CUARESMA – DOMINGO II A

(8-marzo-2020)

 

Jorge Humberto Peláez S.J.

jpelaez@javeriana.edu.co

 

Todo comenzó con un desconocido pastor errante

 

ü Lecturas:

o   Génesis 12, 1-4

o   II Carta de san Pablo a Timoteo 1, 8b-10

o   Mateo 17, 1-9

 

ü Como telón de fondo de nuestra meditación dominical, quiero referirme brevemente a una expresión que aparece con mucha frecuencia en los libros de teología y en la predicación: historia de la salvación. Es muy probable que estas palabras ya no nos sorprendan pues las hemos oído muchas veces. Los invito a que nos dejemos sorprender por ellas, ya que expresan algo inimaginable como es el hecho de que Dios haya querido manifestarse en la historia de un pueblo y establecer una alianza o relación muy especial. Dios, el eterno, se hace presente en el tiempo; el Creador del universo toma la iniciativa de acompañar a un pueblo en su devenir. Aunque estos hechos se describen muy fácilmente, se trata de algo inimaginable desde nuestra condición de creaturas.

 

ü Las lecturas de este domingo nos describen dos momentos muy especiales, aunque distantes en el tiempo, de esa historia de la salvación o auto-manifestación de Dios a la humanidad:

o   La primera lectura, tomada del libro del Génesis, nos narra el punto de partida de esa iniciativa de Dios, que es la vocación o llamado de Dios a Abrahán, un pastor errante.

o   El Evangelio nos describe la Transfiguración de Jesús en la cima del monte Tabor, que es un momento muy significativo de esa auto-manifestación de Dios.

ü La meditación de estos textos, que marcan momentos estelares de la historia de la salvación, enriquecen nuestro espíritu en este camino cuaresmal de preparación para celebrar la Pascua del Señor, que es el clímax de esa historia de amor.

 

ü El libro del Génesis nos transmite una historia cuyo argumento se resume fácilmente, pero que narra acontecimientos que superan cualquier relato de ciencia-ficción. En un rincón ignorado del mundo, un pastor  dedicaba su vida al cuidado de sus rebaños, y se iba desplazando de un lugar a otro en búsqueda de agua y pastos frescos. Su nombre era Abrahán. Por escogencia de Dios, este pastor desconocido se convertirá en protagonista importantísimo de la historia espiritual de la humanidad. Los cristianos lo reconocemos como nuestro padre en la fe.

 

ü Este sencillo relato del Génesis tiene tres partes, claramente identificadas: el llamado de Dios, la promesa que Él hace y la respuesta del pastor:

o   El llamado: “Vete de tu tierra, de tu familia y de la casa de tu padre al país que te voy a mostrar”

o   La promesa: “Voy a hacer de ti una gran nación, y voy a darte un nombre glorioso que lleve a los demás la bendición”

o   La respuesta del pastor: “Se puso Abrahán en camino, como se lo había ordenado el Señor”

 

ü La invitación que hace Dios implicaba unas rupturas radicales pues significaba abandonar el clan familiar y el entorno que le ofrecía seguridad, para lanzarse a lo desconocido. El SÍ incondicional de Abrahán lo constituye en modelo de los creyentes. No duda, no pregunta, no establece condiciones, no pide prórrogas. Simplemente, se pone en camino. Confía totalmente en el Señor que lo invita.

 

ü Existe un abismo entre la fe incondicional de Abrahán y nuestra fe vacilante. Nuestra confianza en Dios es muy débil. Cuando oramos, hacemos la lista de las necesidades que nos parecen urgentes, y nos cuesta mucho decir con convicción: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. No se nos ocurre pedirle que nos ayude a discernir cuál es su proyecto sobre nosotros, sino que le comunicamos qué hemos decidido hacer y lo invitamos a que se nos una… Esta promesa de Dios a Abrahán nos permite entender cómo comenzó este fascinante itinerario de la auto-manifestación de Dios a la humanidad, que tiene como punto de partida esta invitación a Abrahán, un pastor desconocido.

 

ü Dejemos al viejo Abrahán en su tienda y rodeado de sus cabras para trasladarnos al monte Tabor donde se desarrolla una escena que, a pesar de su privacidad pues solo estaban Jesús y tres de sus discípulos, tiene un hondo significado. Se trata de la Transfiguración. Vale la pena que leamos cuidadosamente el texto pues allí se encuentran elementos muy interesantes:

o   La escena se desarrolla en la cumbre de un monte. En la tradición religiosa de Israel y de otros pueblos, las cimas de las montañas eran lugares que se consideraban espacios privilegiados para relacionarse con la divinidad mediante las oraciones, ofrendas y sacrificios.

o   El montaje escénico contiene los elementos tradicionales de las teofanías o manifestaciones solemnes del poder de Dios en el Antiguo Testamento: rostro brillante como el sol, vestido blanco como la luz, nube, voz solemne.

o   El mensaje es la manifestación de la identidad de Jesucristo y su misión: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo mi complacencia. Escúchenlo”.

o   En este solemne escenario, aparecen dos personajes centrales del Antiguo Testamento: Moisés, el gran legislador de Israel; y Elías, en representación de la tradición profética. Su presencia junto a Jesús transfigurado significa que el Mesías es la realización de una Alianza nueva y eterna, que había sido anunciada por los profetas.

 

ü Este proceso de auto-manifestación de Dios llega a su plenitud cuando la Palabra eterna del Padre se hace hombre. Jesucristo, a través de su persona, palabras y signos es la revelación definitiva.

 

ü En este camino cuaresmal, la liturgia del II domingo nos invita a prepararnos a la celebración de la Pascua del Señor, invitándonos a recordar cuándo y cómo comenzó esta historia, y la misión de Jesucristo como Hijo amado del Padre.