VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA
Padre Arnaldo Bazan
"Después de esto, se fue Jesús a la otra
ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha
gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió
Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la
Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía
hacia él mucha gente, dice a Felipe: "¿Donde
vamos a comprar panes para que coman éstos?" Se lo decía para probarle,
porque él sabía lo que iba a hacer. Felipe le contestó: "Doscientos denarios
de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» Le dice uno de sus
discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: "Aquí hay un muchacho que
tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?"
Dijo Jesús: "Hagan que se recueste la gente". Había en el lugar mucha
hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000. Tomó entonces
Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban
recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron,
dice a sus discípulos: "Recojan los trozos sobrantes para que nada se
pierda". Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de
los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente
la señal que había realizado, decía: "Este es verdaderamente el profeta
que iba a venir al mundo". Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a
tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él
solo"(Juan 6,1-15).
Jesús no vino a salvar a unos cuantos, ni
reservó sus enseñanzas para unos pocos. Si bien guardaba para sus apóstoles las
mejores explicaciones, no por ello desdeñaba a la gente, a la que atendía
solícitamente, sin perder ocasión para enseñarles acerca del Reino.
Podemos estar seguros que muchos seguían a Jesús
buscando sólo algún favor, algún milagro, para luego olvidarse totalmente de El.
Y así no se puede llegar a ser discípulo. El que
quiera serlo de verdad tiene que poner todo su empeño y atención para aprender.
Nadie aprende si sólo dedica unos pocos minutos o quizás algunas horas, de vez
en cuando, a lo que Jesús tiene que enseñarle.
Mucha gente no tiene problemas en dedicar horas
enteras a la televisión, sea para ver novelas, deportes o lo que sea. Son horas
muertas sin que les importe nada.
Pero, ¿cuánto tiempo dedican a interesarse por
las enseñanzas que tienen que ver con su salvación eterna? El discípulo no se
mide sólo por el tiempo que dedica a su Maestro, desde luego, pues también
Judas oía a Jesús y lo seguía.
Pero el tiempo dedicado al Señor y el interés y
la atención con que le escuchamos, es un índice cierto de lo que sentimos por
El.
¿Cuánto tiempo dedicas tú a estar a los pies de
tu Señor? Eso te dará la medida de tu amor por El y del interés que tienes en
ti mismo y en tu salvación.
¿Verdad que no es mucho lo que estás haciendo?
Eso es lo que todos descubrimos cuando nos examinamos sinceramente.
Porque podemos estar seguros de que no estamos
poniendo todo el empeño que deberíamos en lo que constituye el “negocio” más
importante que tenemos aquí en la tierra.
¿Por qué tan fácilmente cambiamos el Cielo por
las cosas de la tierra? ¿Por qué ejercen los tesoros de abajo más atracción que
los de arriba?
Cuando dejamos que el polvo cubra nuestros ojos
y el cuerpo domine sobre el espíritu estamos matando toda posibilidad de vida
espiritual. Sólo el agua divina puede sacarnos del materialismo que amenaza con
ahogar la vida que recibimos el día de nuestro Bautismo.
Arnaldo Bazán