Domingo 6º. Ordinario Ciclo A
CUANDO TE DIEREN LA VAQUILLA, ACUDE CON LA SOGUILLA
Bien
entendido lo anterior, Cristo se detendrá en tres momentos importantísimos en
la vida del cristiano la importancia de la vida, la actualidad de la vida
matrimonial, destacando la importancia de la fidelidad y la pena del divorcio,
agregando la necesidad de no jurar
absolutamente en nuestra relación con los demás, si en verdad somos seguidores
del Dios que es verdad y vida.
PRIMERO,
sobre, la vida, tenemos que considerar la gratuidad con que se nos entrega,
tanto la nuestra personal como la de los demás. Nunca podremos agradecer a Dios
suficientemente este don encantador de la vida humana. No habrá momento
comparable al poder contemplar a una criatura recién nacida, donde los padres ven
reflejada su propia imagen; o contemplar con los medios modernos de
comunicación el desarrollo de la vida humana en el seno de la mujer. Qué
perfección ver como van apareciendo en un orden
rigurosamente establecido todos los datos de lo que será el hombre o la mujer
en la vida adulta, desde los pelos de la cabeza hasta el tamaño de las uñas.
Visto así, nadie duda hoy de que la vida humana comienza desde el momento de la
fecundación, por lo que desde ese mismo momento la vida es sagrada porque
proviene de la mano de Dios. Y de ahí el
mandamiento supremo: NO MATARÁS. Es
bueno volver a recordarlo porque como están las cosas en el mundo, sobre todo
en nuestro querido México, parece que la vida humana es algo deleznable, algo
sin sentido, algo de poca monta y así se habla de miles de desaparecidos de los
que no se vuelve a saber nada, de cuerpos que aparecen descabezados o tirados
en cualquier basurero de la ciudad, confundidos entre las toneladas de basura
de los habitantes, y no se diga de los
crímenes en aumento a mujeres inocentes y ahora también a niños indefensos sin
mencionar los millones de abortos en el mundo de los que deberíamos vivir
profundamente avergonzados.
SEGUNDO,
la pareja humana, y sobre todo la pareja bien constituida con la bendición de
Dios, es un reflejo muy preciso del amor de Dios a la humanidad, que no se
reserva nada, que todo lo entrega sin esperar recompensa y que tiene
recompensas tan grandes que tenemos que sopesar adecuadamente. Esa unión ha sido dotada de características
muy precisas, en primer lugar, la fidelidad, en seguida la continuidad en el
tiempo y algo muy importante, la apertura de la pareja a la vida humana. Esas
tres características dan estabilidad, solidaridad y una gran paz a la pareja
humana. Da tanto gusto ver a las parejas de jóvenes que, tomados de la mano,
cantan su amor y su cariño, como esa misma pareja después de muchos años,
caminan juntitos, encontrando sostén el uno en el otro. De ahí la palabra de Cristo hoy: NO COMETERAS
ADULTERIO. Qué importante es que hoy Cristo venga a recordárnoslo pues parece
que las condiciones de la sociedad, donde hombre y mujer trabajan, se
prestarían para que uno y otro pudieran gozar del mismo privilegio, de gozar de
placeres que antes se consideraban casi exclusivo de los caballeros. Y por eso Cristo en este mismo apartado
vuelve a insistir en la necesidad de considerar el divorcio como algo
plenamente dañino para la pareja humana.
Es verdad que en todas las épocas la pareja descubre en un momento de su
vida, que la convivencia se volvió impracticable, o que otras circunstancias
piden la separación. Pero hoy parece que lo que era excepción, ahora se
convierte en algo tan natural y los papás hablan mis tres hijas divorcias y de dos de los hijos
separados. Tendríamos que reforzar la preparación de los novios hacia el
matrimonio, pero más que nada, educar para que los jóvenes no tengan miedo a un
compromiso que lo único que garantizaría sería una existencia feliz y pacífica.
TERCERO,
la última recomendación de Cristo es sobre la necesidad de no jurar ni por el
cielo ni por la tierra, si en verdad procedemos como Cristo nos ha enseñado, un
cristiano no tendría ni que mentir ni tendría que jurar, porque eso sería
desconfiar de su veracidad. Pero también Cristo insiste en la necesidad de que
en caso de prometer algo al Señor, habrá que cumplirle, pues nos encontramos que
casos que dan risa pero que causan una profunda pena como la de aquella madre
que prometió llevar a su niño vestido de San Martín de Porres. y quería llevar a su “niño” cuando este ya tenía 34 añitos bien vividos.
Como
conclusión a nuestra reflexión pueden valer las palabras que San Pablo cita de
la Sagrada escritura:
“Lo
que Dios ha preparado para los que le aman, ni el ojo ha visto ni el oído ha
escuchado, ni la mente del hombre pudo siguiera haber imaginado”. Nos esperan
grandes cosas en la casa del Señor. Seamos, pues fieles a su amor.
Tu
amigo el P. Alberto Ramírez Mozqueda que te invita a difundir este mensaje.
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