VIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

                                  (Año Par. Ciclo C) 

 

Domingo 

Lecturas bíblicas   

a.- Sb. 9, 13-19: ¿Qué  hombre puede conocer la voluntad de Dios?   

Esta lectura es parte del Libro de la Sabiduría. Los dirigentes de Israel imploran de Yahvé la Sabiduría para impartir justicia con equidad en su Reino. Saben que ella procede de Dios y poseerla trae consigo grandes bienes (cfr. Sab.1-5; 7,25ss; 8,3.5-16). Desde otra dimensión esa sabiduría más que una tarea intelectual, es una ciencia para la vida sobre todo para los gobernantes, para que implanten la justicia y el derecho (cfr. Prov. 8,15; Sab.6,4). Esta oración es el cumplimiento de la oración que hizo Salomón a Yahvé implorando sabiduría (cfr. 6,12-20; 7,7; 9,1-18). Quiere sabiduría para saber gobernar bien a su pueblo y enseña a obtenerla pidiéndola a Yahvé; todo hombre la puede adquirir para su vida (vv.4.10; Sab.7). En su oración, Salomón recorre la historia de la salvación, desde la perspectiva de la Sapienza: el hombre, es creado para que dominase la creación, la cual ya es revelación de la sabiduría divina, misión que debe llevar a cabo con santidad y justicia, y no a su arbitrio, sino respetando el orden establecido por el Creador (vv. 2-3; cfr. Gn.1, 26; 2,7; 9,3; Sab.1,4; 8,19). El hombre en sí mismo es débil y frágil (v.5). Luego el rey se presenta como un hombre con una misión que le ha sido confiada, gobernar, implora sabiduría para conocer la voluntad de Yahvé, porque se sabe limitado en su conocer (vv.6-13). Salomón, pide descienda la Sabiduría, desde el trono de gloria de Dios, para  que esté a su lado, y lo asista, y guíe en sus trabajos, de manera que en todo, se  ajuste al querer divino su labor de gobernar a Israel. Será la luz de la Sabiduría la  que guíe sus empresas, como la columna en el desierto, ella con sus resplandor  guiará el camino del rey (cfr. Ex. 14,19; 23,20). La Sabiduría, es luz que alumbra  sin ocaso al hombre que cree y espera en Dios (cfr. Sab. 7, 10). Será Jesucristo, esa Sabiduría del Padre, que el hombre conocerá en la plenitud de los tiempos.     

b.- Flm. 9.10.12-17: Recíbelo no como esclavo, sino como hermano  querido.   

Pablo, intercede por Filemón, ante Onésimo, su antiguo señor, para que lo reciba  como hermano en la fe, puesto que con el apóstol  conoció la fe y se bautizó y  hecho cristiano. Ahora Filemón servirá a Dios en casa de su amo, ya no como  esclavo sino como un hermano, que también Onésimo por su fe y caridad sirve a  Jesucristo, el único Señor.    

c.- Lc. 14, 25-33: Las exigencias del discipulado.   

