podamos ponerlos al servicio de los demás.

 

Hoy recordamos al Santo Cura de Ars; como Iglesia y comunidad recemos por todos nuestros sacerdotes, por la santidad de ellos y por su calidad pastoral para con el Pueblo de Dios.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén