CUARESMA
– DOMINGO DE RAMOS A
(5-abril -2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Una
Semana Santa sin sombreros de playa ni protectores solares
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 50, 4-7
o Carta
de san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
o Mateo
26, 14—27, 66
ü Cada
año la Iglesia nos recuerda que la Cuaresma es un periodo de reflexión y cambio
interior para prepararnos a la celebración de la Pascua del Señor. Nunca nos imaginamos
que esta Cuaresma se desarrollaría en un contexto como el que estamos viviendo.
En 2-3 semanas cambió la vida de la humanidad. Desaparecieron todas las
seguridades y navegamos en medio de la incertidumbre. Hace pocas semanas, las
empresas habían presentado a sus accionistas los Estados Financieros con magníficos
resultados y anunciaban jugosos dividendos. Y hoy se habla de una recesión
mundial.
ü La
exhortación cuaresmal a la reflexión y al cambio adquiere dimensiones
insospechadas. Aprovechemos estos días de la Semana Santa para convertir este
dolor en una oportunidad de transformación. La humanidad no tendrá futuro si
seguimos con estos egoísmos desbordados, las inequidades que hacen
terriblemente vulnerables a los pobres, el modelo económico depredador de la naturaleza.
Hace poco, los científicos afirmaban que la expectativa de vida superaría los
100 años, en muy buenas condiciones; pocas semanas después, los mayores de 70
años estamos aterrorizados porque un simple contacto físico casual nos puede
costar la vida. Ojalá los aprendizajes que nos deja el coronavirus no desaparezcan
cuando recuperemos el ritmo de nuestras actividades.
ü La
proximidad de la Semana Santa significaba, para muchas familias, la ilusión de
unas vacaciones. Con entusiasmo preparaban las maletas, empacaban vestidos de
baño, sombreros de playa y se aprovisionaban de protectores solares. Pocas
semanas después estamos en la compra frenética de alimentos, medicinas y
utensilios de aseo. ¡Cómo son de frágiles los proyectos humanos!
ü Este
inusitado camino cuaresmal nos está exigiendo cambios radicales en nuestro modo
de vida. No es fácil vivir juntos las 24 horas del día; debemos acondicionar nuestras
viviendas para que sean lugares de trabajo, aulas de clase, dormitorios,
comedor y gimnasio. ¡Y todo en unos pocos metros cuadrados! Si la palabra bíblica
de conversión significaba cambio, el coronavirus nos está obligando a ello. Necesitaremos
grandes dosis de tolerancia y comprensión porque no sabemos cuánto tiempo
durará la emergencia.
ü Conscientes
de la manera tan atípica como estamos recorriendo este camino cuaresmal,
detengámonos a reflexionar sobre el significado del Domingo de Ramos.
ü Jesús,
el Mesías, entra en Jerusalén, capital religiosa y política de Israel. Allí culminará
la misión redentora que le ha confiado su Padre celestial. El Rey toma posesión
de su capital de una manera muy particular. Quienes lo identifican y acogen son
los niños y los pobres. Su mirada transparente, libre de prejuicios, les
permitía ver lo que era invisible para los fariseos y demás líderes. Con gran determinación,
no exenta de miedo, confirma su obediencia a la voluntad del Padre. Sabe lo que
le espera. Sus contradictores se han ido cargando de odio, y en pocos días
estallará la tormenta.
ü Detengámonos
a observar a este singular personaje, proclamado como Hijo de David y Mesías.
Su apariencia es insignificante. Es la negación de todos los imaginarios
asociados con el poder político y la riqueza. El apóstol Pablo, en su Carta a
los Filipenses, nos da la clave de interpretación de lo que sucede en la
entrada a Jerusalén: “Siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser
igual a Dios. Sino que se despojó a sí mismo, tomando la condición de siervo,
haciéndose semejante a los hombres”. Ese que entra en Jerusalén, montado en un
burro, es el Hijo eterno del Padre hecho hombre y despojado de los atributos de
la divinidad. No tratemos de comprender este misterio. Sólo nos queda agradecer
este supremo gesto de amor.
ü En
este Domingo de Ramos se lee la Pasión según san Mateo. Es un impactante relato
en el que contrastan, por una parte, el odio y la crueldad de los seres
humanos; y, por otra parte, la humildad infinita de Jesús, que se entrega por nosotros.
ü En
estos días de cuarentena obligatoria, tendremos mucho tiempo para participar, a
través de la TV, en estas ceremonias.
ü La liturgia del Jueves
Santo consta de dos partes: el Lavatorio de los
Pies y la Institución de la Eucaristía. El Lavatorio de los Pies es un maravilloso
ejemplo de humildad y servicio; el Maestro lava los pies de los discípulos. ¿Qué
nos dice esta escena? El liderazgo cristiano se entiende, no como un ejercicio
de poder y supremacía, sino como un servicio sin protocolos ni complicaciones. La
Eucaristía, memorial de la Cena del Señor, es un maravilloso regalo que nos
permite alimentarnos con el Pan de Vida.
ü La liturgia del Viernes
Santo es muy sobria. Refleja el abandono y la
soledad de Jesús, y el dolor infinito de María, que ve cómo su Hijo es sometido
a los más atroces suplicios y muere como un infame.
ü La Vigilia Pascual
es el triunfo definitivo de Jesucristo sobre el pecado y la muerte. Recordemos
que “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”. La Pascua del Señor, es
decir, su tránsito de la muerte a la vida gloriosa, es el centro de la
evangelización de la Iglesia. La Iglesia no es la divulgadora de una doctrina
ni de unos preceptos morales. Su misión es anunciar la Persona de Jesucristo
resucitado.
ü Que
esta Semana Santa sin sombreros de playa ni protectores solares, sea un espacio
de reflexión y encuentro con los valores profundos de la vida, tan descuidados
en el trajín diario. Que nos reencontremos con Jesucristo, con la oración, con
el diálogo familiar, el trabajo colaborativo y la tolerancia.