PASCUA
– DOMINGO III A
(26-abril-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Emaús:
Un camino de la desolación a la alegría pascual
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 2, 14. 22-33
o I
Carta de san Pedro 1, 17-21
o Lucas
24, 13-35
ü Durante
el tiempo de Pascua, los textos del Nuevo Testamento nos dan a conocer diversos
momentos de la Iglesia Apostólica. La vida de la naciente comunidad cristiana
gira alrededor del Señor resucitado. Este entusiasmo desbordante se expresa a
través de un anuncio apasionado de la persona de Jesús, sus milagros y enseñanzas.
A este Jesús, Dios lo resucitó de entre los muertos y se manifestó a sus discípulos,
quienes comieron y bebieron con Él.
ü Estos
textos nos muestran cómo se va consolidando la primera comunidad, sus logros apostólicos,
así como las persecuciones que debe afrontar, las tensiones que van apareciendo
y cómo, poco a poco, van surgiendo unas estructuras organizacionales.
ü En
esta meditación dominical empecemos por el relato de los Hechos de los
Apóstoles, que recapitula un emotivo discurso del apóstol Pedro, quien se
dirige a los habitantes de Judea y a cuantos se encuentran en Jerusalén para
asistir a las solemnidades. Pedro les hace dos interpelaciones muy fuertes, que
los obligan a reflexionar:
o Ellos
conocieron a Jesús, y por eso no pueden argumentar desconocimiento: “Les
anuncio a Jesús de Nazaret, el hombre a quien Dios acreditó ante ustedes cuando
por medio de Él les mostró su poder con prodigios y milagros que ya conocen”.
o Luego
les echa en cara su culpabilidad en esta terrible injusticia: “Ustedes lo
entregaron y le quitaron la vida clavándolo en la cruz por mano de los
paganos”.
o Teniendo
en cuenta que sus oyentes son judíos, desarrolla su argumentación a partir de textos
del Antiguo Testamento que se refieren al rey David y su descendencia.
ü ¿Qué
nos enseña esta vigorosa catequesis del apóstol Pablo? Es el testimonio de una
Iglesia evangelizadora, valiente, cuyo anuncio del Señor resucitado tiene muy
en cuenta los rasgos culturales y las tradiciones religiosas de la asamblea que
escucha este anuncio. Por eso las interpelaciones y la argumentación son muy concretas
y perfectamente focalizadas.
ü Vayamos
ahora al texto del evangelista Lucas, que narra la conmovedora experiencia
vivida por dos discípulos de Jesús cuando se dirigían a Emaús. Es una fina exploración
de los sentimientos que agobiaban a los seguidores del Maestro después de la
tragedia del Viernes Santo.
ü Este
texto genera una gran empatía con aquellos lectores que recorren el camino de
la búsqueda de Dios en medio de dudas e incertidumbres. Todos nosotros, en
algún momento de nuestra vida, nos hemos sentido desconcertados, solos, sin
saber qué rumbo tomar. El itinerario espiritual de estos discípulos es un estudio de caso muy interesante para analizar
el camino de la experiencia de Dios.
ü Nos
cuenta el evangelista Lucas que estos desconsolados amigos se dirigían al
pueblo de Emaús e iban conversando sobre los dolorosos acontecimientos de los
últimos días, la pasión y muerte de Jesús. Se encontraron con otro viajero que
iba en la misma dirección. Comenzó, entonces, una conversación fascinante entre
estos desolados amigos y el viajero desconocido. Esta conversación debería ser
objeto de estudio por parte de los directores o acompañantes espirituales
(actualmente, la palabra de moda es coaching),
ya que Jesús utiliza una delicada pedagogía. El acompañamiento espiritual, lo mismo
que la predicación, deben tener en cuenta a los sujetos concretos, con su
historia, preocupaciones y sentimientos.
ü Después
de los saludos iniciales que acompañan este tipo de encuentros casuales, Jesús facilita
la conversación con dos preguntas muy simples, pero que permiten abrir el
corazón de estos entristecidos viajeros:
o “¿Qué
venían comentando por el camino?”
o “¿Qué
pasó?”
ü El
acompañamiento espiritual tiene, como premisa fundamental, saber escuchar. Con
gran delicadeza hay que acercarse a la interioridad de las personas, generar
confianza y tender puentes de comunicación. Para ello, una simple pregunta, formulada
oportunamente, es la llave que abre la intimidad del corazón.
ü Jesús
resucitado, a quien no habían reconocido los caminantes, escucha atentamente
sus tristezas. A continuación, los ayuda a hacer una re-lectura de los acontecimientos.
“¡Qué duros de entendimiento son ustedes! ¡Cómo les cuesta creer todo lo que
anunciaron los profetas! ¿No ven que era necesario que el Mesías soportara esos
sufrimientos para entrar en su gloria?”.
ü Estos
discípulos estaban atrapados por una profunda depresión. Lograron salir de ella
gracias a la ayuda del Señor, y descubrieron un sentido en el aparente
sin-sentido de la Pasión. La luz de la esperanza iluminó la oscuridad en que se
encontraban.
ü En
este tiempo de Pascua, pidámosle al Resucitado que, como a los discípulos de Emaús,
nos acompañe en este difícil camino que recorre la humanidad en cuarentena.
Pidámosle que, más allá de las estadísticas de la pandemia, sepamos releer esta
compleja realidad. ¿Qué nos está diciendo? ¿Cuáles son los aprendizajes que
debemos apropiarnos? ¿Cuáles son los cambios de rumbo que debemos hacer?
ü El
recorrido espiritual de los discípulos de Emaús alcanza su clímax cuando descubren
que ese desconocido es el Señor resucitado. Lo identifican en el momento en que
parte el pan, una hermosa expresión
para designar la eucaristía, que es el lugar teológico por excelencia para encontrarnos
con el Señor resucitado, que se hace presente en medio de la comunidad.