CUARESMA
– DOMINGO V A
(29-marzo-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Desterremos
las voces de catástrofe y hablemos el lenguaje
de
la esperanza
ü Lecturas:
o Profeta
Ezequiel 37, 12-14
o Carta
de san Pablo a los Romanos 8, 8-11
o Juan
11-1-45
ü A
lo largo de nuestra vida, los sacerdotes han explicado que la Cuaresma es un
tiempo de reflexión, conversión y preparación para celebrar los misterios pascuales.
La mayoría de los fieles no les hacían caso y se iban de vacaciones.
ü Nunca
nos imaginamos que la palabra Cuaresma
pudiera asociarse con la palabra cuarentena.
Esta palabra nos evocaba epidemias medievales ya superadas por los antibióticos
y las vacunas. En pocas semanas, todas nuestras seguridades se han desplomado.
Lo que tiene en vilo al mundo no son las ojivas nucleares en manos de
terroristas o de un líder político desquiciado. Todos estamos atemorizados ante
este enemigo invisible y hasta ahora desconocido que ha dejado al desnudo
nuestras enormes fragilidades. ¡Los poderosos del mundo, que se sentían seguros
con sus escoltas y carros blindados, pueden ser heridos de muerte por una gota
de saliva!
ü Esta
pandemia ha puesto sobre la mesa temas que eran insignificantes para la
sociedad de consumo y la cuarta revolución industrial: la ética ciudadana y el
cuidado mutuo, la solidaridad, dejar a un lado el egoísmo que nos lleva a
acaparar los productos de primera necesidad, la tolerancia en medio de esta
convivencia familiar tan cercana y prolongada.
ü Esta
pandemia pone en evidencia el drama de la pobreza en el mundo. ¿Qué posibilidades
de lavarse las manos, conservar el distanciamiento social y recluirse tienen
los indigentes, los trabajadores informales, los adultos mayores que carecen de
un seguro médico y una pensión? ¡Ninguna! Cuando sintamos que el encierro nos
agobia, pensemos en el drama de millones de pobres del mundo totalmente
desprotegidos ante la pandemia del coronavirus. Esta Cuaresma en cuarentena nos
obliga a reflexionar sobre asuntos que no estaban en nuestra agenda y que no
podemos evitar.
ü Teniendo
como telón de fondo esta realidad tan compleja e inédita, la liturgia de hoy
nos propone un texto de hondo contenido humano y teológico. Es el relato de la resurrección de Lázaro.
ü Lo
primero que nos llama la atención es la profunda amistad que unía a este núcleo
familiar con Jesús. Podemos imaginarnos unas prolongadas tertulias llenas de
espiritualidad y calor humano. Para Jesús, estos amigos constituían un apoyo
muy importante en medio de sus correrías apostólicas.
ü Los
buenos amigos son un tesoro que debemos cuidar. Están junto a nosotros en todos
los momentos de la vida. Ante ellos podemos mostrarnos como somos, con nuestros
valores y miserias. Muchas veces el rol social que desempeñamos nos impone
protocolos y formalidades. Cuando estamos entre amigos, la autenticidad es la
regla de oro.
ü En
esta Cuaresma-cuarentena debemos apoyarnos y confortarnos entre el grupo de
amigos. Las herramientas tecnológicas nos permiten estar cerca a pesar de estar
confinados. Seamos particularmente cuidadosos de nuestros amigos que viven solos.
Este aislamiento, que nos golpea a todos, puede significar una grave amenaza
para la estabilidad emocional.
ü Las
hermanas Marta y María tienen la confianza suficiente para llamar a Jesús en esta
emergencia: “Señor, mira que tu amigo está enfermo”. De manera calculada, Jesús
se demora en regresar. No lo hace por desinterés sino porque quiere dar un
mensaje teológico de gran impacto: “Esta enfermedad no terminará en la muerte; será
para gloria de Dios, para que por ella sea glorificado el Hijo de Dios”.
ü Cuando
Jesús se encuentra con Marta, ésta manifiesta con espontaneidad sus
sentimientos encontrados de reclamo y esperanza: “Señor, si hubieras estado
aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te concederá
todo lo que le pidas”. Igual reclamo expresa María, la otra hermana. Esto nos
indica que la ausencia de Jesús les había causado extrañeza y habían hablado de
ello.
ü Otro
elemento muy impactante de este relato del evangelista Juan es el inmenso dolor
que experimentó Jesús ante la tumba de su amigo. El evangelista nos dice que
Jesús lloró. Ante esta manifestación emotiva, los judíos comentaron: “¡Miren
cómo lo quería!”. Esta actitud de Jesús nos lleva a revisar los prejuicios de
una sociedad machista que critica y menosprecia la manifestación de los
sentimientos por parte del varón. Si los hombres supiéramos llorar y expresar
sin complejos nuestros dolores e incertidumbres, tendríamos una sociedad más
sana, con menos alcoholismo y violencia intrafamiliar. Los hombres no debemos
temer a la ternura, a las expresiones de afecto, a las lágrimas.
ü El
clímax de este relato es la revelación de Jesús: “Yo soy la resurrección y la
vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí,
no morirá para siempre”. Toda la esperanza cristiana y el compromiso con la
transformación del presente se construyen sobre estas palabras de Jesús que
fueron ratificadas por su Resurrección gloriosa.
ü El
auténtico lenguaje cristiano es la esperanza. Por eso no debemos servir de caja
de resonancia a los mensajes catastróficos que circulan por las redes sociales.
Si actuamos de manera responsable y solidaria superaremos esta pandemia del coronavirus,
que nos está obligando a revisar los hábitos de vida y la manera de relacionarnos
socialmente. Recordemos las sabias palabras del Papa Francisco en su Encíclica
sobre el Cuidado de la Casa Común: “Todo está conectado con todo”.