DOMINGO 5º. DE CUARESMA, Ciclo A

El mas espectacular milagro de Cristo 

 

Siempre nos han pintado a Cristo demasiado arriba del común de los mortales, incluso  con corona y cetro, cosas que estuvieron muy lejos de tener que ver con una persona que vivió de lo más cercano a nuestros corazones. De hecho, Cristo Jesús tenía su corazoncito bien puesto, y San Juan en el texto que nos ocupa en este día, nos lo muestra como el que tenía verdaderos amigos, fieles, a los que él estimaba sobremanera, , en esta ocasión, amigo de una familia muy especial, la de Lázaro, Marta y María. Ellos vivían en las inmediaciones de Jerusalén, y con la confianza que da la amistad, muchas veces se hospedó en su casa, acompañado de sus discípulos.  De manera que un día cuando Lázaro enfermó, mandaron decirle a Jesús que su amigo estaba enfermo. Conforme a los planes de Jesús, él se retrasó voluntariamente en su caminar, de manera que cuando se acercó al pobladito de sus amigos, Lázaro ya llevaba cuatro días de muerto. Y con la confianza que da la amistad, el cos hermanas cada una por su lado, les pusieron las peras a veinte, o sea que le reclamaron que no hubiera estado cerca para que no hubiera muerto su hermano. En ambos casos, las hermanas recibieron la misma afirmación: “yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. A Marta le pregunto  directamente Jesús: “¿cree tú esto?”  Ella le contestó, “Si Señor, creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo”.  Ellas creían, pero de la misma forma que todos los judíos e incluso como los fariseos, sin embargo, no se imaginaban el alcance de las palabras de Jesús, pues él les estaba anunciando que la resurrección y la vida ya había llegado hasta ellas, que estaba frene a ellas y que se adelantaba el momento de la salvación para todos los hombres.  Tan es así que cuando las invitó a ir a la tumba para devolverle la vida a su hermano, le notificaron: “ya lleva cuatro días de muerto ,  ya huele mal”. De cualquier manera, Cristo delante de las hermanas y de muchos judíos que habían venido de Jerusalén a consolarlas por la muerte de su hermano, al ver la tristeza que les embargaba, lloró con lágrimas amargas y verdaderas, pues ya se adelantaba su propia muerte, que había de sufrir en lo alto de la cruz, para poder dar vida a todos los mortales. Hay que se honestos al decir que la resurrección de Lázaro propiamente no fue tal, dado que después de un tiempo volvió a morir, en cambio Cristo una vez que resucitó gracias al poder del Espíritu ya no murió más y se encuentra en la Presencia del Dios altísimo a quién él glorificó en la tierra delante de todos los hombres. También debemos notar  que este milagro de la vuelta de Lázaro a la vida, se realizó delante de mucha gente y es interesante decir también que el hecho que sirvió para que muchas gentes creyeran en él, pues  este detalle   en cuestión era grande sobre todo lo que Cristo había realizado en su vida,  y sin embargo, ese mismo hecho sirvió para enfurecer a los fariseos que se imaginaron que a partir de la resurrección de Lázaro todo mundo creería en Jesús, lo que atentaba, según ellos contra la fe de Moisés y contra sus propias costumbres. ¡Qué extraños somos los hombres!

Después  de breves momentos de intimidad con las hermanas, porque la multitud los rodeaba y querían verlo por las ventanas, Cristo pidió que lo dirigieran a la tumba.  Nadie sabía lo que ocurriría en ese momento, incluso cuando Cristo pidió que corrieran la loza de la entrada a la cueva donde estaba el cadáver de Lázaro, la hermana le advirtió de la descomposición del cuerpo pues ya eran  cuatro días de muerte. ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”  Le respondió Jesús. Cuando descorrieron la piedra de entrada, Cristo oró profundamente al Padre y sin más aspavientos, sin ninguna alharaca Jesús grito con voz potente: “Lázaro, sal fuera”, y  ante la admiración y la sorpresa de todos, salió Lázaro, con dificultad pues tenía puestas las vendas con las que acostumbraban amortajar a los muertos. Cristo pidió que lo desataran para que pudriera moverse a sus anchas.  Ahí terminó el detalle que nos ocupa no sin mencionar que efectivamente este milagro de Jesús fue la última gota que agotó la paciencia de los judíos, de los escribas y de los fariseos, que se dieron prisa para deshacerse prontamente de Jesús.

Para nosotros el hecho tiene profunda significación en estos momentos de verdadera angustia para muchas naciones y para muchos hogares y muchos corazones, todo por el miedo y el contagio real que se ha desatado en infinidad de naciones.  Creo que ahora nos convendría escuchar a Marta que llamaba a su hermana; “YA VINO EL MAESTRO Y TE LLAMA”.  Es importante señalar que muchos Lázaros andamos en el mundo como quien parece que viven pero que por dentro se han infectado de otro  virus que es tremendamente más eficaz y mortífero que el corona virus. Se trata del pecado, que a todos nos contagia, a unos más a otros menos, pero nadie se escaba de su influencia a excepción de María salntísima. . Si es verdad que bien a bien no han encontrado el antídoto contra la pandemia mundial, Cristo nos ofrece cura rápida, eficaz, gratuita para el pecado.. El está  ofreciendo el perdón, que a él le costó la propia vida en la cruz, para que de su sangre redentora pudiéramos beber todos  y obtener la curación. Pero hay necesidad  de  acercarse, pues el perón no se ofrece a tontas ya locas, sino al que quiera obtener la salvación. Estos días de encierro involuntario, serán el tiempo eficaz para acercarnos a ese Cristo que teníamos tan olvidado, para arrodillarnos a sus plantas como lo hicieron las hermanas con Jesús, para cobrar nueva vida y darle al mundo una visión nueva  con la presencia del Señor Jesús  resucitado,   en los corazones de todos los hombres.

P Alberto Ramírez Mozqueda.