TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XX C
(18-agosto-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
La
Palabra de Dios no está sometida a los estudios de mercado
ü Lecturas:
o Jeremías
38, 4-6. 8-10
o Carta
a los Hebreos 12, 1-4
o Lucas
12, 49-53
ü La
temperatura política ha subido sensiblemente en Colombia por el debate
electoral en curso. Los candidatos siguen con mucha atención los estudios de
marketing electoral que muestran los índices de favorabilidad de quienes están
compitiendo, y con ansiedad buscan identificar cuáles son los temas que
interesan a los ciudadanos para hablar sobre ellos y hacer promesas que después
serán ignoradas. Con la ayuda de expertos en comportamiento electoral detectan
las rabias y frustraciones de los ciudadanos para atizarlas y así consolidar su
base electoral.
ü En
pocas palabras, pretenden acertar con el lenguaje políticamente correcto. En el mundo de los procesos electorales,
hablar de lo políticamente correcto
nada tiene que ver con la ética. Lo correcto es lo que es útil para llegar al
poder.
ü Pues
bien, la liturgia de este domingo nos ofrece dos textos bíblicos que nos hacen
reflexionar sobre qué es lo políticamente
correcto en lo referente a la proclamación de la Palabra de Dios:
o La
primera lectura nos muestra al profeta Jeremías en una situación bastante
complicada porque su anuncio no había sido del agrado de los dirigentes
políticos. Leamos el texto: “Cuando Jeremías anunció la caída inminente de
Jerusalén, los notables dijeron al rey: Hay que matar a ese hombre, pues con
semejantes discursos está desmoralizando a las tropas que quedan en la ciudad y
a toda la población. Él no busca el bien sino el mal del pueblo”. El anuncio de
la Palabra de Dios por parte del profeta había incomodado a los poderosos,
quienes pidieron su cabeza.
o El
evangelista Lucas reproduce unas palabras de Jesús a sus discípulos que siguen
causando profundo malestar en ciertos sectores de la sociedad: “Yo vine a
encender fuego en el mundo, ¡y cómo deseo que ya estuviera ardiendo! ¿Piensan
que vine a traer tranquilidad al mundo? Les aseguro que no: yo vine a traer
divisiones”.
ü Estos
dos textos contienen mensajes que impactan. Surgen, entonces, preguntas sobre
la forma y contenido del anuncio evangelizador de la Iglesia. ¿Cuál es el foco
al que debe apuntar?
ü Ya
vimos cómo para los políticos es esencial conocer las percepciones del electorado
para estar en la misma longitud de onda. Por eso cada día importan menos los
discursos programáticos y cobra mayor importancia la manipulación de los
sentimientos.
ü En el mundo de los negocios funciona la misma lógica.
Por eso las Facultades de Administración y de Comunicación afinan los
instrumentos estadísticos que permiten identificar las necesidades o deseos de
los consumidores para luego satisfacerlos mediante productos y servicios. Sería
un suicidio económico ofrecer algún producto o servicio sin haber realizado un
estudio de mercado. Los expertos saben muy bien que no sólo es posible
identificar nichos de mercado; también es posible crearlos. Alrededor de
fiestas tan significativas como la Navidad o el Día de la Madre se desarrolla
una potente estrategia de ventas.
ü ¿Debemos
permitir que esta lógica de los estudios
de mercado se haga presente en todos los ámbitos de la vida?
o ¿Qué
pasaría si los padres de familia establecieran las pautas educativas a partir
de las caritas sonrientes o de los likes de las redes sociales? Habría
licencia para comer chocolates a cualquier hora del día, uso ilimitado de los
teléfonos celulares y de las tabletas, desconocimiento de las normas básicas de
urbanidad.
o ¿Qué
pasaría si los planes de estudio de los colegios y universidades quisieran
satisfacer los gustos de los jóvenes y acomodarse a las tendencias? Desaparecerían
los cursos de Matemáticas, Estadística y Macroeconomía, que serían reemplazados
por Fútbol I, II y III, y por Salsa I, Bachata II y Reguetón III.
ü Estos
ejemplos, un poco exagerados, nos hacen caer en la cuenta del absurdo que
implica querer ser complacientes en todo y seguir la corriente dominante. En
muchas circunstancias de la vida tenemos que asumir posiciones que podrían ser consideradas
impopulares y políticamente incorrectas.
Los padres de familia tienen que establecer límites para sus hijos. En nombre
del libre desarrollo de la personalidad, las autoridades no pueden ser
tolerantes con comportamientos que significan un peligro para los niños y los jóvenes.
En nombre de la libertad de expresión no se puede injuriar y calumniar
impunemente a través de las redes sociales.
ü Regresemos
a los dos textos bíblicos que están en el centro de nuestra meditación:
o El
profeta Jeremías dijo lo que tenía que decir, a sabiendas del precio que
tendría que pagar.
o Con
su predicación, Jesús denunció la hipocresía de los dirigentes religiosos de
Israel quienes, finalmente, lo llevaron a la cruz, pensando que así pondrían punto
final a las incomodidades que les causaba. Pero no contaban con la sorpresa de
la resurrección.
ü La
Iglesia, fiel a su misión, debe proclamar la Palabra de Dios sin tener en
cuenta los estudios de mercado ni las
tendencias de las redes sociales, sabiendo que sus posiciones provocarán las
críticas de sus adversarios. Un claro ejemplo de este contrapunteo entre la Iglesia
y los poderes dominantes han sido los pronunciamientos de la Doctrina Social. La
Iglesia ha asumido la defensa de los débiles, ha dado la batalla por los derechos
fundamentales de los seres humanos empezando por el derecho a la vida, ha denunciado
los atropellos de los sistemas políticos y económicos. En los últimos años ha
hecho pronunciamientos muy fuertes en defensa del medio ambiente y ha levantado
su voz en favor de los migrantes.
ü Igualmente,
los llamados de la Iglesia en defensa de la familia han encontrado un agresivo
rechazo por parte de organizaciones sociales que defienden una autonomía
absoluta que hace saltar en mil pedazos la familia como núcleo esencial de la
vida social.
ü En
síntesis, los estudios de mercado, tan
útiles en el mundo de la política y de los negocios, no son pertinentes cuando
hablamos de la proclamación de la Palabra de Dios y de la defensa y promoción
de los derechos fundamentales del ser humano. No se trata de tener una mayor
aceptación social; no se trata de obtener el aplauso fácil en las redes
sociales. No se trata de un anuncio que sea políticamente
correcto. La Palabra de Dios se proclama para sacarnos de la zona de
confort en que vivimos, sacudirnos de la mediocridad y cuestionar aquellos comportamientos
que se justifican porque todos lo hacen. Se trata de sembrar las bienaventuranzas,
que no son un asunto de aceptación fácil por los colectivos sociales.