En cumplimiento de la ley

 

Ya no queremos leyes, ni principios, ni normas, ni fundamentos. Pareciéramos decir con nuestras obras: “Conmigo comienza esto”. Queremos ser origen de un mundo anárquico, caótico, individualista: Sin relaciones humanas, sin dependencias de ninguna clase, sin proyección, sin fe. Hasta sin amor. Pero un mundo así es invivible, inviable. Moriríamos o por inercia o por fatalidad. Es urgente reinventar la convivencia, el orden, los principios de la sana armonía en un cambio que responda a las nuevas exigencias.

Vayámonos a un pueblito perdido en el anonimato, silencio y ritualidad diaria. Se ll ama Nazaret. Allí vive una familia del común del pueblo: Un hogar simple donde el trabajo es música, la convivencia un arte, la oración un dulce musitar del corazón y la pasión de la vida es la vitalidad total de su existencia. Así es la gente humilde de nuestras fronteras y parajes de humanidad sufrida, pero cocida en esperanza.

Es familia judía. Y los judíos por constitución genética son estrictos cumplidores de la Ley. En una palabra, observantes. Así era el hogar de José y de María y de Jesús, los padres y el  hijo. Lo llevan al templo para el ritual de la purificación de la Madre y la presentación del Niño. Dentro de nuestros códigos de fe, ni María necesitaba ser ‘purificada’ ni el Niño ‘presentado’. Simplemente cumplían con la Ley.

Se nos abren inmensas posibilidades de recrear nuestro mundo, nuestro hábitat, incluso, nuestro corazón y nuestra fe. No podemos construir sobre la nada… tenemos que aceptar un mínimo de bases, de principios. A partir de esta realidad, vivida y compartida, vamos a recrear nuestra historia, nuestro futuro. Tenemos que conjugar carismas, dones y así, en diversidad plural, avanzar en protagonismo silencioso hacia la ‘ciudad futura’.

Cochabamba 02.02.20

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com