TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXXIII C
(17-noviembre-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
¡Cuidado
con dejarse engañar!
ü Lecturas:
o Malaquías
3, 19-20ª
o II
Carta de san Pablo a los Tesalonicenses 3, 7-12
o Lucas
21, 5-19
ü En
el texto del evangelio de Lucas que acabamos de escuchar, aparecen unas
palabras de Jesús que nos invitan a estar muy atentos para no ser engañados por
aquellos que utilizan un lenguaje religioso puesto al servicio de intereses
oscuros. El lenguaje de Jesús es muy directo: “¡Cuidado con dejarse engañar!
Porque muchas veces se presentarán usurpando mi nombre, y diciendo que son el
Mesías y que el último plazo está cumplido. No se vengan detrás de ellos”.
ü El
nombre de Dios ha servido de inspiración para emprender proyectos de una
infinita generosidad al servicio de los demás. Y no solo estamos pensando en
gigantes espirituales como Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Teresa de
Calcuta o Laura Montoya. También nos referimos al testimonio heroico de
millones de seres humanos anónimos que han dedicado sus vidas a amar y servir.
ü Así
como el nombre de Dios ha sido la motivación para unas existencias llenas de
sentido, también hemos visto, a lo largo de la historia, cómo se ha manipulado
el discurso religioso para envenenar a los individuos y las comunidades. En
esta meditación dominical los invito a profundizar en este llamado de atención
que nos hace Jesús, ¡cuidado con dejarse engañar!
ü Las
guerras religiosas son una profunda herida en el cuerpo social, y se han dado
en todas las denominaciones religiosas. Es aterrador que se cause dolor y muerte
en nombre del Dios de la vida. La lista es muy larga: Pensemos en las guerras
entre las diversas denominaciones cristianas, la Inquisición, los
enfrentamientos entre judíos y musulmanes. Si adoramos al mismo Dios, ¿por qué
no podemos orar juntos y compartir pacíficamente nuestra casa común?
ü No
podemos dividir a los seres humanos en dos grandes grupos: los buenos y los
malos, los fieles y los infieles, los que están en la verdad y los que están en
el error. Con frecuencia, la intolerancia religiosa va acompañada de la intolerancia
política y de los prejuicios sociales. De ahí la importancia de educar para una
convivencia respetuosa, que reconoce y valora las diferencias e interpreta el pluralismo
como una riqueza social.
ü Así
como es posible manipular el discurso religioso para direccionarlo hacia determinadas
ideologías, también es posible hacer un uso indebido del nombre de Dios y de la
religión para dominar la conciencia de las personas. Recordemos el enorme daño
causado por una distorsionada formación moral negativa, que ve pecado en todas
partes, que considera el cuerpo como como un enemigo al que hay que someter y
que es incapaz de integrar a la sexualidad dentro del plan de Dios.
ü Estas
afectividades enfermas no podrán construir una hermosa relación de pareja; y si
optan por la vida sacerdotal o religiosa, serán unos neuróticos agobiados por
mil fantasmas interiores, incapaces de dar testimonio de la alegría del
Evangelio. Recordemos las sabias palabras de Jesús: ¡Cuidado con dejarse
engañar!
ü Otro
uso indebido del discurso religioso y del nombre de Dios conduce a una espiritualidad
totalmente desconectada de la vida diaria, que no asume las responsabilidades
de construir un mundo más amable y justo. Son personas alienadas de la
participación política, que no son activas en la vida comunitaria, que no se
preocupan por generar riqueza y abrir puestos de trabajo. Están con los brazos
cruzados esperando el final de los tiempos. Son unos parásitos que viven de lo
que otros producen.
ü Esta
espiritualidad desencarnada contradice el mensaje que nos dio el Hijo eterno de
Dios al asumir nuestra condición humana, y da la espalda al mandato del Señor
que nos ha constituido en administradores responsables de la casa común.
ü Hagamos
un alto en el camino para recapitular las ideas que hemos desarrollado hasta
ahora. A partir de las palabras de Jesús en el Evangelio, ¡cuidado con dejarse
engañar!, hemos desenmascarado unos equivocados discursos religiosos, que han causado
mucho mal a los individuos y a las comunidades:
o Un
discurso religioso que exalta las pasiones y genera violencia contra grupos,
iglesias o comunidades.
o Un
discurso religioso que infecta la conciencia con temores, inseguridades y
angustias.
o Un
discurso religioso que aliena a los seres humanos de sus responsabilidades
cotidianas, invitándolos a vivir una espiritualidad desencarnada e irreal.
o Recordemos
las palabras de Jesús: ¡Cuidado con dejarse engañar!
ü Después
de hacer una revisión de estos discursos desenfocados, demos un paso adelante y
caminemos hacia una propuesta positiva. Ya sabemos los caminos que debemos
evitar. Ahora exploremos la ruta que nos conviene seguir.
ü Motivado
por el mensaje que propone al mundo el Papa Francisco a través de su encíclica
sobre el Cuidado de la Casa Común, hace poco fui en peregrinación a Asís,
hermosa ciudad italiana en la que san Francisco vivió su proceso espiritual que
sigue siendo fuente de inspiración a pesar del tiempo que nos separa: Francisco
vivió entre los siglos XII y XIII; y las mujeres y hombres del siglo XXI
seguimos encontrando en él un motivo de inspiración.
ü Hijo
de una rica familia de comerciantes, Francisco descubrió el valor de la
simplicidad y renunció al confort que la vida le ofrecía. A pesar de los ocho
siglos que nos separan, Francisco trasmite un vigoroso mensaje a esta sociedad
de consumo que ha convertido al mundo en un inmenso basurero, como nos lo
recuerda el Papa Francisco. No podemos continuar derrochando los recursos del
planeta. Francisco de Asís es precursor de este modelo de conversión ecológica
que propone el Papa Francisco. Por eso los grandes expertos en comercio internacional
están proponiendo una economía circular, que es la propuesta responsable para reutilizar
o reciclar los bienes de la tierra.
ü Constituye
una experiencia espiritual única visitar la ciudad de Asís y sus alrededores, allí
donde Francisco vivió su profunda comunión con la naturaleza que expresó, de manera
sublime, en el Cántico de las Criaturas. Los ciudadanos del siglo XXI,
intoxicados por la contaminación de las ciudades, debernos reconectarnos con el
hermano sol, la hermana luna, la hermana agua, el hermano viento. Y allí, en el
silencio de la naturaleza, alabar a Dios y darle gracias por el don de la vida.
ü En
el texto evangélico que hemos escuchado, Jesús nos pone en guardia ante los
discursos religiosos equivocados que, en lugar de sembrar amor y paz, causan
enfrentamientos, muerte, angustias, rupturas de los vínculos sociales.
“¡Cuidado con dejarse engañar! Porque muchos se presentarán usurpando mi nombre
y diciendo que son el Mesías y que el último plazo está cumplido”
ü No
caigamos en la trampa que nos tienden. Por el contario, vayamos a la
simplicidad del mensaje evangélico, al camino que nos señalan las parábolas.
Abrámonos al testimonio de un san Francisco de Asís con su refrescante
propuesta espiritual capaz de responder a los grandes desafíos del siglo XXI.