MIERCOLES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA
Padre Arnaldo Bazan
"Jesús gritó y dijo: “El que cree en mí, no
cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel
que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en
mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no
le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.
El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la
Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado
por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo
que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo
hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí” (Juan 12, 44-50).
Son varias las ideas que Jesús expresa en estas
palabras.
En primer lugar, insiste en que Él ha sido
enviado por el Padre, de modo que lo que habla lo ha recibido y así lo
transmite. Quien lo ve a Él, está viendo a Quien lo envió, el Padre.
La segunda idea es que Él es la luz. De esto
habla también Juan en el comienzo de su evangelio: “La Palabra era la luz
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (1,9).
El ha venido para que nadie camine en tinieblas. Quizás
podríamos traducir tinieblas por ignorancia. El que no sabe para que vive es
como si caminara en tinieblas.
Pero para recibir la luz tenemos que creer. La
fe en Jesús es la que nos abre el entendimiento para comprender el sentido de
esta vida y conocer el fin de la misma.
Una tercera idea es que su venida no es para
juzgar ni condenar, sino para salvar al mundo. Ese es el deseo del Padre, que
todos se salven por su Hijo.
Con todo, cada persona tendrá que tomar su
propia decisión. Habrá quienes lo acepten como el único Salvador, pero también
quienes preferirán rechazarlo buscando la salvación en los placeres de este
mundo.
Hay quienes no lo aceptan porque no le conocen.
En ese caso su ignorancia los exime de pecado. El rechazo a Jesús tiene que ser
consciente. Quienes así lo rechazan serán responsables de su propia
condenación.
En cuanto a los que no lo aceptan por
ignorancia, tendrán siempre la oportunidad de redención. Dios no quiere
condenar a nadie. Todo lo contrario, como nos dice san Pablo: “Esto es bueno y
agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Timoteo 2,3-4).
Conocer a Jesucristo sólo es posible si hay
quienes enseñen lo que El significa para nosotros. Esa es la principal
obligación de la Iglesia y de todos los cristianos. Así como Jesús habló lo que
recibió de su Padre, así nosotros tenemos que transmitir lo que recibimos de
Cristo.
El día del juicio también nosotros tendremos que
dar cuenta, pues si hemos recibido la luz y no hemos alumbrado con ella a los
otros, entonces seremos culpables de su ignorancia.
Arnaldo Bazán