PASCUA
– DOMINGO IV A
(3-mayo-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Seamos
sembradores de serenidad y discernimiento
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 2, 14ª. 36 – 41
o I
Carta del apóstol san Pedro 2, 20b – 25
o Juan
10, 1 – 10
ü En
este IV domingo de Pascua, la liturgia nos propone, como tema de meditación, un
discurso del apóstol Pedro a unos judíos en la ciudad de Jerusalén. Utilizando
el lenguaje particular de la espiritualidad de san Ignacio de Loyola, los
invito a hacer una composición de lugar.
¿Qué significa esto? Llevados por nuestra imaginación, trasladémonos a ese
escenario en el que Pedro da su testimonio sobre Jesús resucitado a un grupo de
personas que transitaban por la ciudad. Los invito a que nos integremos a ese
grupo de oyentes y dejemos que las palabras de Pedro nos interpelen.
ü ¿Qué
es lo primero que nos llama la atención? La convicción con la que afirma que
Jesús ha resucitado de entre los muertos, y Dios lo ha constituido Señor y
Mesías. Pedro no se limita a transmitir una noticia. Es el testimonio entusiasta
de algo que le ha cambiado la vida. Pedro, en unión de otros discípulos, comió
y bebió con el resucitado y, reunidos en oración, recibieron los dones del Espíritu
Santo.
ü Permitamos
que el testimonio de Pedro nos interrogue. Dejémonos contagiar de la pasión con
que anuncia a Jesús resucitado. Como nosotros hemos vivido la fe en un contexto
cultural católico, estamos connaturalizados con estas palabras y carecemos de la
capacidad de sorprendernos ante los hechos que se nos anuncian. ¡La muerte ha
sido vencida! ¡No estamos atrapados en un laberinto! ¡Nuestra muerte biológica
es una simple transición o paso a la plenitud del amor!
ü El
vigor del testimonio de Pedro debe fortalecer la fe, la esperanza y el amor,
que están en crisis en medio de esta cuarentena. Vivamos esta experiencia como
una oportunidad para fortalecer nuestra confianza en el Señor de la Vida, consolidar
los vínculos con las personas con las que estamos compartiendo nuestros espacios,
y rediseñemos el futuro. Esta composición
de lugar que nos traslada con la imaginación a esta catequesis del apóstol
Pedro, nos permite escuchar un anuncio de esperanza; es Jesús resucitado que
nos dice: ¡No están solos!
ü ¿Qué
más nos comunica el apóstol en esta catequesis virtual? Como los oyentes de
hace dos mil años, preguntemos a Pedro y a sus compañeros: “¿Qué tenemos que
hacer, hermanos?” La respuesta es muy breve y de una gran fuerza: convertirnos
y abrirnos a la acción del Espíritu Santo. Profundicemos en lo que esto
significa en el momento en que nos encontramos.
ü ¿Qué
significa este llamado a la conversión que nos hace el apóstol Pedro en esta catequesis
que leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles? La palabra conversión significa cambio.
ü Esta
súbita interrupción del ritmo de vida que nos ha impuesto el coronavirus nos
plantea unas preguntas muy gruesas sobre nuestro modo de vida, los hábitos de trabajo
y de consumo, la calidad de las relaciones interpersonales y el cuidado del
medio ambiente.
ü Bruscamente,
todo cambió. Se derrumbaron nuestras seguridades, desaparecieron millones de
empleos, todos los indicadores económicos son negativos. Colapsó el modelo de
sociedad en el que nos habíamos instalado. Por eso, la palabra conversión ha traspasado las fronteras
de la espiritualidad para expresar un imperativo socio – económico. ¡Se imponen
cambios radicales en nuestro modo de vida! Este llamado a la conversión que
hace Pedro a unos judíos piadosos de su tiempo, tiene un carácter perentorio y actual.
ü El
otro anuncio del apóstol Pedro a sus oyentes, entre los cuales estamos incluidos
virtualmente todos nosotros, es el don del Espíritu Santo, el gran regalo del
Señor resucitado. El Espíritu Santo recibido por los apóstoles el día de Pentecostés,
y que se nos confiere a través del bautismo, transformó las mentes y corazones
de los discípulos de Jesús, llenándolos de sabiduría y valor para llevar a cabo
la misión evangelizadora que les confió el Señor.
ü Inspirándonos
en la Oración por la Paz, de san Francisco
de Asís, en la que pedimos que “donde haya odio, siembre yo amor…”, pidamos la
iluminación del Espíritu Santo para que:
o Donde
haya angustia, sembremos serenidad para tomar las decisiones pertinentes:
o Donde
haya incertidumbre, sembremos discernimiento para poder simular los escenarios
probables y así prepararnos para el futuro que nos espera;
o Donde
haya improvisación o dispersión de iniciativas, sembremos una visión estratégica
que permita aunar esfuerzos y concentrar recursos para obtener resultados;
o Donde
haya pesimismo, sembremos una lectura positiva que descubra oportunidades de transformación
e innovación.
ü Quienes
creemos en el Señor resucitado, anunciado por los Apóstoles y que ha llegado
hasta nosotros mediante la predicación de la Iglesia, debemos tomar muy en
serio este triunfo de la vida sobre la muerte. A la luz de la Pascua de Jesús, debemos
iluminar con nuestras palabras y testimonio esta noche oscura del coronavirus.
Es el momento de exaltar valores tales como el cuidado mutuo y la solidaridad,
y promover profundas transformaciones en nuestro modo de vida y en el modelo
socio-económico que inspira a la sociedad. Tomemos en serio este llamado a la
conversión que nos hace el apóstol Pedro, y pidamos los dones del Espíritu
Santo para que podamos sembrar mensajes positivos que neutralicen las palabras
tóxicas que nos están envenenado.