COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y
Gran Buenos Aires)
Vigésimo octavo durante el año,
Ciclo C
Evangelio según San Lucas 17,11-19.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a
través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro
diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle:
"¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!". Al verlos, Jesús les
dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron
purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás
alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en
tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces:
"¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?
¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?". Y agregó:
"Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
COHERENTES Y CONSECUENTES
¡Las necesidades!, ciertamente todos tenemos
necesidades y muchas veces recurrimos a Dios porque es una necesidad para
pedirle, porque es importante, porque es parte de nuestra pobreza, porque es
parte de nuestra condición humana y es necesario pedirle a Dios. Y Dios obra en
nosotros y nos concede aquello que le pedimos: la salud, algún trabajo, alguna
otra cosa donde teníamos una dificultad social, familiar, personal, sicológica
¡tantas cosa que le pedimos a Dios!
Y cuando, a veces, Dios no lo concede, un
poco ya nos vamos. Nos vamos si obtuvimos lo que quisimos, usamos lo que
pedimos y nos olvidamos. Y es ahí donde está la ingratitud. La ingratitud es
aprovecharse de una situación pero luego no es ser coherente ni consecuente. Y
es importante ser coherente y consecuente en la vida. Como vemos en estos diez
leprosos, curados los diez, pero que uno solo volvió a dar gracias por aquello
que recibió.
Pidamos al Señor ser agradecidos, pero el
agradecimiento no es sólo verbal -con nuestra palabra o con nuestros labios o
con nuestra boca- ¡es con el corazón, con la vida, con las actitudes! Si Dios
es bueno con nosotros, seamos buenos con los demás. Si Dios es bueno con
nuestra familia, seamos buenos con nuestra familia también. Alabar y agradecer
a Dios, SI; pero también volcarlo, expresarlo en actitudes, en gestos, en
bondad para con los demás.
Ahí viene el segundo encuentro donde no sólo
hubo una curación, sino que también hubo una curación del alma: “¡Levántate, tu
fe te ha salvado!” Esas cosas son importantes.
Que seamos coherentes y seamos consecuentes
con las bendiciones de Dios.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén