D O M I N G O  VII    (A)   (Mateo 5, 38-48)

Perdonando:“glorificamos a nuestro Padre que está en el Cielo” (Mt.5,48)

-  A la vista de la 1ª Lectura del Libro del Levítico (XIX, 1-2), no parece que no parece que haya mucha diferencia, entre las exigencias del Antiguo y del Nuevo Testamento:

            - “No odiarás de corazón a tu hermano”

            - “Amarás al prójimo como a ti mismo”

- Sin embargo, a la luz del Evangelio de hoy, (que continúa con el tema del amor del pasado Domingo) sí que se aprecia una substanciosa diferencia: in embargo, Cristo pasa, de las simples exigencias naturales, a las exigencias sobrenaturales.

- En la Ley del Talión, se hablaba sólo de lo que exige una lógica natural: “Ojo por ojo, y diente por diente” Es como decir:Te puedes vengar del enemigo, pero…, lo justo, ¡sin pasarse! O, “Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo”. La Ley del Talión se movía en el plano de lo lógico-natural  No contemplaba las exigencias del amor cristiano.

- Por eso, viene Jesús y nos dice: el cristiano, mi seguidor, en el ejercicio del amor, ¡no se puede conformar con las simples exigencias naturales!

-Habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu    enemigo”. Pues Yo, en cambio, os digo;

              - “Amad a vuestros enemigos”

              - “Haced el bien a los que os aborrecen”.

              - “Rezad por los que os persiguen y calumnian”.

  - “Al que te abofetea la mejilla derecha, preséntale la otra” (1)

-Y nos da el fundamento, de estas exigencias: nuestra filiación divina: porque añade: “Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el Cielo”. Lo que viene a significar que: sólo observando esa conducta, nos podemos considerar, verdaderamente, hijos suyos.

- Cristo practicó en su vida estas exigencias en grado heroico, Los Santos, con la Gracia de Dios, también las vivieron, y nosotros, estamos llamados a intentarlo, con su ayuda. Un hijo de Dios no puede “andarse por las ramas” y comportarse, en la práctica del amor, con los criterios de un pagano.

- Desgraciadamente, no es extraño escuchar, (a veces, incluso, de labios de cristianos practicantes): “Yo perdono pero no olvido”.O lo que es peor: “Ni perdono ni olvido” y, como estas, otras muchas actitudes parecidas que son incompatibles con nuestra condición de hijos de Dios.                >>>>>>>>

- Una buena ocasión para revisar, a la luz de este Evangelio, nuestros posibles rencores o el “archivo de agravios” no perdonados de corazón, para rectificar. Y que así: “Glorificaremos a nuestro Padre que está en el Cielo”.

                                                                                                     Guillermo Soto

 

(1)           Respecto a esta última exigencia del amor cristiano conviene puntualizar que, aunque es una metáfora, no es sin embargo, una enseñanza teórica. Es una verdad para ser practicada.

   Pero no se trata de presentar, físicamente, la otra mejilla. Entre otras cosas porque, de ordinario no son estas las “bofetadas” que podemos recibir. Se trata, más bien, de saber reaccionar, ante una ofensa, sin violencia y con dignidad. Exactamente como lo hizo Cristo cuando recibió aquella bofetada (en su caso físicamente), del cortesano de Caifás, para congraciarse con el. ¡Jesús no pone la otra mejilla! sino que sabe reaccionar sin violencia y con dignidad:

       “Si he hablado mal, dime en qué: y si no, ¿Porqué me pegas?”   :