COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
XXV
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Evangelio
según San Lucas 16,1-13 (forma breve)
Jesús decía a sus
discípulos: “El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que
es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son
fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si
no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se
puede servir a Dios y al Dinero".
SOMOS
ADMINISTRADORES, NO DUEÑOS
Queridos hermanos, el
Evangelio principal nos habla de la verdadera administración. Administración es
el que administra y no es el propietario. Todos nosotros, en la vida, somos
administradores, todos. Administramos, se nos confía, en la producción, en los
bienes, pero luego hay que devolverlos. Hay que devolverlos a la comunidad,
devolverlos al bien común, para alimentar y construir el bien común.
A veces hay diferencias
entre ricos y pobres; y a veces pedimos al rico que tenga limosna y al pobre
que sea humilde y la reciba; pero creo que hay algo más profundo todavía. Lo
profundo es que uno tiene que devolver por justicia y para construir el bien
común. Por lo tanto el que guarda indebidamente aquello que no le pertenece,
ciertamente, está dañando el bien común. Por justicia, no por buena bondad, hay
que devolver las cosas que a uno no le pertenecen.
Es importante que
tengamos esa capacidad de llamar las cosas por su nombre, porque al hacerlo así
nos educaremos y aprenderemos que hay que ser fiel en lo mucho, pero también
aprenderemos a ser fiel en lo pequeño. Y quien “cierra un ojo”, quien no se
quiere dar cuenta, será infiel en lo pequeño preparándose para ser infiel en lo
mucho. ¡A buen entendedor, pocas palabras! Necesitamos valores que tienen que
ser amasados en nuestra vida, acuñados en nuestro corazón y presentados a la
sociedad, a todos los nuestros.
Que el Señor nos de
conciencia de que somos administradores y que todos, algún día, vamos a
rendirle cuentas al Señor, de los talentos que se nos habían confiado y de la
respuesta que habremos dado.
Les dejo mi bendición:
en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén