DOMINGO II TIEMPO PASCUAL CICLO A
DE LA SEMANA SANTA A LA PASCUA
A Tomas no le
pareció suficiente el testimonio de sus amigos por ello no estuvo dispuesto a
creer en la resurrección de Jesús. No ha entendido que desde la creación hasta
la resurrección Dios hablaba por medio de otros; y aquí los otros eran sus
amigos. Así y todo, el resucitado acepta esperar ocho días más cuando esté con
la comunidad para darle la oportunidad de superar sus primeras dificultades y
compartirles a los demás discípulos una excelente profesión de fe. “Señor mío y
Dios mío Jesús añadió: Tú crees porque has visto dichosos los que creen sin
haber visto” (evangelio). Nosotros las comunidades actuales somos los que
creemos sin haber visto. El resucitado siempre se ha encargado de responder a
nuestras dudas, alimentadas por la suficiencia, para convertirlas en creencias
por la experiencia de la fe, el kerigma, que implica el paso de las heridas del
coronavirus a las cicatrices del resucitado que serán nuestras propias
cicatrices como signo de la victoria del que murió y resucitó. Esa es nuestra
esperanza hecha realidad en la resurrección de Jesús. De hecho, la repetición
de la paz en tres momentos sucesivos podría indicar la necesidad de sanar los
temores, signos de la muerte, que nos ha traído la pandemia, pero, que no tiene
la última palabra sobre la vida porque, es el Resucitado quien tiene la última
palabra sobre la vida humana.
La reiterada
paz del Resucitado puesta en nuestro interior por el Espíritu es el don más
grande puesto para vencer el mal haciendo el bien y siendo solidarios.
SABER ABRIR Y CERRAR
Si las
puertas estaban cerradas por miedo a los romanos y judíos Jesús nunca dijo:
“déjenlas cerradas” es misión de la comunidad creyente ahora que entre el
Resucitado donde ha estado la muerte. El capítulo sexto de la carta a los
Romanos nos indica cómo se pueden abrir las puertas al Resucitado por medio del
bautismo y cerrarlas al mal por la acción del perdón y la reconciliación.
Lucas ha
indicado que sólo el Espíritu del Resucitado puede abrir las puertas para dar
vida a una comunidad que cree en la resurrección de Jesús como oferta de vida y
sensatez ante el mal que no tiene discernimiento por tanto es solo angustia,
desasosiego y desesperanza en tanto que “todos los creyentes vivían unidos y lo
tenían todo en común. Los que eran dueños de bienes o propiedades los vendían,
y el producto era distribuido entre todos, según las necesidades de cada uno.
Diariamente se reunían en el templo y en las casas compartían el pan y comían
juntos, con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y toda la gente los
estimaba. Y el Señor aumentaba cada día el número de los que habían de
salvarse” (Primera lectura).
La
celebración eucarística de hoy es una fuente de discernimiento para saber abrir
las puertas compartiendo la pascua en solidaridad con la sociedad en un momento
crucial por la pandemia. En todas las celebraciones eucarísticas hagamos
memoria de la victimas a quienes ya el Resucitado venció la muerte del
coronavirus y gozan de la victoria transfigurados en resucitados como el
Resucitado en la gloria eterna del cielo.