PASCUA
– DOMINGO V A
(10-mayo-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Día
de la Madre en cuarentena
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 6, 1-7
o I
Carta de san Pedro 2, 4-9
o Juan
14, 1-12
ü Hoy
celebramos el Día de la Madre en unas condiciones excepcionales. El coronavirus
nos impide la cercanía física, los abrazos y los besos, el almuerzo en familia.
A pesar de la profunda tristeza que nos causa el aislamiento, sintámonos unidos
como comunidad de fe y amor. Sentados frente a la pantalla del televisor, escuchemos
juntos la Palabra de Dios, demos gracias, expresemos nuestras necesidades e
incertidumbres y comulguemos espiritualmente.
ü El
Día de la Madre tiene, como sentimiento dominante, la gratitud. Ciertamente,
somos hijos de un papá y de una mamá; cada uno de ellos aportó el 50% de nuestro
patrimonio genético, y esto se expresa en el color de la piel, los rasgos de nuestra
cara y otras características que constituyen nuestra identidad. Reconociendo
esta paridad de los aportes genéticos, es innegable que entre madre e hijo se establece
una relación única que comenzó con los nueve meses que pasamos en el vientre
materno, continuó con la lactancia y se va fortaleciendo a lo largo de la vida.
Las mamás siempre están junto a nosotros, no importa la edad que tengamos;
siempre están dispuestas a abrazar, acoger, bendecir, apoyar y perdonar.
ü Además
de la acción de gracias por ellas, en esta eucaristía queremos pedir, de una
manera especial, por aquellas mamás que asumen solas la responsabilidad de sus
hijos por la ausencia de los padres. Son unas heroínas que atienden simultáneamente
varios frentes: el trabajo, el hogar, la consejería. Su jornada de trabajo dura
muchas horas.
ü Vayamos
ahora a las lecturas de este V domingo de Pascua. Empecemos por el texto de los
Hechos de los Apóstoles. Allí somos testigos de una crisis de crecimiento que
debió afrontar la primera comunidad cristiana. El número de los bautizados
aumentó rápidamente, y los Apóstoles y presbíteros no daban abasto para atender
las necesidades crecientes de la comunidad.
ü Las
organizaciones que tienen un crecimiento muy rápido viven crisis semejantes,
pues las estructuras originales son desbordadas y no logran dar respuesta a las
necesidades que aumentan.
ü Esta
crisis fue resuelta de una manera muy creativa. Los Apóstoles crearon la figura
de los Diáconos, quienes eran hombres honestos que tenían el reconocimiento de
la comunidad; a ellos se les confió la administración de los bienes de la
naciente Iglesia y el servicio a los pobres.
ü La
dinámica es muy simple: el crecimiento trae otras necesidades y hay que adaptar
la estructura original creando nuevos servicios y ministerios. Por eso en la
Iglesia actual hay muchos ministerios y servicios para proclamar la Palabra,
hacer las catequesis y la preparación a los sacramentos, distribuir la comunión
en las eucaristías y llevarla a los enfermos, etc.
ü Aunque
se han dado pasos significativos, sigue siendo muy tímida la participación de
las mujeres dentro de las altas responsabilidades pastorales, que siguen en
manos masculinas. Esperamos que el Papa Francisco logre avanzar en esta
dirección, superando la oposición de una mentalidad muy patriarcal.
ü La
segunda lectura que hemos escuchado está tomada de la I Carta de san Pedro. En
ella encontramos una sólida motivación teológica para participar en los
servicios y ministerios de la Iglesia. Escribe al apóstol Pedro: “Ustedes
también son piedras vivas, que van entrando en la edificación del templo
espiritual, para formar un sacerdocio santo, destinado a ofrecer sacrificios espirituales,
agradables a Dios, por medio de Jesucristo”. Como miembros activos de la
Iglesia debemos participar en la evangelización sirviendo a los hermanos
necesitados.
ü El
texto evangélico de Juan es la síntesis de una catequesis de Jesús que se desarrolla,
de manera dialogal, y en la que tienen un papel muy importante los apóstoles
Tomás y Felipe quienes, con la mayor espontaneidad, hacen sus comentarios y preguntas.
Recordemos que ellos estaban en proceso de formación y tuvieron el inmenso
privilegio de escuchar a su Maestro y compartir la vida con Él. Poco a poco sus
mentes se fueron iluminando, pero todas estas experiencias solo pudieron ser comprendidas
a la luz de la resurrección.
ü Ante
una pregunta que le hace Tomás, Jesús da una respuesta que nos sigue llenando
de alegría y esperanza después de dos mil años: “Yo soy el camino, la verdad y
la vida”. Estas breves palabras dan respuesta a las preguntas que los seres
humanos nos hacemos sobre el sentido de la vida: ¿de dónde venimos?, ¿hacia
dónde vamos?, ¿la muerte es el final o hay algo más después de ella? Dejemos
que estas palabras de Jesús resuenen en nuestro interior y nos traigan
claridad.
ü En
este mismo relato evangélico quedan registradas unas palabras del apóstol
Felipe que nos hacen sonreír por su ingenuidad: “Señor, muéstranos al Padre y
eso nos basta”. La respuesta de Jesús es formidable: “Quien me ha visto a mí,
ha visto al Padre”
ü El
Hijo de Dios encarnado es el lugar de encuentro entre la divinidad y la humanidad.
Lo que era infinitamente lejano se convierte en cercanía e intimidad. Jesús es
el revelador del Padre. A través de su Persona y de sus palabras podemos asomarnos
al misterio de Dios.
ü Es
hora de terminar nuestra meditación dominical. Que la celebración de este Día
de la Madre en cuarentena signifique el fortalecimiento de las relaciones familiares
y un espacio de reconciliación y sanación de las heridas dentro del grupo
familiar. Inspirados por la vocación de servicio que testimonia la primera
comunidad cristiana, ofrezcámonos para trabajar en alguna iniciativa pastoral o
social. Las necesidades de la gente son enormes y siempre es posible ayudar. La
solidaridad es una de las grandes lecciones que nos deja esta pandemia.