El evangelio, nos describe las condiciones del discipulado para aquellos que tienen quieren seguir a Jesús. Es necesario conocerlas antes de tomar una decisión. Jesús presenta su camino: Dios antes que nada, incluso del propio yo. La renuncia la extiende a tres áreas: la familia, abrazar la cruz, y los bienes materiales. Como esta decisión exige una reflexión previa, Jesús narra dos historias, de haber intentado el seguimiento, sin recursos. Este texto tiene dos momentos: nos invita a la renuncia a todo lo que se ama  (vv. 25-27), y la renuncia a los bienes (vv. 28-33). Todo está centrado en seguir a Jesús, aunque eso signifique la renuncia de la familia y los bienes temporales. Jesús sigue en su camino a Jerusalén, muchos le acompañan: han escuchado su palabra, son testigos de sus milagros, les muestra la vía hacia el Reino. Dirigiéndose a esos futuros discípulos, les presenta sus exigencias: preferirlo a ÉL, para desprenderse de la propia familia. La palabra “odiar” se entiende en sentido metafórico; viene a significar “amar menos” (cfr. Gn. 29, 30-31; Ex.32,27-29). El que viene en pos de ÉL debe colocar todo lo  que posee a los pies de Jesús, o dicho de otro modo, poner a Jesús en el centro de  su vida, y todo queda en un segundo plano: la familia, los bienes, incluso la propia  vida (cfr. Dt. 3,4; Jn.12,25; Mt.10,37). Jesús exige un amor mayor que el que podamos tener a la propia familia  y  los bienes, dicho de otra forma, aprender a amar a la familia desde Cristo y darle  su justo valor evangélico a los bienes respecto del reino de Dios. Cargar la propia cruz y seguirlo a ÉL, viene a significar asumir el camino de sufrimiento de Jesús. El segundo momento, tenemos dos parábolas que comienzan con una pregunta, que pretende pensar bien antes de tomar decisiones equivocadas (vv.26.31). Uno decide construir una torre, lo que exige dedicar un tiempo para calcular lo necesario en su costo para terminar la obra, y que no terminarlo lo expone a las burlas de los vecinos y la perdida de honor. Es Jesús quien pide reflexionar muy bien acerca del seguimiento y no terminar abandonando el camino, por no haber pensado bien a lo que se comprometía. El rey que ve que su enemigo tiene mayor un mayor ejército, envía embajadores para llegar a un acuerdo, que eviten una guerra perdida (cfr. 2Sam. 8, 9-12). Con esto Jesús enseña que hay que calcular las propias fuerzas antes de asumir el seguirlo. La renuncia a los propios bienes materiales se entiende para poner la confianza sólo en la persona de Jesús y no en los bienes que pueden ser un obstáculo. Quien no observe estas prescripciones no puede ser discípulo de Jesús.  En este proyecto de ser discípulos de Cristo, como Salomón, debemos suplicar la  sabiduría divina para que nos asista en este, el gran negocio de nuestra vida: nuestra  salvación eterna.       

Teresa de Jesús, amó la Cruz, donde Jesús realizó la salvación del mundo y por  ellos siempre debe estar el sentido redentor en la oración del cristiano, llevar los  frutos de su entrega hasta los confines de la tierra. “El oficio de los contemplativos  es…llevar en alto la cruz, no dejarla de las manos por peligros en que se vean” (CV  18,5).

LUNES

Lecturas bíblicas    

a.- 1Cor. 5,1-8: Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. 

b.-  Lc. 6, 6-11: Curación del hombre de la mano seca.   

El texto nos presenta a Jesús, en una sinagoga de Galilea en sábado y comenzó a enseñar. La mirada de Jesús se detiene en un hombre cuyo dolor lo invade; pero también descubre a   los escribas y fariseos que están ahí para ver si sanaba en sábado y poder acusarle que faltaba a la Ley (v. 7). El hombre en cuestión, tenía la mano seca o paralizada. Nadie le pide a Jesús intervenir a favor del hombre, la vida  de  éste no estaba en peligro, por lo mismo, podía esperar, lo mismo Jesús, hasta que  terminaran las prescripciones del sábado por la tarde para sanarlo. Jesús, conocía lo que pensaban los fariseos, sólo él habla, sabe que sus  pensamientos son torcidos, pero nadie le impide hacer la voluntad del Padre: manda al enfermo ponerse en medio de la asamblea  (v.8). Luego Jesús, intenta hacer reflexionar a sus adversarios para  hacer más  misericordiosa la praxis del sábado: ese día: ¿se debe hacer el bien o el  mal?, ¿salvar vidas o destruirlas? (v.10). Salvar, se entiende como permitir, los escribas y fariseos, saben que tiene razón, impedir  las  curaciones en sábado, sería hacer de la ley una crueldad, pero no están  dispuestos  a reconocerlo, porque sería darle la razón, invalidar la razón de su viaje  desde  Jerusalén; tampoco optan por el mal. Al verse humillados, responden con un   silencio detestable, ominoso, cargado de odio (cfr. Mc.3,5). Si llega a sanar al  enfermo, quiere decir, que Yahvé ha confiado  su poder a Jesús, con los cual, se   confirma su postura. Jesús mandó al hombre extender la  mano, no le   toca para no ser acusado de hacer un trabajo, y el hombre recobra el movimiento,   queda  sana su mano  (v.10). La misericordia de Dios ha actuado sobre él, por   medio de Jesús, con lo queda demostrado que la persona está antes que la ley. Él   quería hacer el bien, aunque fuera en sábado, y no destruir una vida humana,   porque era sábado, día del Señor. La  reacción de los fariseos es de rechazo y odio, porque Yahvé  confirmó la actitud de  Jesús; no podrán acusar a Jesús de haber trasgredido el  sábado, porque sólo usó su  voz, su palabra una vez más es eficaz para el hombre  necesitado. Deliberan, qué debían  hacer con Jesús (v.11). Es precisamente en esta  dimensión, donde el Reino de  Dios, hecho de gracia y salvación, exige nuestra  conversión personal al amor del  prójimo y su justicia. Es tiempo de integrar la  dimensión social a nuestra fe, para  que conozcamos el proyecto que el Reino de  Dios exige de cada creyente. Es  el Evangelio, donde encontramos la  clave de esta liberación integral del hombre. 

Santa Teresa de Jesús, experimentó el amor de Jesucristo y del prójimo, por eso  reflexiona: “¡Oh Jesús mío!, cuán grande es el amor que tenéis a los hijos de los  hombres, que el mayor servicio que se os puede hacer es dejaros a Vos por su  amor y ganancia y entonces sois 6poseído más enteramente; porque aunque no se  satisface tanto en gozar la voluntad, el alma se goza de que os contenta a Vos y ve  que los gozos de la tierra son inciertos, aunque parezcan dados de Vos, mientras  vivimos en esta mortalidad, si no van acompañados con el amor del prójimo. Quien  no le amare, no os ama, Señor mío; pues con tanta sangre vemos mostrado el  amor tan grande que tenéis a los hijos de Adán.” (Exclamaciones 2,2).

 

MARTES   

Lecturas bíblicas    

a.- 1Cor. 6,1-11: Ningún malhechor heredará el reino de Dios. 

b.- Lc. 6,12-19: Elección de los Doce y la muchedumbre sigue a Jesús.   

El evangelista nos presenta la elección de los Doce escogidos por Jesús  (vv.12-16), y la muchedumbre sigue a Jesús para ser sanados (vv.17-19). Baja de  la montaña, donde había pasado la noche en oración (v.12). Jesús ora antes de tomar una  decisión como ésta, la salvación que trae consigo pasa por entrañable unión con Dios. Su misión debe perdurar en el tiempo; ora en el monte,  separado de los hombres, a solas, con Dios, de noche. Escoge Doce enviados, apóstoles, número que coincide con las Doce tribus de Israel, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia cuyo fundamento visible serán  ellos, y Cristo Jesús, piedra angular del nuevo edificio. La lista de los apóstoles la encabeza siempre Pedro y  la concluye Judas Iscariote; luego menciona a los primeros discípulos Simón,  Andrés,  Santiago, Juan (cfr. Lc.5,1-11). Los cimientos del Reino de Dios son los corazones de los pobres y humildes; su fortaleza, haber sido elegidos por Jesús. Transforma esos corazones nacionalistas en universales, su destino es el mundo, la necesidad de los hombres, la vía por la cual llevar el evangelio a todos. Era el antiguo Israel, que abre sus fronteras, se hace con los Doce se elegidos por Jesús en Iglesia universal.  En un segundo momento,  descienden todos al llano, Jesús y los  apóstoles, donde los espera la muchedumbre sedienta de la palabra de Jesús y de su poder que expulsa malos espíritu y  sana las enfermedades. Como nuevo Moisés, Jesús baja del monte, Dios está  con ÉL; pasa de la comunión con Dios a la comunión con las necesidades de su pueblo. Jesús es el centro de la  escena, irradia una fuerza, que llega a las gentes, ungido por el Espíritu. Si  Lucas menciona esas regiones de donde provenían esas gentes nos hablan que la  noticia de Jesús llegó más allá de Palestina. Es el Espíritu que lo ha Ungido el que obra en quienes  están en derredor, imagen acabada de la Iglesia.  

