PASCUA
– DOMINGO DE RESURRECCIÓN A
(12-abril-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
¡Que
la luz del Resucitado ilumine la noche que nos agobia!
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 10, 34ª. 37-43
o Carta
de san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
o Juan
20, 1-9
ü Durante
siglos, la Iglesia ha celebrado la Resurrección de Cristo con repique de
campanas e himnos de alegría. Este acontecimiento, testimoniado por los Apóstoles
y transmitido a los bautizados de todos los tiempos, es el fundamento de nuestro
seguimiento de Jesús: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”.
ü La
celebración del 2020 es absolutamente atípica. Tres mil millones de seres humanos
estamos recluidos en nuestras viviendas, con una parálisis brutal de la
actividad económica. Las iglesias están cerradas. Los feligreses no han podido acompañar
a los celebrantes. Nuestra participación ha sido a través de la radio y la TV.
ü Nos
sentimos desolados, como los discípulos después de la sepultura de Jesús. Con
la muerte del Maestro se habían derrumbado sus ilusiones. Con el coronavirus,
se congelaron sueños y proyectos, y ronda el fantasma de una recesión mundial.
ü En
estas circunstancias, debemos recitar, una y otra vez, el Salmo 23: “El Señor
es mi pastor, nada me hará falta; en verdes praderas me hace descansar. Me
conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por caminos
seguros, por ser él quien es. Aunque pase por cañadas oscuras, no temeré ningún
peligro, porque tú estás conmigo; tu bastón y tu cayado me dan seguridad”. No
podemos permitir que el pesimismo se apodere de nosotros. Iluminados con la luz
del Resucitado, saldremos adelante, fortalecidos interiormente por esta dura
experiencia de la cuarentena.
ü ¿Qué
nos enseña esta Pascua del 2020 sin fuego pascual ni repique de campanas? Ha
sido de tal magnitud la fractura social que estamos sufriendo, que el mundo
necesariamente tendrá que cambiar. ¿Cuáles son algunos de los mensajes que nos
deja el coronavirus, leídos con madurez humana e iluminados desde la
experiencia pascual?
o Hemos
tomado conciencia de la fragilidad de los proyectos humanos. En pocas semanas,
los mercados de valores de todo el mundo pasaron de la euforia al pánico. Los
expertos en planeación y prospectiva enmudecieron. Nadie se atreve a hacer
pronósticos. La incertidumbre es total.
o Hemos
tenido que reinventar nuestro modo de convivir, trabajar, estudiar y comprar
los elementos básicos. En esta ultra-rápida transición a nuevos modos de vida,
se han manifestado, con particular crueldad, las inequidades sociales; unos
sectores de la sociedad tienen recursos económicos y acceso a la tecnología que
les permiten acomodarse razonablemente a las restricciones de la cuarentena;
pero las grandes mayorías han visto con angustia cómo se derrumba la frágil estructura
de la economía informal, con las consecuencias de hambre y miseria para
millones de seres humanos. En el post-coronavirus, temas tales como la formalización
de la economía, la creación de empleo, la seguridad social y la protección de
los adultos mayores deberán ocupar el primer lugar. La clase política deberá
tomar en serio estos grandes retos y dejar a un lado su preocupación por la
“mermelada” y las cuotas burocráticas. Las prioridades del país y del mundo son
otras.
o Esta
crisis nos ha permitido redescubrir la importancia de los lazos familiares y el
apoyo que ofrecen los amigos. En el trajín de la vida diaria habíamos olvidado
lo que era conversar pausadamente, y nos contentábamos con un intercambio
funcional de información. Ciertamente, para muchas familias no ha sido fácil
convivir las 24 horas, y se han evidenciado los abismos de incomunicación e
intolerancia. Gracias a los teléfonos celulares y a las TIC podemos estar unidos
afectivamente a pesar de la separación física. Esta experiencia del coronavirus
debería llevarnos a una reconfiguración de nuestras relaciones familiares y
redes de amigos. ¡Solos no podemos sobrevivir! Nos necesitamos los unos a los
otros.
o Las
limitaciones en la adquisición de los bienes de consumo nos han impuesto
austeridad y simplicidad en el estilo de vida. No podemos ser exigentes en
cuanto a las marcas de los productos de aseo y los alimentos. Considerémonos
afortunados si nos los envían por mensajería. Tenemos que confesar que la
sociedad de consumo nos ha hecho incurrir en gastos innecesarios y nos ha
creado necesidades falsas. Durante esta cuarentena hemos aprendido a vivir
frugalmente. No olvidemos la lección. Regresemos a los valores simples de la
vida.
ü Los
profesionales y trabajadores de la Salud han dado un impactante testimonio de entrega
a sus pacientes y a la sociedad. Están arriesgando la salud propia y la de sus familias
por todos nosotros. Por eso deben ser denunciadas las actitudes
discriminatorias de algunos vecinos que los rechazan porque los consideran un
peligro. Qué despropósito: ¡los queremos junto a nosotros en el trance de la
enfermedad, pero que vivan lejos…!
ü En
estos tiempos de crisis se han manifestado valores muy profundos de solidaridad
para atender a las graves necesidades en cuanto a los recursos de la salud, y alimentos
y vivienda para los más pobres. Parecería que, al menos por este momento, la filantropía
y la caridad cristiana le están ganando el pulso al capitalismo salvaje y al
afán desmedido de lucro.
ü Para
poder hacer frente a esta pandemia no son suficientes los recursos de la
ciencia y la tecnología. Igualmente, necesitamos poner en práctica la ética del
cuidado mutuo y mostrar una gran disciplina social para acatar las decisiones
de las autoridades y poner en práctica las instrucciones de los epidemiólogos.
ü Celebramos
la Resurrección de Cristo en medio de una crisis mundial que nos ha tomado por sorpresa.
Que la luz del Resucitado brille en medio de la noche. Que pronto pasemos del
dolor y la muerte para renacer a una vida nueva y descubramos formas diferentes
de relacionarnos con los demás, con la naturaleza y con Dios. Que esta Pascua
2020 sea un tránsito del egoísmo a la solidaridad, donde el YO ceda el primer
lugar al NOSOTROS.