TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO II A
(19-enero-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Este
es el Cordero de Dios
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 49, 3. 5-6
o I
Carta de san Pablo a los Corintios 1, 1-13
o Juan
1, 29-34
ü Pasadas
las celebraciones navideñas, las ciudades recuperan su ritmo normal: hay un
reajuste general de los precios, los estudiantes regresan a las aulas de clase
y la gente hace unos propósitos, que no cumplirá, de bajar de peso y hacer
ejercicio.
ü ¿Cuál
es el ritmo que sigue la liturgia después de estas festividades? El domingo
anterior celebramos la fiesta del Bautismo del Señor, que es el comienzo
solemne de su vida pública. Así, domingo a domingo, iremos acompañando al Señor
en su actividad evangelizadora donde irá manifestando quién es y para qué ha
venido; esto lo llevará a cabo a través de sus enseñanzas y milagros.
ü Detengámonos
a reflexionar sobre el significado del Bautismo del Señor, que es el tema
central del domingo anterior y de éste en que nos encontramos. En el evangelio
que acabamos de escuchar, el tema central es la catequesis de Juan Bautista
alrededor de la experiencia bautismal.
ü Con
humildad, Jesús se dirigió al río Jordán para recibir el bautismo de Juan,
“pero Juan se oponía diciéndole: Soy yo quien necesito ser bautizado por ti; ¿y
tú acudes a mí?” Y lo que empezó siendo la práctica piadosa de un judío devoto,
se convierte en una solemne teofanía o manifestación de la gloria de Dios, en
la que se revela la verdadera identidad de este judío que pedía ser sumergido
en las aguas bautismales. Leemos en el evangelio de Mateo que fue proclamado el
domingo anterior: “Se abrieron los cielos sobre Él, y vio al Espíritu de Dios
bajar como una paloma y posarse sobre Él. Y una voz desde el cielo dijo: Este
es mi Hijo muy querido, en quien tengo mi complacencia”.
ü Esta
teofanía es el punto de partida de la acción evangelizadora de Jesús. A partir
de entonces, todas sus palabras y acciones irán revelando gradualmente,
pedagógicamente, quién es Dios y cuál es la salvación que nos ofrece. Este proceso
de auto manifestación de Dios alcanzará su clímax y se comprenderá plenamente
con la resurrección de Jesús.
ü El
texto del evangelista Juan que acabamos de escuchar, recoge unas explicaciones
de Juan Bautista sobre la identidad y misión de Jesús. Son como un desarrollo
del relato del Bautismo del Señor. La introducción a esta catequesis de Juan es
muy sencilla: “Estando Juan bautizando al otro lado del Jordán, vio venir a
Jesús y dijo…” La catequesis de Juan, dirigida a sus discípulos, tiene como
fuente de inspiración la presencia de Jesús, quien está realizando sus primeras
salidas apostólicas. En esta catequesis, Juan desarrolla dos grandes temas teológicos:
Jesús como Cordero de Dios, y su
testimonio sobre la teofanía en el momento del Bautismo.
ü Empecemos
por el primer tema teológico que desarrolla Juan Bautista quien, al ver a
Jesús, lo señala: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Esta afirmación de Juan tiene raíces muy hondas en la tradición del Antiguo
Testamento, ya que recoge dos grandes temas teológicos: el siervo de Yahvé y el cordero pascual, y los aplica a Jesús.
ü El
profeta Jeremías, acorralado por sus perseguidores, se describe a sí mismo como
un cordero al que llevan al matadero. Este símbolo del cordero indefenso
adquiere un significado más amplio cuando se aplica a la figura bíblica del siervo de Yahvé, quien derramaría su
sangre en expiación por los pecados del pueblo. El siervo de Yahvé es descrito
como un cordero llevado al matadero. Con esta imagen se quería destacar la
humildad y la resignación del siervo que acoge la sentencia que ha sido dictada
en su contra.
ü Los
evangelistas utilizan esta misma imagen para describir la indefensión de Jesús
cuando es llevado ante el Sanedrín y es interrogado por Pilatos.
ü Igualmente,
en las palabras de Juan Bautista sobre Jesús (“Este es el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo”), se recapitula todo el simbolismo del cordero pascual, cuyo sacrificio
recordaba la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto.
ü Juan
Bautista quien, como judío devoto, conocía la riqueza teológica de estos
símbolos, los aplica a Jesús que iniciaba, después del Bautismo en aguas del
Jordán, la predicación del Reino y quien derramaría su sangre en la cruz para
la redención de la humanidad.
ü La
Teología cristiana ha desarrollado ampliamente este Cristología del Cordero de
Dios, la cual ha sido fuente de inspiración para el arte cristiano de todos los
tiempos.
ü Así
pues, la primera parte de la catequesis de Juan a sus discípulos está centrada
en la imagen del Cordero de Dios. La segunda parte de la catequesis recoge el
testimonio de Juan sobre la Teofanía del río Jordán: “Yo presencié cómo el Espíritu
descendía del cielo como paloma y permanecía sobre Él”.
ü Juan
afirma con toda claridad que se trata de un conocimiento nuevo, es decir, una
auténtica revelación sobre la identidad de Jesús. Él afirma: “Yo no lo conocía,
pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas descender
el Espíritu y permanecer sobre Él, es el que ha de bautizar con Espíritu
Santo”.
ü Esta
precisión que hace Juan es de gran importancia. No pensemos que él, en su llamado
a la conversión, conocía quién era el Ungido de Dios y cómo se haría presente. Movido
por el Espíritu, hace una invitación a prepararse para acoger una realidad nueva
que estaba muy cerca, pero cuyos rasgos eran todavía muy imprecisos. En su
encuentro cara a cara con Jesús, junto al río Jordán, Juan percibió la energía
espiritual que irradiaba aquel hombre, llamado a cumplir una misión que había
sido anunciada por los profetas. Pero será necesario esperar a la Resurrección
para que esta revelación inicial (“Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo
mi complacencia”), se comprenda en toda su riqueza.
ü A
lo largo del año litúrgico, domingo tras domingo, iremos descubriendo diversas
facetas de ese Jesús, revelador del Padre, que entregó su vida por nuestra
salvación. Sólo entonces comprenderemos la riqueza teológica de las palabras de
Juan Bautista: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.