TIEMPO ORDINARIO – DOMINGO III A

(26-enero-2020)

 

Jorge Humberto Peláez S.J.

jpelaez@javeriana.edu.co

 

Meditación sobre la confianza, la unidad eclesial y el seguimiento de Jesús

 

ü Lecturas:

o   Profeta Isaías 8, 23 – 9,3

o   I Carta de san Pablo a los Corintios 1, 10-13. 17

o   Mateo 4, 12-23

 

ü La misa dominical no debe ser vista como una obligación sino como una invitación muy especial que nos hace el Señor. Nos reunimos como comunidad para dar gracias por los beneficios recibidos y pedirle a Dios que nos ayude a vivir responsablemente nuestro proyecto de vida. Para ello el Señor nos alimenta con el Pan de vida y el Cáliz de salvación.

 

ü Cada semana, la Palabra de Dios nos da orientaciones para descubrir qué quiere Él de nosotros. Después de escuchar las lecturas de este domingo, los invito a descubrir las pistas que nos ofrece el Señor para esta semana que comienza. Centremos nuestra reflexión alrededor de tres puntos: 1) la confianza gozosa que impregna la vida del creyente; 2) en la Iglesia no hay lugar para las vanidades personales, ni los partidos, ni los movimientos de oposición; 3) el llamado al seguimiento de Jesús.

 

ü Empecemos desarrollando el primer punto: la confianza gozosa que impregna la vida del creyente.

 

ü Ciertamente, la vida está llena de sobresaltos e incertidumbres en cuanto a la salud, el dinero, el trabajo, la seguridad. Es una realidad que se nos impone y de la cual nadie se escapa. Las diversas pólizas de seguros que pagamos nos ayudan a mitigar el impacto de algunos de estos golpes, pero ninguna de ellas nos ofrece una seguridad total.

ü Al contrastar esta experiencia generalizada de vulnerabilidad con las palabras del Salmo 26, algunas personas se pueden sentir perplejas: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?”

 

ü No podemos interpretar equivocadamente esas palabras del salmista. No es que él haya perdido el sentido de la realidad. No es que niegue los hechos adversos que se presentan en la vida. La confianza gozosa del creyente le permite ver, más allá de la oscuridad en la que puede encontrarse, que Dios es el siempre fiel que nunca nos falla, que jamás nos da la espalda y que nos sostiene con su gracia. En medio de las crisis, sabemos que no vagamos sin rumbo, que no somos simples marionetas cuyos hilos los maneja el Destino. Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Esa es la razón de nuestra confianza gozosa.

 

ü Pasemos al segundo punto de nuestra meditación, inspirados en el texto de la I Carta a los Corintios que acabamos de escuchar: en la Iglesia no hay lugar para las vanidades personales, ni los partidos, ni los movimientos de oposición.

 

ü Con profundo dolor, san Pablo se ha enterado de las divisiones internas que se han presentado en la comunidad de Corinto, las cuales son inaceptables. Decide, entonces, escribirles para llamarles la atención: “Me refiero a uno que dice que está con Pablo, otro dice que está con Apolo, otro dice que con Cefas, y otro por fin que él está con Cristo. ¿Pero acaso está Cristo dividido? ¿Acaso fue crucificado Pablo por la salvación de ustedes?”

 

ü La construcción de la Iglesia no es un proyecto humano que se lleva a cabo mediante alianzas políticas, compra de votos o manejo de la opinión pública. Lo único importante es el anuncio de la Palabra de salvación, y en esta tarea los evangelizadores somos simples instrumentos. Por eso carece de importancia que brille el predicador o el profesor; lo que hay que garantizar es que la Palabra sea transmitida con fidelidad y de manera pedagógica.

ü Teniendo como telón de fondo este tirón de orejas de san Pablo a la comunidad de Corinto por sus divisiones internas, hay que expresar un total rechazo a los feroces ataques contra el Papa Francisco, que apuntan a destruir la comunión eclesial. Da vergüenza que un Cardenal de la Curia Romana, que ocupa un altísimo cargo en el gobierno de la Iglesia, haya usado indebidamente la autoridad y el prestigio del Papa emérito Benedicto para tratar de dar credibilidad a sus ataques contra Francisco.

 

ü Esto no quiere decir que en la Iglesia estén prohibidos los debates y las discusiones. La uniformidad no es sana. Pretender que haya unanimidad en todo sería amordazar la voz del Espíritu que habla en medio de la comunidad. Pero los debates y discusiones se hacen con amor, fortaleciendo la comunión eclesial y utilizando sólidos argumentos teológicos e históricos, y no acudiendo a triquiñuelas sucias.

 

ü El tercer punto de esta meditación dominical está inspirado en el Evangelio de san Mateo que acabamos de escuchar: el llamado al seguimiento que hace Jesús.

 

ü Recordemos que nos encontramos en los comienzos de la vida pública. Como Maestro, una de sus primeras tareas es reclutar a los que serán sus discípulos. ¿Dónde los busca? No en el atrio del Templo ni en los centros de poder. Va a la orilla del lago y allí su mirada penetrante lee el corazón de dos parejas de hermanos, Simón y Andrés, Santiago y Juan. Son hombres sencillos, transparentes, con una profunda fe en Yahvé y respetuosos de las tradiciones religiosas. Les hace una invitación que tendrá una enorme repercusión para el desarrollo futuro de la Iglesia: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Esos hombres sencillos quedaron subyugados por la bondad que irradiaba Jesús y lo siguieron inmediatamente sin hacer más preguntas ni fijar condiciones.

 

ü Que estos tres puntos sobre los cuales hemos centrado nuestra meditación dominical nos sirvan de alimento espiritual a lo largo de la semana: confianza gozosa en Dios, profundo sentido de la unidad eclesial y firme decisión de seguir a Jesús.