Santa Teresa de Jesús, invita al cristiano a ponerse delante de la Verdad que es  Cristo, y desde ahí contemplar su propia verdad. “Puede representarse delante de  Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad, y traerle  siempre consigo y hablar con Él, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus  trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar  oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es  excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo  esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare amor a  este Señor, a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado.” (Vida 12,2).

 

MIERCOLES

Lecturas bíblicas    

a.- 1Cor. 7,25-31: Matrimonio y celibato. 

b.- Lc.6,20-26:Discurso sobre las Bienaventuranzas y maldiciones.   

El evangelio nos presenta la versión lucana de las Bienaventuranzas (vv.20-23), y las maldiciones (vv.24-26). “Bienaventurados los pobres” (v.20). Jesús dirige su mirada a los apóstoles, puesto que a ellos dirige su mensaje. Son pobres socialmente y espirituales, el Reino ha llegado, Dios se preocupa de las necesidades de sus hijos (cfr. Lc.4,17,21). Esta pobreza, es quizás la mejor vía de apertura hacia Dios, y como los pobres e indigentes, no poner su confianza en los bienes, como en la misericordia de Dios. Ellos son parte del Reino, donde desaparecen las desigualdades sociales. Los apóstoles son agentes del cambio, respecto de otros grupos que quieran ingresar a este Reino, donde los pobres ya están inmersos. “Bienaventurados los hambrientos” (v.21). A estos les promete una nueva relación con Dios, que proveerá a sus necesidades materiales y espirituales, y por ello les pide pongan su confianza en Dios (cfr. Is.61,1-2). Esa mirada escatológica, les promete ser recibidos en el banquete del Reino donde será recibidos en calidad de hijos predilectos (cfr. Is.40,10; Lc.16,19-31).  “Bienaventurados los que lloran” (v.21). Las lágrimas son manifestación del dolor: Dios consuela al que sufre. Desde el regreso del exilio, Dios consuela a su pueblo; Jesús, el profeta esperado, está cerca del que sufre, es consolado, or pura gratuidad divina (cfr. Is.40ss; Lc.16,19-31; 18,14). “Bienaventurados los cuando los hombres los odien…, alegraos…” (vv. 22-23). Ser odiados, expulsados, insultados, todos estos ataques son porque pertenecen al Hijo del Hombre. Jesús espera fidelidad hasta el final, porque su recompensa será grande en el cielo. El gozo en medio de la tribulación viene de Dios que está con ellos, es fiel, y sufrirá la misma suerte de los profetas. En un segundo momento, Lucas presenta  cuatro imprecaciones o maldiciones que tienen un claro tono profético (vv. 24-26; cfr. Is. 5,8-23). Si la felicidad de los pobres está en el Reino de Dios, en cambio los ricos, como no experimentan la necesidad del Reino, por eso cuando llegue, perderán esos bienes que consideraban fundamentales, por ser egoístas, y no comprometidos con los pobres. Estos ricos, saciados y apreciados, son lo opuesto de los hambrientos, los que lloran y perseguidos. Están en grave peligro porque no esperan los bienes del Reino de Dios (cfr. Lc.16,13; Lam.1,7; Qo.7,6). La última advertencia, el aprecio de los hombres, se refiere a no preocuparse de la fama personal, sino de predicar el evangelio tal como enseñó Jesús de Nazaret.  

Teresa de Jesús, que provenía de familia acomodada conoció la pobreza evangélica   cuando se encontró con Jesús pobre en su conversión, de ahí la preocupación suya   por ser pobres de espíritu, para ser pobres también en lo material. “Sería engañar   al mundo…hacernos pobres no siéndolo de espíritu, sino en lo exterior” (Camino  2,3).

 

JUEVES

Lecturas bíblicas    

a.-  1Cor. 8,1.4-13: No turbar la fe del hermano.  

b.- Lc. 6, 27-36: Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.   

