COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran
Buenos Aires)
Segundo domingo de Cuaresma, Ciclo A
Evangelio según San Mateo 17,1-9
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su
hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en
presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se
les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús:
"Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra
para Elías". Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió
con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: "Este es mi Hijo
muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo". Al oír esto, los discípulos cayeron con el
rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les
dijo: "Levántense, no tengan miedo". Cuando alzaron los ojos, no
vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les
ordenó: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos".
CUARESMA 2: ESCUCHAR, OBEDECER,
CAMINAR
Este relato
evangélico se llama La Transfiguración. En él se nos prepara para el misterio
fundamental, la Pascua, a saber: el prendimiento de Jesús, el sacrificio, la
muerte y la resurrección. Esa muerte y esa resurrección están siempre unidas al
sacrificio y a la gloria. Así también es nuestra vida: no hay gloria sin
sacrificio; el sacrificio no termina allí sino que nos lleva a la gloria. Dos
partes importantes de la misma realidad: misterio, cruz, sacrificio, muerte,
resurrección y vida.
Creo que
tenemos que darnos cuenta de qué manera vamos a agradecer el único sacrificio
de Cristo Redentor. Él viene a hacer la voluntad del Padre -“yo vine a hacer la
voluntad del Padre y le soy fiel al Padre”- porque esa fidelidad, nos consta,
va en beneficio de nuestra humanidad. Cristo paga por nosotros el pecado del
mundo. ¡Cuánto amor y cuánta gracia tenemos que recibir!
Es evidente
que en la sociedad actual podemos vivir de muchas maneras: con indiferencia,
distraídos, llenándonos de cosas, con una vida tan superficial que no vamos a
las cosas profundas, no vamos a las cosas en serio, a las cosas esenciales. Y
como no vamos a cosas esenciales, ¿saben qué?, decimos estupideces, hacemos
tonterías, hacemos cosas muy poco humanas porque no hay valía. Hoy la sociedad
está cada día más deteriorada ¡vayamos a lo profundo! La presencia del Padre
dice “este es mi Hijo muy amado, escúchenlo”; escucharle, obedecerle y
seguirle.
Hay tres
cosas que debemos hacer en la vida: volver a escuchar; para poder escuchar hay
que hacer silencio, si no hacemos silencio no escuchamos bien y cuando no
escuchamos bien nos vamos a equivocar en la respuesta. Luego obediencia;
obediencia es salir de nuestro egoísmo y hacer lo que Dios nos pide, lo que el
Evangelio nos dice, lo que los demás nos piden, tenemos que poder obedecer,
¿quién obedece?, aquel que está atento y escucha bien. Y tercero estamos en
camino; un camino para ir hacia la madurez, hacia la evolución, hacia el
desarrollo, hacia la plenitud. Por eso es importante escuchar, obedecer y
seguirlo.
Que esta
Fiesta de la Transfiguración nos transforme también para que nos levantemos de
nuestra “sordidez” y vayamos adelante poniéndonos en camino.
Les dejo mi
bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén