TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXI C
(25-agosto-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
La
formación en la fe y en los valores
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 66, 18-21
o Carta
a los Hebreos 12, 5-7. 11-13
o Lucas
13, 22-30
ü En
la Carta a los Hebreos encontramos una referencia muy interesante sobre la
pedagogía que Dios ha utilizado con el pueblo de Israel y con cada uno de
nosotros: “Hijo mío – se les dice a ustedes -, no rechaces la educación que da
el Señor; ni te desanimes cuando Él te reprende. Porque el Señor corrige a
quienes ama y castiga a sus hijos preferidos”. Teniendo como telón de fondo
este inspirador texto de la Carta a los Hebreos, los invito a reflexionar sobre
el significado de la formación en la fe y en los valores, proceso vivido por el
pueblo de Israel y por cada uno de nosotros, quienes podríamos contar la
historia del itinerario espiritual que hemos recorrido.
ü Yahvé
se auto-manifiesta a Abrahán como un Dios personal, único, trascendente, que
quiere hacerse presente en la historia de un pueblo con el que establece una
alianza o pacto en términos de exclusividad: “Yo seré tu Dios y tú serás mi
pueblo”. Con Abrahán se inicia el monoteísmo. Sus antepasados habían adorado a
múltiples divinidades, como era la costumbre entre los pueblos de la época.
ü No
pensemos que fue fácil este tránsito del politeísmo al monoteísmo. La numerosa descendencia
de este patriarca tuvo episodios de infidelidad, cuando regresó a la idolatría
y volvió a ofrecer sacrificios a los viejos dioses de sus antepasados. Este
pueblo de dura cerviz tuvo una complicada historia espiritual. En su proceso de
maduración en la fe y en los valores tuvo retrocesos graves. Y frente a ellos, Yahvé
actuó como experimentado pedagogo: enseñando, motivando, corrigiendo,
castigando.
ü La
comunidad de Israel poco a poco fue comprendiendo el alcance de la promesa que
le había hecho Yahvé. No fue fácil para la comunidad aceptar que debía corregir
las expectativas que habían puesto en un Mesías de carácter político. En ese
sentido, la dolorosa experiencia del exilio en Babilonia les ayudó a purificar
expectativas y proyectos.
ü Así
como Yahvé fue modelando pacientemente la fe y los valores del pueblo elegido,
también cada uno de nosotros va recorriendo un camino personal de crecimiento y
maduración. Somos el resultado de unos procesos educativos en los que intervienen
muchos factores y personajes: el testimonio de los mayores, particularmente los
padres y los maestros; y el entorno cultural. Tal es el eco-sistema en el cual Dios
siembra en nosotros la semilla de la fe y de los valores. Tenemos que reconocer
las enormes dificultades que deberá superar esta frágil semilla para poder desarrollarse,
pues el entorno secularizado y materialista es un poderoso agente en contra.
ü Profundicemos
en nuestra situación. En ambientes católicos, es frecuente el contraste entre
los altos niveles de la formación técnica y profesional de muchas personas y la
deficiente formación religiosa y ética, la cual se quedó estancada en los conceptos
básicos aprendidos cuando se hizo la preparación para la Primera Comunión, Es
explicable, entonces, que esta formación religiosa y ética construida sobre
cimientos muy débiles, colapse fácilmente ante la primera crisis.
ü Así
como Dios fue acompañando, como sabio maestro, a su Pueblo para que madurara en
la fe, también nos acompaña en nuestro proceso de crecimiento personal en la
fe, la esperanza y el amor. Él ejerce su acción pedagógica a través de las enseñanzas
de la Iglesia, de nuestro entorno familiar, y de los éxitos y fracasos que
vamos encontrando a lo largo del camino.
ü Los
invito a avanzar en nuestra meditación dominical y explorar el alcance de un
breve diálogo que sostuvo el Señor: “Alguien le preguntó: Señor, ¿serán pocos
los que se salvan? Jesús les dijo: La puerta es estrecha; tienen que esforzarse
por entrar”.
ü Se
trata de una pregunta muy complicada y atrevida. No somos nadie para pretender
descifrar el misterio de Dios y cuáles son sus designios. Recordemos que la fe
es un don de Dios que recibimos de manera totalmente gratuita sin méritos de nuestra
parte. No es algo que nos ganamos a través del esfuerzo que hacemos ni un
derecho adquirido cuyo reconocimiento podemos exigir. Al recibir este regalo,
solo nos corresponde agradecer y cuidar. Es un tesoro muy valioso que llevamos
en frágiles vasijas de arcilla.
ü La
fe es una invitación que nos hace el Señor: “Ven y sígueme”. Invitación a
compartir un hermoso y exigente proyecto. Podemos decir SI o decir NO a esta
invitación. No se trata de una invitación para compartir honores y riquezas. El
Señor lo dice: “La puerta es estrecha; tienen que esforzarse por entrar”.
ü La
invitación que hace el Señor a entrar por esta puerta estrecha y seguirlo no es
para seres excepcionales, con virtudes heroicas y capaces de emprender gigantescos
proyectos evangelizadores. No. Es una invitación dirigida a mujeres y hombres normales,
con una visión altruista de la vida, que dan la prioridad al SER sobre el
TENER, que quieren viajar ligeros de equipaje y que creen que el camino de la felicidad
es a través del servicio y la solidaridad con los más vulnerables, saliendo de
nuestro pequeño y estrecho mundo.
ü El
Sermón de las Bienaventuranzas y las parábolas son la más sublime enseñanza; a
través de estas palabras de Jesús conocemos a Dios, nuestro Padre, y su plan de
salvación. Seamos discípulos atentos de Jesucristo que, como supremo pedagogo,
nos descubre la riqueza de la fe y de los valores que nos conducirán a la
fuente de la felicidad, de la verdad y el amor.