En este evangelio encontramos tres secciones: amar a los   enemigos (vv. 27-28), luego el modo de tratar a ese prójimo (vv.29-30), la conocida regla de oro (vv.31-34), finalmente ser compasivos como el Padre es compasivo (vv. 35-36). Los enemigos, ¿quiénes son? Los enemigos  son el Imperio romano y los dirigentes judíos   a su odio, el cristiano debe responder con amor, hacer el bien, bendecir, rogar por los que los difamen (cfr. Lc.23,34; Hch.7,60).  Sabe que la justicia de Dios caerá sobre ellos, mientras tanto, debe procurar su conversión también por medio de la oración. Lucas, ahora nos presenta cuatro maneras de amar: la bofetada recibida no se responda con otra; ante el robo o al que se prestó, no pedir restitución, al que pida, darle. Como colofón, la regla de oro: “Tratad a los hombres como queréis que ellos os traten” (v.31; cfr.Tb.4,15). Todavía nos presenta Lucas, otras imágenes de este amor radical. Si los paganos aman, hacen el bien y prestan esperando recibir recompensa: “¿qué mérito tenéis?” (vv.32.33.34). El cristiano renuncia a la recompensa, al principio de reciprocidad; se trata de dar sin esperar nada a cambio (cfr. Ex. 22, 25). Hay que actuar como hijos del Altísimo, porque el Padre ama a buenos y malos (v.35; cfr. Lv.19,2; Mt.5,44-45). Finalmente, Jesús nos invita a imitar  al Padre que ama  en forma compasiva y misericordiosa: “Sed compasivos  y misericordiosos como vuestro Padre es compasivo” (v.36). La misericordia del   Padre, comienza con el envío de su Hijo al mundo, inaugurado su Reino con su  venida, palabras y obras, el discípulo aprende a conocer lo que ha de hacer, es lo  que los judíos llamaban la imitación de Dios. La  Iglesia hoy acoge a miles de seres humanos pobres de todos los pueblos de la tierra   y les comunica la salvación y una vida digna sin esperar nada a cambio; hombres y   mujeres que entregan la vida en las misiones, cárceles, hospitales, etc., sólo para   que conozcan que se puede amar al otro, sin recibir nada a cambio, sólo un puñado   de fe y esperanzas que ponen en las manos del Dios de la Vida y del Amor   verdadero, Jesucristo el Señor, y que ellos tengan una vida nueva.   

Teresa aprendió a ser caritativa en la familia y luego en la vida religiosa, porque   comprendió cuánta compasión y bondad recibió de parte de Dios toda su existencia,   en especial después de su conversión: “Crece la caridad con ser comunicada” (V   7,22).

 

 

 

VIERNES   

Lecturas bíblicas    

a.- 1Cor. 9,16-19.22-27: Me he hecho todo a todos. 

b.- Lc. 6, 37-42: Misericordia y caridad.   

Este evangelio, nos centra en el tema de la misericordia divina, superar todo juicio condenatorio contra el prójimo (vv.36-38), y el celo bien ordenado o discreto (vv.39-42). Ante el Juicio de Dios, nadie es inocente, por lo mismo, se nos pide no juzgar al prójimo. Jesús lo circunscribe al ámbito personal, no la justicia de los tribunales del Estado. Cuatro imperativos: prohíbe juzgar y no condenar, manda perdonar y dar (v.37). Dios recompensará a quien no condene, perdone y sea generoso. La imagen de la recompensa es de tipo agrícola: Dios como vendedor, no solo colma la medida, sino que la hace rebosar, ya que paga con generosidad lo que hayan podido hacer sus hijos con sus obras. Estos bienes son de carácter espiritual, se remiten a la intimidad de cada creyente y dentro de la comunidad eclesial; es la comunión con Dios que lleva al cristiano a hacer el bien al prójimo. Justicia y misericordia, dos medidas que usa Dios y el creyente no debe olvidar. El segundo tema, se refiere al celo discreto que debe tener el cristiano respecto al progreso espiritual de su prójimo. El fin de esta parte, es hacer una revisión de vida, seguir a Cristo y mirar la propia conducta. Las dos interrogantes, acerca de la ceguera, nos advierten de la seriedad de la respuesta, la guía espiritual no puede estar en cualquier persona (cfr. Is.24,17-18; Jr.48,43-44). Hay que saber escoger dentro de los miembros a un buen maestro, buen guía entre los miembros sabios de la comunidad. Sólo la luz de la fe, hace ver la ceguera del hombre, luz que nos viene de la resurrección de Cristo. El discípulo alcanzará a ser bueno enseñante, en cuanto imite a su maestro (v. 40). Al “seguir” viene el “ver” la mota y la viga, metáforas de las faltas personales, es decir, antes de querer ayudar al hermano a ser más consciente de sus faltas, hay primero que mirar las propias.  Quien no siga esta instrucción es un hipócrita o sea un falso. Lo mejor es actuar en la verdad y la justicia que no inspira Jesús en el evangelio.

Santa Madre Teresa, infundió en el Carmelo, un espíritu de caridad para crear   comunidades de frailes y monjas donde el respeto al otro fuera un modo singular   de saber que todos están en camino de conversión y perfección evangélica,  cimentados en la oración de unos por otros, la confianza y la sabia dirección de los   superiores. “Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéramos   en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados” (V 13,10).

 

SABADO   

Lecturas bíblicas    

a.- 1Cor 10,14-22: Formamos un solo cuerpo.  

b.- Lc. 6, 43-49: ¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que os  digo?   

Este evangelio nos habla de ser árbol bueno (vv. 43-45), y lo segundo  se refiere a poner buenos cimientos para construir la propia casa (vv. 46-49). Los frutos que produce el hombre, nacen de un corazón bueno, pero existe la posibilidad que los frutos sean malos. El árbol es bueno sólo en la medida, en que da frutos sanos, se considera árbol malo, el que sólo da quizás hermoso follaje, pero frutos agraces (cfr. Is.3, 10; 5,1-6). Lo que interesa a Jesús, es descubrir los tesoros que hay en el corazón del hombre, que luego comparte con su prójimo (cfr. Eclo. 29,11). Pero de ese corazón salen palabras, según el origen serán las expresiones que escucharemos, lo que se relaciona con los frutos que produce el hombre bueno. Los fariseos fingían piedad y devoción, y los frutos eran malos, como el odio y el juicio, la falta de misericordia y justicia. Los dirigentes de la comunidad deben predicar con el corazón, aunque ello acarree muchas veces sufrimiento. En un segundo estadio, Jesús compara a dos personas, que construyen su casa, metáfora que alude la vida espiritual del cristiano. El primero cava profundo en la arena para colocar los cimientos de la casa, vino  el torrente, y la casa permaneció incólume. El otro hombre, no cavó, edifico sobre la tierra, vino el torrente y derribó la casa (cfr. Ez.13,10-16). La vida cristiana, no se construye de un día para otro, lleva su tiempo Jesús a lo profundo y a la responsabilidad de cada uno de nuestros actos. En el más profundo centro, a decir de Juan de la Cruz, es donde se encuentran los cimientos de la persona misma, pues bien, hasta ahí debe llegar la conversión del hombre (cfr. LB 1,12). La solidez de esos cimientos, deben estar hundidos en el corazón y persona de Jesucristo, que es la roca. Cristo es roca firme, sólo para los que viven el evangelio, y lo cumplen, misterio de gracia y exigencia, don y responsabilidad por la propia vocación a la vida cristiana, portada para hacer presente a Jesucristo en la sociedad.  

Santa Teresa de Jesús, en su tratado de oración acerca de cómo regar el huerto del   alma cristiana, apunta a las virtudes teologales y cardinales, como precioso fruto de   la intimidad con Dios por medio de la oración y contemplación es introducida en el  amor  divino. “Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos como  comienzan  estos árboles a empreñarse para florecer y dar después fruto, y las  flores y claveles  lo mismo para dar olor. Suplicábale aumentase el  olor de las  florecillas de virtudes, que comenzaban  a lo que parecía  a querer salir,  y que  fuese para su gloria y las sustentase  pues yo no quería nada para mí  y  cortase  las que quisiese, que ya sabía habían de salir mejores; Gánase aquí mucha  humildad; tornan de nuevo a crecer las flores.” (Vida  14,9).

                                                                  P. Julio González C.