COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
XXIV
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Evangelio
según San Lucas 15,1-10 (breve)
Todos
los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y
los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y
come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien
tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo
y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la
encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa
llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque
encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma
manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que
por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo
también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso
la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la
encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo,
porque encontré la dracma que se me había perdido". Les aseguro que, de la
misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se
convierte".
VOLVER
A DIOS, QUE TIENE MISERICORDIA Y TERNURA
En esta lectura hay tres
cosas que son importantes: la primera, es la realidad; la segunda, el extravío
y la tercera, la búsqueda y el encuentro.
La realidad está en que
eran cien ovejas, o diez monedas, una se perdió y después hubo alguien que
salió a buscarla y la encontró. Esta realidad sucede con todos nosotros, porque
todos tenemos realidades pero en algún momento del camino nos perdemos. Nos
perdemos, nos desanimamos, nos desilusionamos, “tiramos la toalla”, nos
cansamos. Y llega un momento en que uno empieza a andar a la deriva, sin
fuerza, sin integridad, yo diría “vagamente”. Es allí que sale alguien en
nombre de Dios, alguien que nos puede ayudar, alguien que nos pueda escuchar,
alguien que nos pueda hacer recapacitar y es evidente que eso también pasa.
Así como uno recibió
ayuda, uno también tiene que ayudar a aquel que está extraviado, ¿saben por
qué? Porque en la familia todos nos necesitamos y hay que saber perdonar, hay
que saber rescatar, hay que saber recrear los vínculos, hay que saber rearmar
la vida, la vida de las personas. Esto no es una manipulación; esto es un acto
de amor, de misericordia y de perdón. Es muy importante el reconocimiento, lo
malo es cuando uno no sólo se cayó sino que uno no quiera salir. Lo importante
no es caer, lo importantes saberse ayudado para poder levantarse y seguir.
A veces, en nuestra
sociedad, hay dos realidades: cuando alguien se cae, si alguien lo ayuda esa
persona misma hace el esfuerzo para levantarse; pero si usted tiene que
levantar un “peso muerto”, ese peso -físicamente- pesa tres veces más y es más
difícil levantarlo.
Pidamos al Señor que
podamos levantar gente caída pero que no llegue hasta el extremo, hasta lo
último. Nuestra vida nos tiene que hacer volver a este Dios que tiene
misericordia, que tiene ternura, que tiene bondad y que no nos pregunta los
pecados sino que nos abraza y nos hace fiesta.
Les dejo mi bendición:
en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén