DOMINGO 2º. DE ADVIENTO,
Ciclo A
A LAS 6 DE LA MAÑANA DIOS
REPARTE, A LOS QUE FAVORECE CON SUERTE
Adentrados ya en el tiempo del
Adviento, parece que las miradas de los cristianos tendrían que estar
pendientes del pasado, de la primera venida de Cristo al mundo, en carne
mortal, en humildad, en pobreza en un empeño
de hacer a la humanidad una sola, pendiente de la mirada del Buen Padre Dios, sin embargo, los textos
de la Escritura Santa más bien nos animan a contemplar al Salvador que vendrá
al final de los tiempos para llevar a todos los mortales a la casa del Padre de
todas las luces. Eso indica el mensaje de Juan Bautista, un hombre recio, que
no dejaba títere con cabeza, pues su palabra era dura, hiriente, casi diríamos despiadada,
con aquellos hombres rudos que pensaban que ellos lo sabían todo y que
esperaban una salvación en automático, sólo por ser “del pueblo elegido”. Sus palabras no tenían vuelta de hoja, pues buscaba
que los hombres pusieran su mirada en el que vendría, en el que ya tenían entre
ellos. Apareció en el desierto de Judea,
alejado de las colinas de Jerusalén, fuente del poder, de la economía y del
mando religioso. Desde allá no se imaginaban cómo ese hombre extraño,
estrafalario, con sus palabras que más que bálsamo para las heridas, parecía
que aplicaba vinagre o limón, pero la verdad es que ese
hombre atraía, conquistaba los corazones de los hombres, que venían a él, lo
escuchaban, cambiaban su vida, reconocían sus pecado y se dejaban bautizar por él, en señal de la nueva vida
que les anunciaba, el que él presentaba como el Cordero de Dios, el que
quitaría los pecados de la humanidad. Bendito Juan, que supo preparar espléndidamente
el corazón de los hombres a la espera del Salvador.
También Isaías proclama con esa visión
maravillosa de animales que hoy son enemigos recalcitrantes, habitando juntos y
despreocupados, una naturaleza en paz, en armonía y en sosiego, como que ya se
estuviera viviente la situación de los hijos e Dios en la gloria. El presenta al Salvador como aquel en el cual
se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu
de consejo y fortaleza, espíritu de
piedad y temor de Dios. Él se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán
todas las naciones y será gloriosa su morada”.
Parece imposible lo que Isaías propone, pero si nosotros tenemos el Espíritu
de Cristo, no tenemos que esperar más, podemos ya comenzar a construir esa paz
y esa armonía de todos los hombres, lo que a Cristo de costó la vida entera.
Empeñados en nuestra liturgia, el culto al Dios verdadero, no podemos dejar que
el mundo vaya a la deriva, o peor aún, intentar voluntaria o involuntariamente
dañar este mundo que es la casa de todos.
Eso mismo es pues, lo que señala el
Apóstol San Pablo en el texto que la Iglesia nos propone el día de hoy: “que
por la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, MANTENGAMOS LA
ESPERANZA”. Es lo que nos falta el día de hoy, cuando los hombres están
aterrados de sus propias obras, de su propia maldad y de su desdicha, tenemos
que tener levantada la bandera de Cristo, sintiendo que en él esta el camino
para una convivencia de tal manera armónica que nadie esté pensando que la
mejor solución para los males del mundo es el suicidio, el retirarse
desilusionado de este mundo miserable.
Es el momento de la esperanza. Y de una esperanza en Cristo, no en
ídolos creados por los hombres, monigotes como el de santa Claus creado como
figura comercial, pero con una intención clara, apartar la mirada de Cristo,
para ponerla en los regalos y las cajas
de oropel y de engaño
Si continuamos con San Pablo, escuchemos
lo que él dice: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo les conceda
ustedes, vivir en PERFECTA ARMONÍA unos con otros, conforme al espíritu de
Cristo Jesús, para que, con un solo corazón y una sola voz, alaben Dios, Padre
de nuestro Señor Jesucristo”. Vivir en perfecta armonía, es el deseo de los
hombres de buena voluntad, que pudieron conseguir esa vía de comunicación
subterránea que conecta a dos naciones, Francia e Inglaterra y que fue construida
precisamente por las dos naciones que se encontraron en medio del camino cuando
los dos equipos de trabajo se dieron el abrazo de paz y de triunfo. La vía de comunicación entre Dios y los
hombres sería lo mismo porque el trabajo de los hombres será indispensable y
cuando leguen al final, se habrán dado cuenta que la mitad del camino ya la
había construido Cristo con su Cuerpo, con su sangre y con la entrega de su
vida en lo alto de la cruz.
“por tanto,
continua el Apóstol, acójanse unos a los otros como Cristo los acogió a
ustedes, para gloria de Dios. Quiero decir que Cristo se puso al servicio del
pueblo judío, para demostrar la fidelidad Dios, cumpliendo las promesas hecha al
patriarca y que por su misericordia los paganos alaban a Dios, según aquello
que dice la Escritura: Por eso te alabaré y cantaré himnos a tu nombre”.
Cantemos, pues al Señor que nos amado
en su Hijo Jesucristo, y preparemos una venida encantadora donde se conjuguen las
tres venidas del Salvador, en carne mortal primero, en la venida oculta,
callada en carne mortal, luego la
llegada oculta al corazón de los hombres cada día y
finalmente, la venida gloriosa y encantadora
del Señor al final de lo tiempos.
Quizá fuera de lugar, termino pidiendo
a mis lectores que antes que un arbolito de Navidad, piensen mejor en un buen Nacimiento
parar el Salvador, donde tomen parte en su creación, los niños, fomentando el
amor al Divino Niño, los jóvenes con su creatividad y los padres alentando la
paz y la concordia entre los que forman la familia. Que el Señor nos bendiga
desde ahora con su paz y su consuelo.
Su amigo el P. Alberto Ramirez
Mozqueda.