COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
trigésimo primero durante el año, Ciclo C
Evangelio según San Lucas 19,1-10.
Jesús entró
en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo,
que era jefe de los publicanos. El quería ver quién
era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura.
Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar
por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo:
"Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa".
Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban,
diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo
dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a
los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y
Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también
este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a
salvar lo que estaba perdido".
ÉL NOS BUSCÓ PRIMERO
¡Qué texto estupendo!, ¡es tan simple y todo
se produce a través de un encuentro! Zaqueo quería ver a Jesús pero tenía
dificultades y se las ingenia para poder verlo; Jesús, sabiendo que él lo
quería ver, le dice "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en
tu casa".
Siempre está el diálogo entre Dios y la
creatura, la persona, que muchas veces uno cree que es por iniciativa de uno
mismo. Uno no se da cuenta que es iniciativa de ÉL; es ÉL que nos está buscando
a nosotros y somos nosotros los que respondemos pero creemos que estamos en
primer lugar y más bien es el segundo lugar, porque ÉL nos buscó primero.
Luego, este hombre Zaqueo, tiene una
conversión interior muy profunda; no es “para la foto” ni para “mandarse la
parte”. Dice "voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he
perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más"; es decir que Zaqueo se
arrepiente, no sólo en su corazón, sino que también se abre por medio de ese
corazón y abre también sus manos. Es generoso. Viene a sanar, a reparar, el
daño que hemos cometido. Ahí está la verdadera conversión.
Hoy en día, la superficialidad del mundo a
veces nos lleva a decir muchas palabras, pero palabras que no tienen raíces,
que no tienen fundamento, que no tienen convicciones, que no tiene
resoluciones. Pensemos en este encuentro con Jesús y en este Zaqueo.
Quizás no tengamos las mismas posibilidades
que Zaqueo, pero sí, en el corazón, de algo habrá que arrepentirse y algo habrá
que reparar: el daño que uno pueda hacerle a las personas, a la familia, a la
sociedad, al bien común, a la Iglesia ¡y tantas cosas podremos reparar!
Que el encuentro con Jesús nos anime a
responder como lo hizo Zaqueo.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén